Tatarabuelos
En el año 1160, los aymaras ocuparon la meseta del Collao. Estos invasores vinieron de Tucuman. Un cambio climático de enfriamiento los empujo hacia zonas norteñas de mayor temperatura.
Por lo tanto, los aymaras solo tienen 850 años en Puno. Sus orígenes más antiguos están en la Patagonia.
Esta migración demuestra que el líder aymara Walter Aduviri tiene más líneas de parentesco con los puelches, habitantes indígenas de pie grande en Argentina, que con los chancas, los huancas o los chimor que habitaron el antiguo Perú.
Ante la irrupción de los aymaras en las postrimerías del siglo XII, la etnia inca abandonó el territorio aledaño al Lago Titicaca y se vio obligada a desplazarse al valle del rio Urubamba.
En ese lugar vivían los ayarmaca. Por consiguiente, los incas tuvieron que conquistar a los ayarmaca para sobrevivir como reino en el Cusco.
En conclusión, los incas no son originarios del Cusco ni los aymaras son descendientes de los primeros habitantes de Puno.
Estas verdades que son contradictorias aparecen cuando investigamos el pasado.
Estudiar historia es una aventura porque los hallazgos siempre nos sorprenden.
Si ello es cierto a nivel de la memoria de los pueblos, al buscar ancestros familiares también surgen informaciones interesantes.
La genealogía es apasionante en razón a que es muy atractivo ingresar a un mundo desconocido.
Lógicamente, uno debe estar preparado para descubrir que entre el parentesco hubo héroes y villanos, esclavos y tiranos, eminencias y atrasados mentales, bellas y feos.
Nuestros antepasados viajaron para cumplir obligaciones o soñando con un mejor futuro, temporalmente se asentaron en algunas ciudades y haciendas, algunos se casaron dejando innumerables descendientes, otros siguieron la carrera eclesiástica y sus hijos cambiaron de apellido.
Consideramos un deber legar a nuestros hijos las existencias de nuestros tatarabuelos y bisabuelos. Por lo tanto, en los colegios seria óptimo que se incentive a los alumnos completar un árbol genealógico de cuatro generaciones.