Nueva Ciencia de la Política, de Eric Voegelin 1. SíntesisEl capítulo IV de la Nueva Ciencia de la Política, de Eric Voegelin, estudia el gnosticismo y la naturaleza del Modernismo.
El gnosticismoLa característica de los movimientos políticos modernos es que derivan de herejías del Cristianismo eliminados por la Iglesia Universal. Estos movimientos entendían una venida inminente del Reino de Dios, como “anuncio revolucionario del Milenio en el que Cristo reinaría sobre esta tierra con sus Santos”.Una concepción de la Historia descartada por San Agustín en Civitas Dei. No habrá divinización de la sociedad aparte de la presencia pneumática de Cristo en su Iglesia. Así, durante toda la Edad Media la sociedad se articuló en los órdenes espiritual y temporal. El orden temporal se concretaba en Roma (Emperador) y la Iglesia representaba el orden espiritual (Papa). Emperador y Papa como representantes supremos en el sentido existencial y trascendental.En el siglo XII apareció una nueva escatología del Reino con el deseo de buscar una re-divinización de la sociedad. Joaquín de Flora rompió con San Agustín clasificando la historia en períodos en función de la Trinidad: Edad del Padre (Abraham), Edad del Hijo (Cristo) y Edad del Espíritu Santo (Dux o un caudillo). Según Voegelin, Joaquín creó con esta interpretación el conjunto de símbolos que gobiernan la sociedad política moderna en la actualidad.La última edad es el Tercer Reino Final, reflejado en las ideas de Turgot, Comte, Hegel, Marx o Hitler. También el símbolo del caudillo fue asociado a San Francisco, al príncipe de Maquiavelo o al Superhombre. En esta Tercera Edad, el Espíritu Santo transformará a los hombres en miembros perfectos del Nuevo Reino sin necesidad de Iglesia, ni mediación de la gracia. Esto se manifestó en diversas sectas medievales, en el Renacimiento, en las Iglesias puritanas, en las ideas democráticas contemporáneas y en la mística marxista del reino de la liberación y desaparición del Estado.Por ejemplo, el Tercer Reich de Hitler se deriva de la especulación de Joaquín introducida en Alemania tras la Reforma y por las ideas de Fichte, Hegel y Schelling. La idea rusa de la Tercera Roma se caracteriza por la misma combinación de una escatología del Reino espiritual con su realización en una sociedad política.
La idea de Moscú como sucesora del Imperio Oriental ganó terreno a partir de la forma bizantina del cesaropapismo en continuidad directa con el Emperador de la Roma pagana. En el Zar convergen todos los imperios cristianos en uno cuando Europa se desintegraba al mismo tiempo por la Reforma.Para Voegelin, Rusia desarrolló un tipo específico de representación trascendental y existencial que no cambió pese a la occidentalización a partir de Pedro el Grande. Surgió una exaltación del apocalipsis de la Tercera Roma con un destino mesiánico, una historia eslavófila y anti-occidental, una visión de una Rusia autocrática y ortodoxa que conquistaría el mundo después de florecer en una sociedad libre formada por todos los cristianos unidos (Dostoievski) y más tarde en la forma secularizada de la dictadura del proletariado (Revolución de 1917).Por tanto, los símbolos de Joaquín de Flora afectan decisivamente a la estructura de la política moderna mediante los cuales las sociedades políticas occidentales interpretan el significado de su existencia, ya que esta escatología es una especulación sobre el significado de la historia que contrasta con el pensamiento agustiniano.San Agustín distinguía una esfera profana que carece de dirección (los Imperios nacen y mueren) y una esfera sagrada cuya culminación es Jesucristo y el establecimiento de la Iglesia. Joaquín quiso dotar a la Historia de un significado por medio de la irrupción del Espíritu Santo que evolucionaría más tarde en la secularización en la inmanencia y en la idea de Progreso. Nace así el problema del Eidos de la Historia que no existía en la Antigüedad Clásica (Platón y Aristóteles) ni en el Cristianismo.Para Voegelin, el problema de la existencia de un Eidos (como fin, meta, telos) en la historia surge tan sólo cuando se hace inmanente la plenitud trascendente del Cristianismo. El autor piensa que esta teoría es una falacia porque “las cosas no son las cosas ni poseen una esencia en virtud de declaraciones arbitrarias”, es decir, la historia no puede ser un objeto de la experiencia ni haber un Eidos imaginario.La tentativa de crear un Eidos de la historia conduce a la falacia