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Sábado 06 de agosto 2011

Ocaso de los dictadores

De mi columna Agenda Política del diario Expreso (6 de agosto de 2011)
Sábado 06 de agosto 2011
Ocaso de los dictadores

Columna: Agenda Política Título: Ocaso de los dictadores Por: César Campos R. Siendo director de Comunicaciones del ministerio de Justicia, diciembre del año 1985, integré la comitiva del  titular de esa cartera, Luis Gonzales Posada, en una visita oficial a Panamá. El respaldo que entonces daba al Perú a la iniciativa de impulsar un proceso de paz en Centroamérica (nacida en la isla Contadora) nos acercaba a ese país de manera intensa. El programa contemplaba un encuentro del ministro con el presidente Eric Arturo del Valle, su homólogo panameño,  Rodolfo Chiari, y el jefe de la Guardia Nacional, Manuel Antonio Noriega. Tratar con éste último era inevitable: desde 1981 gozaba la condición de personaje más poderoso del istmo luego de la extraña muerte de Omar Torrijos y había colocado en la presidencia tanto a Nicolás Ardito Barletta como a del Valle. Nos recibió rodeado de la cúpula castrense donde destacaba su segundo, el coronel  Roberto Díaz Herrera, jefe de Estado Mayor (enfrentado a Noriega, sería años después embajador en Perú). Todos lucían alguna joya dorada (anillos, relojes, esclavas, lapiceros, cadenas alrededor del cuello). Noriega era de baja estatura, con un rostro parecido al de una piña por la cantidad de pequeñas protuberancias y muy cordial. Hablaba elementalmente y nada me impresionó de este individuo al que sus allegados miraban con cierta devoción. Sólo el buen humor de Gonzales Posada propició que la cita transcurriera distendida y amena. En mayo de 1998, fui convocado por Carlos Orellana, secretario de Prensa de Palacio,  a integrar la delegación periodistas que acompañó al presidente Alberto Fujimori para cubrir la cita del G-15 (grupo de reflexión de naciones emergentes creado a fines de los 80) la cual se realizó en Egipto. En El Cairo, Fujimori sostuvo una breve reunión con Hosni Mubarak, el presidente anfitrión, en la suite del hotel donde se hospedaba.  Mubarak llevaba 17 años en el poder. Salvándose de morir en el mismo tabladillo donde asesinaron a su antecesor, Anwar el-Sadat, la seguridad era una de sus principales preocupaciones. Lo comprobé en carne propia cuando, aguardando en el pasillo su salida del breve encuentro con el jefe de Estado peruano, un gorila de su guardia de corps me estampó contra la pared apuntándome discretamente  hacia las costillas con una ametralladora que cargaba al hombro. Mubarak salió de la habitación, apenas lo vi de reojo y el gorila se desentendió de mí cuando su presidente ingresó al ascensor. Mis protestas en idioma castellano no lo inmutaron. Avivan estos recuerdos observar ayer en la misma página de las secciones internacionales de los diarios, las fotografías de Noriega y Mubarak. El primero (77 años)  a punto de ser extraditado desde Francia hacia Panamá para cumplir cinco condenas pendientes luego de los 15 años de reclusión padecidos en los Estados Unidos y otros siete recién impuestos en la región gala por lavado de dinero.El segundo (83 años) postrado en una camilla y en medio de una jaula, respondiendo a un tribunal por delitos de corrupción y el asesinato de más de 850 manifestantes que en enero último tomaron las calles para pedir el fin de su oprobioso régimen. Cruel pero justo destino el de los dictadores, aquellos que pisotean la democracia alegando salvar a la patria. Verlos ayer tan pomposos como exuberantes y hoy bañados por el  escupitajo moral de la historia, es lección que debemos almacenar en lo más profundo de nuestra conciencia ciudadana. 

TAGS: Libertad, Egipto
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COMENTARIOS
1 comentarios
pero no toquen a mi violador benedicto XVI
06 de agosto 2011
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