Los últimos años evalué a Lourdes Flores como la más errática de las exponentes femeninas de la política (considerando justo y necesario que las mujeres siempre sean admitidas en este terreno, imponiéndose por méritos y no por “cuotas”) debido a su falta de perspicacia para centrar los temas públicos gravitantes e identificarse con mensajes sencillos de fácil aceptación popular. Sin embargo nunca escatimé en ella sus claras virtudes como inteligencia, impecable formación jurídica, lealtad al partido de origen y decencia personal, aunque tuviera el olfato reñido con las decisiones políticas acertadas. Conocerla y tratarla eventualmente a lo largo de 34 años, desde las aulas universitarias, me ratifica sobre todo la buena fe que Lourdes ha depositado siempre en todos sus emprendimientos. Ahora tengo la absoluta certeza que en la esfera del error, Flores Nano ha sido rebasada con creces por quien fuera su oponente en las últimas elecciones municipales de Lima, la señora Susana Villarán. Pero también que, a diferencia de la lideresa del PPC, la burgomaestre de nuestra capital sí tiene el espíritu retorcido por sentimientos de baja estofa y animadversiones de insondable origen psiquiátrico.Villarán no parece darse cuenta que ha sembrado en el municipio de Lima la imagen de la incompetencia acompañada de una obsesión enfermiza por encontrar estiércol en todas partes. El “nuevo estilo” que dice haber inaugurado en la gestión edil no es otra cosa que la vieja costumbre de ocultar ineptitudes propias culpando a otros de las desgracias visibles o atribuyéndoles malos manejos.Es una reprochable línea de conducta que en este espacio hemos observado incluso antes de la asunción del mando edil de la señora Villarán. La cuestionamos cuando organizó un “plantón” ante el JNE por la demora del cómputo de la elección municipal, creando sospechas sobre ese órgano dirigido por personas íntegras y valiosas. Aumentamos nuestra crítica al momento que lanzó las primeras amenazas a su antecesor, Luis Castañeda.Hace poco, el 17 de mayo – ante la brutal caída de su popularidad a 27 por ciento, según Ipsos Apoyo – le advertimos por enésima vez que la mezquindad estaba haciendo trizas la percepción de su tarea y que debía transformarla en pro actividad.Pero no. La señora Villarán ha perseverado en mostrarse negativa e intensificado el rastreo de todos los temas posibles a los cuales quiere oponerse. Está en contra de las placas inaugurales de Castañeda, en contra del color amarillo en las vías públicas, en contra muchas obras pendientes de la comuna, en contra de un Cristo donado, en contra del Tren Eléctrico, en contra que Castañeda sea excluido del caso Comunicore. Uno termina preguntándose a favor de qué está la señora Villarán pero con carácter tangible y beneficioso para todos los limeños.Una pena. La señora Villarán se ha suicidado políticamente. Cualquiera que en los próximos años se coloque en la vereda opuesta a la suya, hará su agosto sólo como rédito de tanta ineptitud y mala fe.