de hacer inmanente el escathon cristiano. Dentro de las versiones inmanentistas, si el énfasis recae en el movimiento sobre la perfección final, el resultado es la interpretación progresista de la Historia (Diderot y D´Alambert), como aumento cualitativo y cuantitativo del bien presente.Si se concede más importancia a la perfección final sobre los medios necesarios para su consecución nos encontramos con el utopismo (Tomás Moro e idealismos sociales). Por último, el inmanentismo también se puede extender a la totalidad del símbolo cristiano, misticismo propio de un estado de perfección que se alcanza mediante una transfiguración revolucionaria del hombre (Marxismo).Lo que se logra con el inmanentismo es para el autor, “una certidumbre sobre el significado de la historia y del lugar que el hombre ocupa en ella”. Hay una incertidumbre y una angustia que se combate por medio de un inmanentismo falaz. Esta incertidumbre es la esencia misma del Cristianismo que aparece tras la pérdida de un “mundo lleno de dioses” que proporcionaba seguridad. Si el mundo se desacraliza, la comunicación con el Dios trascendente queda reducida al tenue vínculo de la fe. Las gnosis que acompañaron al Cristianismo desde el principio proporcionaron las alternativas para eludir la profundidad de la fe en sentido estricto “heroica aventura del alma que es la fe cristiana”. Desaparecida esta se cae en la tentativa de hacer inmanente el significado de la existencia.Para Voegelin, las experiencias gnósticas (intelectuales y emotivas) ofrecen mayor seguridad porque constituyen el núcleo de la re-divinización inmanentista de la sociedad y porque los hombres que caen en ellas se divinizan al sustituir la fe en sentido cristiano por otros medios más masivos de participar en la divinidad. Estas experiencias han sido el núcleo del desarrollo político occidental con el marxismo, el humanismo, la Ilustración, progresismo, liberalismo y positivismo.Algunas variantes del gnosticismo se oponen entre sí pero todas concuerdan en la divinización del hombre en la historia cuyo momento cumbre llegará cuando tome conciencia de que él mismo es dios. Una idea que tiene su origen en la introducción del Espíritu de Dios dentro del hombre al tiempo que se deja al mismo Dios en su transcendencia.Para Voegelin, los movimientos políticos modernos estructuran una realidad política neopagana y tienen un origen en herejías medievales, por lo que podría considerarse que la esencia del Modernismo y de su anti-cristianismo tiene lugar por el crecimiento del gnosticismo.La herejía gnóstica desde los primeros siglos fue el gran enemigo del Cristianismo, aunque por sí misma no llevaba necesariamente a la falaz construcción de la historia del Modernismo desde Joaquín de Flora. Se mezclaron la búsqueda de la certidumbre, el significado de la historia y la orientación hacia su especulación. Los grupos sociales que han transportado estas ideas y que han articulado la sociedad fueron primero la gente de la ciudad, después la burguesía progresista, los obreros socialistas y la clase media del fascismo. Además, el avance de la ciencia se convirtió en el vehículo simbólico de la verdad gnóstica (cientifismo), cuyo punto álgido se encuentra en el positivismo de Comte y que permanece muy presente en la actualidad.La moderna especulación gnóstica articula la sociedad occidental bajo el simbolismo de que hay un proceso civilizatorio perceptible como un todo, que se mueve de forma inteligible hacia un fin. En definitiva, según Voegelin “esta especulación gnóstica se impuso a la incertidumbre de la fe mediante el abandono de la trascendencia y dotando del significado de la culminación escatológica al hombre y a su esfera de acción intramundana”. El progreso de la civilización se entiende como “una labor mística de autosalvación”, que se materializa en la creación del paraíso terrestre.
