Quien no ha disfrutado al entrar la noche, en cualquier esquina de barrio de ese olor impregnante del ají panca en matrimonio con otros elementos que perfuman y conquistan trozos de corazón de res que, al contacto con el calor de una parrilla ardiente, convierten en el edén de los sabores a una ciudad que se resiste a renunciar a sus costumbres, con admirable sabiduría.
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