Dejalo ser

Columna: Agenda Política Título: Déjalo ser Por: César Campos R. Asalta mi memoria el título de una de las canciones más bellas y exitosas de Los Beatles, “Let it be” (“déjalo ser” cuyo autor, Paul Mc Cartney, tuvo el buen tino de considerarla en el repertorio de su reciente concierto en Lima), cuando observo la avalancha de evaluaciones, críticas, demandas, anticipos y sugerencias que cae sobre el presidente Ollanta Humala, a raíz de su mensaje de asunción del mando ante el Congreso y los primeros escarceos programáticos de algunos de sus ministros. Reitero mi punto de vista en torno a la imposibilidad de definir el discurso perfecto de un jefe de Estado cuando jura su cargo (por Dios, la patria, la plata, un ex presidente preso, la Constitución de Cádiz de 1812 o un largo etcétera), pero me sorprende que en el caso de Humala la esencia moderada del suyo no tenga más valor que las sospechas o los malos augurios. No se le está dejando al presidente el espacio necesario para proyectar su rumbo. Sabíamos todos que el 5 de junio – por las razones que fueran – el Perú eligió a un hombre de la izquierda peruana con principios políticos arraigados en esa esfera política. Que su corrida hacia el centro expresó la necesidad de establecer un nuevo compromiso con votantes ajenos a esa opción y proponer un cambio social sin alterar las bases del crecimiento económico, única herramienta para crear oportunidades a los más pobres. Morigeró el lenguaje igual como le ocurrió a Alan García en la campaña del 2006, donde su radicalismo verbal lo llevó a decir – poco antes de las elecciones de primera vuelta – que retiraría la firma del presidente Alejandro Toledo del TLC con los Estados Unidos. Ya en la segunda vuelta García no sólo dejó a un lado ese exabrupto sino que su bancada parlamentaria apoyó dicho acuerdo comercial en el Congreso. Humala ha dejado atrás los extremos de su programa-mamotreto inscrito ante el JNE en la campaña electoral del 2011 y quiere afincarse en la famosa Hoja de Ruta, la cual jamás eludió los pincelazos de la participación del Estado en algunas áreas económicas ni la posibilidad de hacer cambios a la Constitución de 1993. Está en lo suyo y con el derecho a manifestar abiertamente sus intenciones. Otra cosa es que algunas de sus propuestas, finalmente, colisionen con la realidad y las abandone a tiempo. El jaloneo a Humala nubla las certezas de su ubicación política, donde está obligado a lidiar con peruanos que le piden transformaciones más veloces y profundas. No olvidemos que en su papel de líder del país, les debe a ellos un diálogo permanente e invocaciones de paciencia, como lo hizo en el mensaje del 28 de julio. No lo reclamemos de otra forma. Tampoco al premier Salomón Lerner, a quien algunos lo agarran a palos por haber “prometido” hacer su tarea en aras de la “la gran transformación”. Título, es verdad, del primer documento extremista de Gana Perú pero concepto acuñado por Víctor Raúl Haya de la Torre en 1923 cuando parte por primera vez al exilio (“Retornaré cuando sea llegada la hora de la gran transformación”). Que Ollanta sea Ollanta. Dejémoslo ser como es y veamos luego los primeros resultados.