Un milagro que se construye a través de los éxitos literarios y artísticos (inmortalidad de la fama del humanista en el “santoral positivista”), el éxito económico, la aportación de liberales y progresistas a la civilización y por la acción revolucionaria que instaurará el Milenio Gnóstico. Esto supone que el premio de la salvación depende de la aplicación del hombre a la actividad intramundana.A quién se dedica al asesinato de Dios, se le premia con la inmortalidad política y científica pues prevalece la verdad gnóstica organizadora de la civilización. Quién prefiere seguir a Dios es “lanzado al infierno del olvido social” porque niega un paraíso mucho más feliz.La Revolución Gnóstica y el caso puritanoEl capítulo V trata sobre la revolución gnóstica y el caso puritano. La Modernidad es el periodo de crecimiento del gnosticismo que se alza victoriosamente con la supremacía sobre una tradición clásica. La idea de una Edad Moderna que se sucede a la Edad Media es en sí mismo uno de los símbolos creados por el movimiento gnóstico, un símbolo de una edad nueva cuyos protagonistas son los intelectuales humanistas, protestantes e ilustrados.El gnosticismo se renueva a intervalos frecuentes, por oleadas gnósticas que se consideran a sí mismas como la del futuro. Así, la Reforma abre una clara época de la historia occidental al entenderla como la invasión victoriosa de las instituciones por movimientos gnósticos. El resultado fue la división de la Iglesia y la conquista gradual de las instituciones políticas por el gnosticismo.En el siglo XVI, “el juicioso Hooker” estudió los movimientos de masas gnósticos y el mecanismo psicológico del puritano. Hooker describe la psicología de los puritanos que se caracterizaban en primer lugar por tener una causa, basada en imputar todos los males a una institución o Gobierno y señalando cómo suprimirla. Recomiendan una nueva forma de gobernar como remedio a todos los males modelado y asociado a pasajes y términos de la Escritura.El puritanismo trata de persuadir y hacer sentir a los crédulos de que son unos elegidos, dividiendo la humanidad entre hermanos y mundanos. Cuando la experiencia gnóstica se consolida, todo está preparado para la llegada de un caudillo. Primero se crea un medio ambiente social para que cualquier opinión contraria sea rechazada siendo impermeables a la discusión. Su actitud es psicológicamente impenetrable e imposible de conmover con argumentos.Según Voegelin, Hooker se dio cuenta de que la postura de los puritanos no se basaba en la Sagrada Escritura porque camuflaba el Cristianismo en la causa de su doctrina. Este camuflaje (citando pasajes fuera de contexto) era necesario para la revolución gnóstica porque un movimiento abiertamente anticristiano no hubiera tenido éxito. Calvino estableció la recta lectura de la Sagrada Escritura, formulando sistemáticamente la nueva doctrina para hacer eficaz el camuflaje y evitar el caos que suponía la libre interpretación.La obra de Calvino fue el primer “koran” gnóstico deliberadamente creado desde una fe que se inventa una nueva verdad y piensa que un mundo nuevo comienza con ella. Todo movimiento gnóstico contiene una obra básica, por ejemplo la Enciclopedia de Diderot y D´Alambert, la obra positivista de Comte o la de Marx para el movimiento comunista.Otro elemento importante es la codificación de la verdad para evitar que la verdad del movimiento gnóstico quede expuesta permanentemente a la crítica. El peligro se detiene al hacer tabú de los instrumentos de crítica, tal como ocurrió en la Reforma con la filosofía clásica y la teología escolástica. El tabú fue la tradición y el discurso especulativo.Para Hooker, el diálogo con sus adversarios puritanos era imposible porque no aceptaban la discusión, a la manera de Averroes “cuando la divinidad se convierte en tema de discusión resulta destruida”, quedando el debate filosófico en la solución islámica. Es decir, reducido a círculos esotéricos sin participación del “vulgo”. Las ideas puritanas, dirigidas a la acción política, no terminan con la persuasión sino que se clausuran por la autoridad del gobierno, cuya disciplina tiene que ser aceptada porque tiene el deber de proteger tanto el orden como la verdad que representa.Voegelin dice que se muestra contrario a la habitual consideración del puritanismo como movimiento cristiano. No considera que exista en el Nuevo Testamento ningún pasaje con connotaciones revolucionarias y menos que anime al establecimiento del Reino de Dios por la acción militar de un ejército puritano que se adjudique esta función angélica. Para el puritano los hombres deben entregarse a alguna práctica con el fin de precipitar su venida y destruir “Babilonia”.Es decir, el camuflaje de la Escritura no basta para ocultar la reducción de Dios a hombre y esto según el autor nada tiene que ver con el Cristianismo, “el Santo es un gnóstico que no deja a la gracia de Dios la tarea de transfigurar el mundo, sino que él mismo se hace cargo de la labor de Dios en la historia”.Los revolucionarios tienen un programa para organizar la