Resulta muy difícil imaginar el mensaje perfecto de un presidente de la República cuando asume el mando supremo del país. Son lugares comunes calificarlo de extraordinario o confuso, valiente o melifluo, global o impreciso, según sea el sitio de la mesa desde el cual lo escuchamos. La satisfacción o insatisfacción depende del ánimo político con el que se le afronta. El pronunciado ayer por Ollanta Humala no escapa a la regla, principalmente porque lo simplificó y le dio un contexto polémico de manera deliberada. Entre el aplauso y la pifia, examinemos algunos de sus alcances.1. La juramentación prometiendo “honrar el orden constitucional” – regido por la Carta Magna de 1993 – pero evocando los principios de la de 1979, puede interpretarse como provocador o innecesario. Pero de ahí a radicalizar las posturas llevándolas hasta la consideración de que es un acto ilegal, es demasiado. Carlos Mesía, presidente de la Tribunal Constitucional y otros juristas de talla, han zanjado el tema: la formalidad es jurar el cargo y éste puede hacerse por la Constitución fundacional de 1823, el presidente Alberto Fujimori (como lo hicieron algunos congresistas de Fuerza 2011) o la abuelita. Punto final.2. A consecuencia de lo anterior, algunos satanizaron ayer la Constitución de 1979 como si sus lineamientos hubieran servido para ejercer en el Perú un estatismo desembozado y nocivo. Ello no fue el eje de esa norma rica más bien en privilegiar el pluralismo económico y los derechos fundamentales de la persona humana y producto – es verdad – de consenso político básico, no de un golpe de Estado. Advertimos el inicio de un amplio debate, muy importante para nuestro futuro.3. El discurso recupera un lenguaje social para el primer ciudadano del Perú, algo que demandé hace varios años al presidente Alan García preocuparse de no abandonarlo. Asumir los ejes de la exclusión, la desigualdad, la falta de equidad, el racismo y otros, resulta indispensable más aún cuando ingresamos a ciclos de crecimiento económico. 4. El presidente Humala se moja los pies mediante varios compromisos de alto riesgo político: dirigir un Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, monitorear a través del presidente del Consejo de Ministros un Consejo Económico y Social, y la instalación de un mecanismo de relación fluida del gobierno con los presidentes regionales (mediante el cual se coordinará la ejecución de políticas públicas y se hará un seguimiento a los acuerdos de mutua obligación). Tareas cuantificables en cuanto a sus logros que pueden hacer tambalear la percepción sobre el gobierno, sino se alcanzan dichas metas en el corto plazo.5. Las palabras “soberanía nacional” rondaron no sólo la juramentación del mandatario y sus vice presidentes, sino también el discurso en cuanto a una característica medular del nuevo gobierno. Es un concepto que merece desarrollarse – quizás cuando el Gabinete Lerner Ghitis comparezca ante el Congreso en los próximos 30 días – para saber sus alcances. ¿Cuáles son las áreas en las que el nuevo oficialismo considera burlada la soberanía nacional y cómo piensa recuperarla?Hay más, pero por ahora tomamos estas pocas palabras del presidente junto a las que lo comprometen a ser “celoso guardián del Estado de Derecho” y “un defensor de los derechos humanos y de la libertad de prensa y de expresión.” Seguiremos observándolo.