Prensa Odiada

Lord Garel-Jones

Columna: Agenda Política Título: Prensa odiada Por: César Campos R. Gracias a una invitación de Transparencia, algunos periodistas almorzamos ayer con Lord Tristan Garel-Jones, un político británico del partido Conservador que por 18 años representó al distrito de Watford en la Cámara de los Comunes.  La reina Isabel II lo designó caballero y pasó a integrar después la de los Lores. Garel-Jones, casado con una dama española, habla perfecto en idioma castellano. Pedro Salinas le preguntó concretamente por la relación de los políticos ingleses con la prensa, iluminando una ruta de novedades sobre el escándalo del imperio de Rupert Murdoch y sus periódicos  chuponeadores. Con poca flema inglesa, el lord nos cuenta que hace quince años no compra ni lee diario alguno porque “son basura”. Luego, por insistencia, dejó a salvo a The Economist, Financial Times y un par más. No oculto mi comprensiva mirada a estos personajes públicos que se atreven a confrontar a la prensa. Quien haya tenido el ánimo de seguirme en las modestas reflexiones sobre el tema, sabe que valoro mi condición de periodista lejos del espíritu sancionador o repulsivamente ególatra de otros colegas. Pergeñar análisis, comentarios o juicios de valor sustentados sobre la conducta de un presidente, ministro, parlamentario, alcalde o cualquier funcionario, no me hace superior al objeto de los mismos.  Me distancio de aquellos periodistas que pasean sus odios o frustraciones en las palabras  enconadas contra un miembro del elenco oficial. De los que asumen la política como un libreto de majaderías y no de negociaciones permanentes, las únicas capaces de generar los mínimos criterios colectivos.  De quienes son verdaderos maestros ciruela, que dan consejos sin tener escuela. De todos esos que renuncian a su papel intermediario para entregarse al protagonismo porque, según dicen, son “moralmente” mejores. ¿Rompo acaso por estas convicciones la valoración del periodismo serio que descubre entuertos, denuncia las miserias públicas y choca con el poder? No. Pero en la línea de lo que alguna vez escuché a Carlos Monsivais al culminar un seminario sobre el rol de la prensa durante los procesos de transición democrática realizada en la Nicaragua post Somoza, hoy padecemos la vorágine de un “periodismo de investigación” que acumula pirámides de acusaciones sin un compromiso auténtico con la sanción social. O como dijo hace pocas semanas el director de EXPRESO Luis García Miró en un justo reconocimiento a su larga trayectoria periodística, muchas “investigaciones” llegan empaquetadas a las salas de redacción con fines subalternos y siempre en provecho de algún segundo interés concreto. No nos rasguemos entonces las vestiduras. La prensa como genérico anda mal, muy mal en el ojo público y son innumerables las opiniones  mayoritariamente cuestionadoras. Dice bien el colega Fernando Vivas que para reclamar tolerancia al Gobierno, primero debemos mostrar qué mecanismos usamos para la tan cacareada “autoregulación”. ¿Qué podríamos exhibir si jamás debatimos públicamente el tema y la vanidad de muchos periodistas, junto a sus pleitos surgidos de un profundo ego colosal, les impide sentarse en una misma mesa para afrontar esta demanda ciudadana? Ojalá una voz sensata y reconocida de la prensa nos convoque para este propósito. Lo vengo sugiriendo hace muchos años y no me cansaré de continuar haciéndolo.