sociedad una vez que el viejo mundo se convierta en nuevo gracias a sus esfuerzos. El mundo nuevo y transfigurado queda libre del Mal y la configuración de las cosas (por los Santos de la Inglaterra de 1649) se parece a la que los gnósticos pretenden con la Dictadura del Proletariado (Revolución Rusa de Lenin).La victoria puritana preserva las estructuras institucionalizadas pero el espíritu que las anima cambia radicalmente. Esto se debe al cambio de las personas que gobiernan, siendo el único camino recto aquel que lleva a “suprimir para siempre a los enemigos de la santidad”.Se instaura un orden que es universal y con pretensiones de dominación que se extiende a todas las personas y cosas. Es decir, para Voegelin, la dinámica de la revolución de los gnósticos tiene como meta el monopolio de la representación existencial que implica un universalismo entre dos mundos que buscan el aniquilamiento mutuo. La Revolución gnóstica tiene como fin el cambio de la naturaleza humana y la creación de una sociedad transfigurada.Por último el autor estudia a Hobbes, que resolvió el conflicto (entre los que desean mantener un orden y los que quieren cambiarlo) al decidir que no hay más verdad pública en una sociedad que la que deriva de una ley de paz y concordia. Para este pensador existe en el hombre un dictado de la razón, fundada en la palabra divina, que le dispone a la paz y a la obediencia bajo un orden civil. La ley natural y la ley civil son de igual valor, cuando se pacta la sumisión a un soberano común. Todo ello con vistas a una existencia ordenada y a la organización derivada de la autoridad y su ley y no de la Revelación.2. ReflexiónLa lectura de los capítulos IV y V de la Nueva Ciencia de la Política de Eric Voegelin son muy interesantes porque abordan un tema tan profundo que permite analizar el pasado y el presente de nuestra civilización. Voegelin transmite que el gnosticismo no está extinguido sino que está muy presente en los movimientos políticos modernos. Estos movimientos tienen su origen en herejías gnósticas que afloraron tras la Reforma. El gnosticismo parte de una interpretación falaz de la realidad y de la historia que conduce a la consecuencia política de la “salvación por la razón”. Un objetivo político común de todas las ideologías de la Modernidad.Parece habitual el intento del hombre de creerse dios, divinizar la sociedad y buscar un destino mesiánico, dando un significado a la historia y fabricando una realidad según su deseo (paraíso terrenal). Es el intento, en mi opinión, de eludir la inseguridad que da el Cristianismo. Porque evangélicamente no se acepta que el hombre se considere un dios. Por ello, históricamente se ha caído en la tentativa política de sustituir una divinidad por los propios hombres que en lo político se manifiesta por la creación de un Estado cuya principal tarea es acercarse a un futuro paraíso en la Tierra. Un Estado en el que no haya nada fuera de él porque él es la eticidad. Por tanto, se llega aquí a que la idea es la que pone la realidad. Una falacia (“pienso luego existo”, según lo que yo pienso son las cosas) en la que lo exterior se conforma a la idea subjetiva. Todo ello procede a desmontarlo minuciosamente Voegelin. El autor también presta atención al puritanismo, que es la afirmación del Espíritu como negación de lo corporal. Fue una oleada de gnosticismo que se consideró como símbolo de una edad nueva y que conquistó revolucionariamente las instituciones de Inglaterra en el siglo XVII. La psicología del puritano según Hooker es interesante y me recuerda al fundamentalismo y al terrorismo porque persuaden a los débiles dividiendo el mundo de manera simple (buenos y malos) para crear confrontación con el que llegar al poder y ejercerlo de forma intransigente. El puritano se cree que es Dios y actúa haciendo la revolución universal para transformar el mundo y adaptar la realidad a su deseo, eliminando a los que les estorban. Y esto es totalmente anticristiano.Sin embargo, algunos temas de la lectura suscitan algunos aspectos que parecen no aclararse, sobre todo respecto a la parte IV de la Nueva Ciencia de la Política.Voegelin no habla de la época del Cristianismo primitivo. En su razonamiento en la parte IV sobre la relación del Cristianismo con el gnosticismo falta el apunte de que los movimientos gnósticos fueron anteriores al Cristianismo y no al revés. El gnosticismo nació en Mesopotamia y ya se había infiltrado en el judaísmo antes de que San