Dudo mucho que la eventual coincidencia entre los tres principales comentaristas dominicales del diario La República (Mirko Lauer, Augusto Álvarez Rodrich y Fernando Rospigliosi) de ceder sus respectivas columnas de opinión a una carta de la puneña Martha Giraldo, antigua militante de la izquierda peruana, haya obedecido al angustioso apremio de llenarlas por salir del paso.Aunque la estética periodística pareciera resentirse por la similitud de los párrafos citados, es verdad que Giraldo dice cosas de peso en la misiva enviada a varios de sus amigos (entre los cuales no me encuentro) y alimenta una perspectiva muy interesante sobre el mapa social y político de su localidad de origen para entender lo que ahora ocurre.Así que yo tampoco limito la tentación de reproducir algunas impresiones de la señora Giraldo en tanto la publicidad de las mismas, creo, ayuda a destacar tres cosas hoy extraviadas en muchos análisis: comprensión, equidad y valor.“En Puno – dice la autora de la carta – se da una compleja, desigual y tensa convivencia entre un pequeño sector empresarial formal y una gran masa de hábiles y avezados productores y comerciantes informales, ilegales, a los que el Estado no ve, no siente, no huele”.“Gastón Acurio afirmó que ser empresario es un privilegio, un honor y una responsabilidad.; y efectivamente así es. Pero en Puno, reconocerse empresario es un acto de estoicismo porque hay que resistir epítetos como ‘testaferro’, ‘explotador’, ‘miserable’, ‘vende patria’. Los miles de empresarios informales simplemente no son empresarios. Son parte del pueblo ‘sufrido y excluido del sistema’, aunque movilicen millones de dólares en mercadería ilegal, tengan flota de buses, camiones, trailers, maquinaria pesada, usufructúen yacimientos mineros informales, cocales, cafetales, tiendas y mercados, casas de cambio, cientos de tiendas de computadoras y teléfonos, inmensas ferreterías no sólo en Puno, (también) en Arequipa, Tacna, Moquegua, Madre de Dios, Cusco, llegando incluso hasta La Paz, Río, Sao Paulo”.“Ser quechua o aimara es garantía de contar con una patente étnica para todo lo permitido, legal, pero también y sobre todo para lo ilegal e informal que se pueda hacer. El normal, tradicional y ancestral intercambio fronterizo ha devenido en economía paralela que mueve millones, corrompe y ejerce presión a todo nivel, de la misma forma que los grupos mineros informales y cocaleros”.“No es casual ni fruto del abandono estatal y/o privado que no haya inversiones productivas en la región (excepción de algunas mineras y hoteles). No se puede invertir en Puno, no se pueden comprar tierras, no se pueden instalar industrias porque fracasan frente a la competencia del contrabando, no hay mano de obra calificada, no hay proveedores primarios de calidad y formales”.“…no se imaginan cómo los campesinos aimaras se portaron en la ciudad los días del paro: agresivos, racistas, intolerantes, abusivos con todos quienes siquiera se atrevieran a vender panes. Me pregunto: ¿tienen derecho a agredirnos de esa manera? Luchar por sus reivindicaciones, ¿les da derecho atropellar los de otros?”.Es verdad, la gran mayoría de compatriotas nos preguntamos lo mismo.