Llama a sorpresa la vocación caricaturesca de algunos colegas y analistas para interpretar los hechos políticos de la coyuntura, llevándolos siempre a extremos cuando la pita todavía anda suelta al medio de su cuerpo. Es lo que el buen Ricardo Palma llamaba “tomar el rábano por las hojas”, lo cual se traduce como coger la hierba y no el fruto, o darle brillo a lo adjetivo antes que a lo sustantivo. Veamos dos casos de la palpitante actualidad. Las relaciones entre el presidente electo Ollanta Humala y el ex mandatario Alejandro Toledo, se presentan desde las perspectivas de afinidad total o ruptura. El laboratorio mediático promueve ambos ángulos de observación marcando el paso a las frases de cada uno de los protagonistas y arribando a conclusiones irrestrictas.Sin embargo, el tema de la alianza Gana Perú-Perú Posible ya no es debatible. La alianza es un hecho, el entendimiento es palpable y la mimetización de ambos líderes políticos irreversible. Humala necesita posar sus días iniciales de gobernante sobre la imagen de quienes tienen experiencia en la administración del Estado. Y estas personas son las que participaron activamente en el gobierno de Toledo.Requiere además el voto peruposibilista en el Congreso para conformar con sus integrantes la Mesa Directiva y aprobar las leyes de inclusión social anunciadas. Hay coincidencias en la cumbre sobre estos aspectos y ello, repito, no es discutible.Lo que puede ponerse en duda es la intensidad y solidez de tales relaciones. La verdadera química entre Ollanta (hombre de disciplina militar y formación ideológica) y Toledo (disperso, impuntual y ahora megalómano), donde sus declaraciones públicas sí marcan puntos de inflexión. Toledo, evidentemente, se ha querido vender como tutor de Ollanta y éste lo mando al tacho el domingo enfatizando que una inminente cita entre ambos no estaba en la agenda. La cita se produjo, sí, pero bajo la determinación del nuevo presidente y no del que quiere aparecer en la estampita como “garante”, “influyente”, “guardián” o guachimán del sistema democrático. Existe además zancadillas entre la gente de base. Los de Gana Perú no admiten del todo la alianza con los chakanos. Basta revisar las declaraciones de diversos humalistas contra los toledistas, las campañitas soterradas que realizan los primeros sobre éstos, para darnos cuenta de la magnitud del conflicto. El segundo caso es mucho más folklórico. Lima tiene una alcaldesa inepta por sus cuatro costados pero sus amigos mediáticos tratan de salvarla de un cargamontón que no sólo es de sus adversarios sino mayoritariamente de la ciudadanía capitalina.La señora Susana Villarán se defiende diciendo que ello es parte de “una campaña múltiple, políticamente intencionada”. Cero autocrítica a su debilidad más visible, que no es precisamente la falta de obras faraónicas con las cuales impresionarnos en seis meses: la mala leche, su dedicación casi exclusiva a negar todo lo hecho, lo que hacen otros o lo heredado (aunque a veces disfraza su entraña retorcida asegurando estar de acuerdo con algunos proyectos). La cantidad de brillantes exponentes del diagnóstico que la rodean pero nulos ejecutores. Eso es lo que se le reprocha.No tomemos el rábano por las hojas. Aunque tomar los rábanos ahora sí que está de moda.