Pablo los combatiera (Cartas a los Corintios y Filipenses).Los primeros gnósticos relacionados con el cristianismo primitivo (Basílides, Isidoro, Valentín, Ptolomeo, Florino, Harmonio, Teodoto…) predicaban otro Jesús y una ética diferente a la del amor y el perdón. Creían que el hombre estaba esclavizado, que Dios era el responsable del Mal y que todo lo que se hacía con el cuerpo era éticamente indiferente. Todo ello mezclado con elementos mágicos y ocultistas. En definitiva, para ellos el mundo material era malo y por ello resultaba inútil la figura de un Redentor porque excluían la idea del pecado. Se salva quién accede a la gnosis, como adepto que pertenece a una élite (iluminados o ilustrados) que sólo entre ellos conocen la verdad. La clave de estas ideas radica en que si el hombre está preso en un cuerpo material tampoco se puede responsabilizar de sus actos. Sin embargo, la huida al principio de la realidad de los grupos gnósticos les puso a salvo de tentaciones como controlar el poder político en su beneficio o el hecho de perseguir a los que no compartían su visión. Tentaciones en las que si cayeron otras religiones.A diferencia de este primer gnosticismo (conocido a través de los Evangelios gnósticos descubiertos en 1945 en Nag Hammadi, Egipto), los apóstoles predicaron que no hay amor a Dios sin amor al prójimo y que no había nada negativo en lo material ya que sin la Encarnación no se podría haber salvado la humanidad por medio de Cristo. Por eso es importante la práctica del amor y apoyaron el establecimiento de la Iglesia para la defensa de la verdad sin alteraciones.Los gnósticos estuvieron más próximos al Evangelio de Juan (por su dualismo y apocalipsis) pero si no hubiese sido por San Pablo y después por Irineo y Tertuliano, el gnosticismo tal vez hubiera podido absorber al cristianismo y dominar la historia. Voegelin parece pasar por alto que antes de la irrupción de los movimientos políticos gnósticos en la Modernidad, ya hubo un primer enfrentamiento del gnosticismo contra el Cristianismo en la Antigüedad. La conclusión sobre este asunto, en mi opinión, es que el concepto gnóstico de divinidad, la naturaleza de Cristo, el camino de salvación y por tanto la orientación de la política difieren de la doctrina cristiana como se constata por ejemplo en Colosenses 2, 8 y Hechos 8, 9 y 24.La Fe y en general lo espiritual pueden traer consigo sentimientos de culpabilidad, perdón, arrepentimiento, esperanza, amor etc. Estas experiencias llevan a la inseguridad y tienen connotaciones en la política de una sociedad. Se ha tratado de superar lo que se ha considerado “una carga del Cristianismo” eliminando sus referencias, construyendo una sociedad sin fe dentro de un Estado sin Dios.Es el objetivo político que han tenido los movimientos políticos gnósticos cuyos valores (ciencia y dinero) han sustituido a los tradicionales a partir de la Edad Moderna. Esto está en relación con lo que señala Voegelin de que el gnosticismo proporciona una sustitución emocional del Cristianismo para remediar la incertidumbre de la fe en sentido estricto.El peligro está en la re-divinización de la sociedad y en el endiosamiento del hombre que conllevan estas ideas. Aparecen unos riesgos que se manifiestan en la política porque hay movimientos gnósticos que se oponen entre sí (liberalismo/capitalismo-socialismo/comunismo) cuyas consecuencias traen consigo conflictos económicos y sociales (guerras mundiales). Además, si el hombre toma conciencia de que él mismo es dios, puede llevar a cabo transformaciones bruscas de la realidad si no le gusta el mundo en el que vive (el fin justifica los medios).Actualmente, los ciudadanos eligen por votación democrática a sus líderes políticos que se dedican a gobernar sus Estados con el fin de transformarlos en paraísos en la Tierra (Estado de Bienestar). Algunas veces logran expandirse y tener éxito en bienes materiales pero es muy difícil que consigan la felicidad y la realización humana verdadera. Principalmente porque un paraíso pagano y gnóstico (basado en verdades arbitrarias) se construye a costa de lo que Voegelin entiende como “muerte del Espíritu”.Por eso la existencia y éxito de un régimen político gnóstico produce su propia decadencia. Además, personalmente creo que por lógica, un modelo de hombre que juega a ser como Dios y al mismo tiempo desea matarlo no puede sobrevivir por mucho tiempo. En su propia carga genética se encuentra la semilla de la autodestrucción.