El affaire gasífero ruso que ha colocado en la vanguardia de las noticias políticas al hermano del presidente electo, debe mirarse desde otras dos perspectivas para no ahogarlo sólo en la presunción de un pingüe negocio o el ensayo de un ejercicio nepotista del poder. El caso sugiere otras dimensiones por explorar que sirvan como termómetro de lo que se viene desde el gobierno para el periodo 2011-2016. La primera, sin duda, es cómo definirá Ollanta Humala los espacios de acción pública de padres, hermanos, esposa y demás familiares involucrados en el proyecto nacionalista. Es un hecho cierto que los afanes políticos de uno muchas veces arrastran al entorno más cercano y éste ve restringida la vocación de servicio cuando se alcanza el objetivo por el cual se luchó.¿Por qué un pariente, una persona de toda confianza de un mandatario, no puede hacerse responsable de una función en el aparato del Estado, bajo los mismos controles de cualquier ciudadano? En los Estados Unidos, Robert Kennedy era Fiscal general y uno de los consejeros más activos de su hermano presidente, John Kennedy. Ambos pagaron el precio de su servicio al país con la vida y a nadie o a muy pocos se les ocurría pensar que Bobby ganaba ventajas propias en plena crisis de los misiles o la lucha por los derechos civiles en esa zona de Norteamérica.Alexis Humala ha saltado a la palestra por la puerta falsa, asumiendo una representación oficial antes que su hermano tome juramento solmene del cargo y acompañado de un congresista que tiene credencial pero que tampoco se ha comprometido por Dios o sus creencias, cumplir fielmente la Constitución del Estado. Pero, ¿estará prohibido de ejercer en el futuro algún encargo oficial del líder de su partido? Ollanta tiene la palabra.La segunda perspectiva es cómo se ha puesto a prueba la reacción del neo oficialismo frente al caso. Por cierto, ha existido posturas principistas y plausibles como las de los congresistas Freddy Otárola, Daniel Abugattás o Víctor Isla, declarándose por lo menos confundidos o sorprendidos frente al tema, incidiendo (aunque quizás no sea cierto) en que Alexis no llevaba la representación de Gana Perú ni de su hermano a la cita con el canciller de la Federación Rusa y abriendo puertas a una explicación futura del jefe de Estado electo. Hasta el comunicado oficial del partido de Ollanta puede considerarse un leve desmarque aunque no suficiente.Pero la actitud de Javier Diez Canseco, el hombre que viene con la guadaña moralizadora enhiesta para destapar faenones y perversidades cometidas tras las bambalinas del poder, ¿quién la entiende? Ayer Diez Canseco, el congresista Rafael Vásquez y unos pocos humalistas de las redes sociales han demostrado que esa frase cínica atribuida al general Óscar R. Benavides – “para mis amigos todo; para mis enemigos la ley” – está más vigente que nunca.El feliz encuentro de Ollanta con Barack Obama y aún las celebraciones del centenario de Macchu Picchu frente al mundo, no han podido atenuar el mal sabor que deja la mandada de Alexis en Moscú. Urge que las explicaciones el día de hoy sean poderosas y muy claras para tomarle la temperatura al futuro gobierno.