Inclusión y minería

Columna: Agenda Política Título: Inclusión y minería Por: César Campos R. (Desde Arequipa).- Ya son tres años seguidos los que asisto a la Convención Minera denominada PERUMIN cuya marca nativa sólo está determinada por la condición de anfitriones, ya que en todo lo demás es un verdadera cita de carácter internacional. Basta recorrer las calles, los hoteles o los pasadizos de las áreas de exposición  – todos con una denominación alusiva a la tierra arequipeña – para sentir como si estuviéramos en Nueva York o cualquier otra ciudad cosmopolita del mundo. La invasión extranjera se materializa en estos días a la vera del Misti. Esta aproximación, por supuesto, no está exonerada del ojo crítico que siempre me ha suscitado una actividad tan llena de historia como de calvarios, sobre todo porque nuestra literatura recogió los capítulos más ignominiosos de la minería en el país. Recordé hace poco en esta columna – comentando un libro del profesor y economista norteamericano Shane J. Hunt – a Ricardo Palma cuando se refería al Potosí del siglo XVI como “pueblo minero, pueblo vicioso y pendenciero”, una extensión social de lo que la explotación de la plata suscitaba en aquella época.  Sin embargo, también diré que  es difícil sumarme al cogollo anti minero de nuestra patria enrolado en la desaparición total de las operaciones extractivas o simples tributarios de una base popular a la que estimulan las visiones más catastróficas sobre el rubro. Quien no quiera reconocerle una etiqueta ideológica a esa especie (igual como las cucarachas sobreviven a las explosiones atómicas, ésa ha sobrevivido a la caída del muro de Berlín), es su problema. Otros lo tenemos claro. Y en el lenguaje de tales cucarachas – repito, los fomentadores ideologizados o rentados de la anti minería, no las comunidades que exigen respeto a sus derechos – hay  un divorcio absoluto entre dicha actividad y la inclusión social. Según ellos, las ganancias han ido a parar a los bolsillos y no a la inversión en la lucha contra la pobreza o el desarrollo de las localidades donde hay presencia minera.  Me hubiera gustado que ayer las cucarachas ocuparan un sitio preferente en el encuentro empresarial y escucharan con atención lo expresado por el presidente de la Región Arequipa, Juan Manuel Guillén, al declarar inaugurado el evento. Guillén – reconocido hombre de izquierda y muy respetado en la comunidad characata – apeló a  dos ejemplos concretos de cómo la minería aporta al desarrollo nacional en conjunción con las políticas de Estado.  Citó el caso del circuito Cañón del Colca-Cotahuasi-Valle de los volcanes, que fue posible ponerlo en ejecución gracias a un acuerdo del gobierno regional con la empresa minera Buenaventura. El otro caso fue el de las poblaciones más pobres de la provincia de Arequipa (que suman cerca de 350 mil personas), las cuales padecen no sólo la falta de agua potable sino también la alta contaminación del río Chili que afecta las áreas agrícolas. Guillén anunció que gracias a un acuerdo con la minera Cerro Verde, en abril del 2012 se entregará una nueva planta de agua potable para atender a dichas poblaciones y meses después una planta de saneamiento de las aguas del Chili. La inversión total de ambos proyectos suma 280 millones de dólares. No hace falta agregar más sobre el punto. Guillén, hombre de izquierda, bien merece el puesto que ostenta. Las cucarachas algún día tendrán que desaparecer.