Majadería y mala fe

Columna: Agenda Política  Título: Majadería y mala fe  Por: César Campos R.  Lejos de recapacitar sobre el baldón histórico que le dejará al Congreso, el oficialismo parlamentario (junto a varios ingenuos de otras bancadas creyentes en la bondad de la iniciativa) insiste y celebra el traslado de la sesión plenaria a la ciudad de Ica, aparentemente convencido que es la mejor forma de “acercar” la representación nacional al pueblo.  Auguramos el desastre de esta parafernalia circense con la más prudente anticipación. El tema – lo repetimos – no es colocarse en una u otra postura respecto a los supuestos beneficios de descentralizar la asamblea legislativa. Lo sensato es medir las consecuencias previsibles y la suma de malas intenciones que transpira esta medida en el corto plazo.  Y el cálculo más próximo es la concentración de solicitudes, reclamos, expectativas y presiones de los ciudadanos iqueños que, lo apostamos, no podrá ser satisfecha por los deliberantes de curul. Aunque los congresistas adviertan los límites de su función, en tres meses el periodismo y otros sectores harán el balance de lo no cumplido. Ya no serán sólo los cuatro representantes de la hermosa tierra de Abraham Valdelomar  sino todo el parlamento que quedarán por la pata de los caballos. De la misma forma, quien no aprecie la conducta desarrollada por el presidente del Congreso, Daniel Abugattas, a lo largo de este primer mes de ejercicio como un señuelo de descrédito de la institución que dice defender y por la cual simula realizar sus mejores esfuerzos, va perdido. Abugattas sólo está abonando el camino de la catástrofe del Parlamento y su eventual cierre. Por cierto, lo hace inteligentemente cuando logra el concurso de los tontos de la llamada oposición que se prestan a su juego.  Recapitulemos: en 30 días, Abugattas ha sacralizado las “sesiones secretas” para que los ciudadanos de a pie no sepan cómo el pleno adopta sus acuerdos. Luego sembró el cobro del “gasto de instalación” como un hecho legal e irreprochable, e inmediatamente abstuvo a la bancada de gana Perú de hacerlo dejando mal a los ingenuos de la oposición que – sin la urgencia ni la disposición moral del aprovechamiento – lo asumieron. Además, con maquiavelismo de alto bordo, publicó la lista de los beneficiados.  Después ha venido el cuento de la “sesión descentralizada” para rematarla con una visita inopinada al Estadio nacional donde – Catón de utilería – hizo denuncias de irregularidades a diestra y siniestra, sin permitir el protagonismo de la Comisión de Descentralización (presidida por Martín Belaunde) sobre la materia en una investigación serena y objetiva.  Majadería y mala fe. Es lo que vemos en este abominable espectáculo de la sesión parlamentaria en Ica.  Punto aparte. He guardado siempre buena relación con Marcial Rubio (quien fue mi profesor en la Universidad Católica y años después compartí con él las misas dominicales de Juan Luis Lazarte en el colegio Inmaculada) y Pepi Patrón (una de las autoras de la Agenda Perú que, en los años, del fujimorismo, contribuí a divulgar cuando muchos de sus amigos periodistas de ahora hacían plata con ese gobierno). Sin embargo, ambos no tuvieron la gentileza de invitarme al desayuno de ayer con diversos colegas para explicar su posición sobre la PUC. Jamás en esta columna he opinado sobre el conflicto de dicha universidad – para guardar distancia y reflexión – y creo no ser un opinante mequetrefe y de última categoría. Interpreto su convocatoria sectaria (donde no pudieron ingresar reporteros de EXPRESO, Correo, El Comercio y La Razón) como un desafío chavista a la libertad de prensa. Así, van perdidos y de mi parte sólo merecen el repudio más grande.