Columna: Agenda Política
Título: Democracia y prensa
Por: César Campos R.
Es alentador que Lima haya sido anfitriona de 13 ex presidentes latinoamericanos y un ex jefe de Gobierno español, quienes conmemoran 10 años de la aprobación de la Carta Democrática a cargo de la Asamblea General de la OEA. Todos ellos además dispuestos a debatir cómo enriquecemos la democracia regional y la preservamos de los zarpazos autoritarios ya visibles en varios países (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua) así como de su inspiradora más antigua: la dictadura comunista de Cuba.El beneplácito se lo debemos al ex mandatario peruano Alejandro Toledo, promotor del Centro Global para el Desarrollo y la Democracia que reúne a ex jefes de Estado surgidos del irreprochable veredicto de las urnas o de los legítimos mecanismos constitucionales (casos Gustavo Noboa de Ecuador o Carlos Mesa de Bolivia) y cuyas gestiones gubernamentales – buenas, malas o mediocres – respetaron los cánones del orden jurídico interno.
Ha dicho el presidente Humala que la Carta Democrática de la OEA necesita herramientas de “segunda generación” como las políticas de inclusión social. Y Toledo – a través de un artículo periodístico – sostiene que “si la democracia representativa no mejora las condiciones de vida de la población, se larva la impaciencia”.Ambos tienen razón y el objetivo de hacer una democracia palpable es la cuadratura del círculo de muchos gobernantes que no logran encontrar el punto medio de un sistema político eficaz para todas las sangres (y todos los bolsillos).Sin embargo, me permito sugerir otro tema tan importante como el que ellos plantean. Ese es el de las relaciones de la prensa con los gobiernos democráticos. Relaciones tapizadas de fricción, juegos ocultos, zancadillas, intereses subalternos, caricaturas y el vano oficio de cada una de las partes de sentirse superior a la otra.El punto tiene antecedentes ya escudriñados. En setiembre del 2004 se dio a conocer el estudio “Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos en América Latina”, preparado por el PNUD entre el 2002 y el 2003 – por un equipo de investigadores que dirigió el ex canciller de Argentina, Dante Caputo – con entrevistas a 40 presidentes y vice presidentes de la región y más de 200 líderes de 18 países de la misma.Dicho estudio, entre otros datos, pone en boca de los mandatarios de esa época su incomodidad ante la existencia de una presión ejercida por poderes extraterritoriales. Uno de ellos el de la prensa. Un jefe de Estado llegó a decir que “el gran capital es un factor de poder mucho más real hoy, porque se ha ido apoderando de instrumentos mediáticos”.Varios de los presidentes consultados señalaron que la prensa cuenta “con más poder que el poder castrense, el Ejecutivo, la propia iglesia y los partidos políticos”. Algunos añadieron que los medios “han reemplazado en influencia a los partidos” y se han instalado en el centro de la sociedad, “lo que es bueno – dicen – para el control de los otros poderes pero, al mismo tiempo, si no existen formas de autocontrol, ese poder puede convertirse en una inquietante perversión”.Cien, mil, un millón de veces prefiero que esto lo discutan los estadistas democráticos y no los diplomáticos del oprobio que – como los de Venezuela y Cuba en el Perú – tuvieron el desparpajo de estimular un “foro” contra el “terrorismo mediático” este fin de semana. Es un tema totalmente debatible, aunque muchos de mis colegas se rasguen las vestiduras.
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