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Domingo 04 de marzo 2012

Nace el 'Homo Digital'

Domingo 04 de marzo 2012
Nace el 'Homo Digital'

Nace el 'Homo Digital'Las redes sociales han entrado en el bolsillo gracias a los móviles con Internet y han cambiado nuestra relación con el entorno y con nosotros mismos

Viernes por la noche. Tres amigos se toman una caña en un bar. Uno de ellos se ausenta un momento para ir al baño. Otro se encuentra a un conocido y se aleja a hablar con él. El tercero se encuentra de pronto y momentáneamente solo.Observa, se aburre un poco y empieza a quemarle el bolsillo. Algo late ahí dentro reclamando su atención. Tras dos segundos de valiente resistencia, saca su móvil con conexión a Internet, pulsa un par de botones, y adiós soledad, adiós aburrimiento. Un torrente de amigos y estímulos se cuela en el bar de la mano de su red social. "Qué bonito que tus colegas te dejen colgado empinando el codo en un bar", escribe en su muro de Facebook. Otro homo digital reacciona enseguida. Clic. "Me gusta".La situación descrita es real y sucede todo el rato. El motivo, además del avance de las redes sociales, es ese invento altamente adictivo que son los smartphones o móviles con acceso a Internet. Un 26% de los internautas mundiales ya navega con su teléfono, un 14% en España, según la consultora TNS. Y gran parte de ese tiempo se dedica a las redes sociales. En 2010, el número de españoles que accedieron de este modo a Twitter creció un 347% y a Facebook, un 112%.

El impulso de mirar qué se cuece en las redes sociales nos sorprende viajando en el metro, pero también en situaciones fuera de lugar, incluso mientras conversamos -en persona- con alguien que no capta toda nuestra atención. "Me doy cuenta de que no es normal la cantidad de veces que accedo al día a mi cuenta de Twitter", dice una diseñadora catalana. "Desde que tengo un iPhone claramente abuso", explica un periodista. "Tengo un extraño sentimiento de culpa que me hace fluctuar entre consultar mi Facebook o el Twitter cuando voy al baño o hacerlo descaradamente", dice un funcionario.La conquista digital de nuestras vidas avanza a un ritmo vertiginoso. Si en 2004 un 40% de la población española usaba Internet, el año pasado la proporción era del 64,2%, según el estudio La sociedad de la información en España 2010, de la Fundación Telefónica. La cifra sigue creciendo entre otros motivos por el tirón de las redes sociales. España es el séptimo país donde más se usan: la mitad de los internautas pertenece a alguna; un 78% en el caso de los adolescentes.Seis de cada diez internautas las consulta todos los días. Y esa operación cada vez nos lleva más tiempo. De cada cinco minutos que pasamos navegando dedicamos más de uno a las redes sociales (Estudio Agencia 101). Los 15 millones de usuarios españoles de Facebook le dedican de media 47 minutos diarios. Los 10 millones de Tuenti, 82 minutos diarios. Muchas veces ese tiempo se compagina con otra tarea, como ver la televisión.El tópico de que esto es cosa de jóvenes ya no sirve. Los mayores también se están subiendo al carro y en el último año son quienes más tiran de la expansión digital. Les gusta comprar por Internet, realizar operaciones bancarias, leer libros electrónicos... y navegar con el móvil. Si una de cada dos personas que accede a la red de esta forma lo hace a diario, en el caso de las personas de 45 a 54 años la proporción sube a dos de cada tres. Si el 44% de la población utiliza el servicio más de una hora a la semana, en el caso de los mayores de 45 el porcentaje aumenta al 65%.La crisis también ha contribuido al tirón del mundo virtual, pues se ha convertido en un refugio para mucha gente. Los parados son el grupo sociodemográfico que más ha crecido entre los que acceden con mayor frecuencia a la red (los que la usan todas las semanas), duplicándose en cinco años: del 27% en 2005 al 55% en 2010 (Perfil sociodemográfico de los internautas. INE 2010). Esto es posible por su bajo coste. Una vez pagada la tarifa plana del ADSL, hay infinidad de servicios gratuitos. Y si antes para felicitar a un amigo por su cumpleaños le llamábamos por teléfono o le enviábamos un SMS, ahora cada vez más optamos por escribir una felicitación (pública) en el muro de su red social y si lo llamamos, cada vez más usamos aplicaciones gratuitas (WhatsApp, Viber, Skype o Google Talk).En 2011, la duda ya no es si abrirse o no un perfil en Facebook, sino cómo dominar a nuestro yo virtual y el uso que hacemos de él. Y, sobre todo, el que este acaba haciendo de nosotros. Porque el viaje es de ida y vuelta: las redes sociales afectan a la forma en que construimos nuestra identidad.José Errasti Pérez, profesor de Psicología en Oviedo, lo compara con lo que le sucedía a los concursantes de Gran Hermano una vez ponían un pie en la casa del concurso: "Cuando somos observados sentimos cosas diferentes y nos comportamos de forma distinta", explica. Al igual que en el reality, las relaciones personales mediadas por ordenador funcionan de una forma que no conocemos. Antes de opinar o contar algo nos lo pensamos más, y al no expresarnos cara a cara lo hacemos con mayor desapego e "histrionismo", en palabras de Errasti.La empatía y el contagio también funcionan en las redes sociales y cuanto más abren su intimidad nuestros conocidos más lo hacemos nosotros también. Y quien se abrió una cuenta en Twitter jurándose hacer un uso sensato de la herramienta puede que meses más tarde acabe compartiendo sin empacho su inclinación política. "En la red hay ruido constante", dice Javier de Rivera, que está investigando desde la Facultad de Políticas y Sociología de la Complutense la relación entre redes sociales y la sociología de la comunicación. "La gente se desinhibe más y al final dice lo que piensa. Es muy difícil mantener una fachada. Si te retienes, no participas".

El deseo de popularidad también afecta a nuestro comportamiento, aunque a veces no seamos muy conscientes de ello. Twitter es un buen ejemplo: la popularidad, y por tanto la influencia, depende del número de seguidores. A veces, incluso el amor propio. "Si alguien retuitea (es decir: reenvía a sus seguidores) algo que he escrito, mi autoestima puede subir, y también bajar si no lo hacen", dice Fernando Álvarez, entrenador de emprendedores de la empresa Desde la Trinchera. "La autogestión emocional es muy importante, porque puedes terminar de los nervios. Hay personas que sufren unos vaivenes tremendos", dice.Todo este vaivén de emociones tiene que ver con la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer e involucrado en muchas adicciones. Cuando alguien nos menciona públicamente en una red social, nuestro cerebro libera una pequeña dosis de dopamina. Y esa sensación, esa búsqueda de estímulos, engancha.Además de los problemas laborales o de pareja que esta adicción pueda causar, gracias a Nicholas Carr sabemos que las implicaciones pueden ir mucho más allá. El autor de Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? se ha hecho famoso entre otras cosas por alertar de los efectos negativos en nuestra capacidad de concentración que tiene nuestro afán de ir de tuit en tuit: "La red disuade el pensamiento con atención -nos bombardea con distracciones e interrupciones- y como resultado, creo que debilita nuestra capacidad para filtrar las distracciones y centrarnos en una cosa, o una línea de pensamiento durante un periodo de tiempo dilatado", contestó durante una entrevista digital de EL PAÍS.El homo digital se encuentra en una continua lucha consigo mismo. Algunos, además, deben decidir qué esfera de sus vidas quieren (y deben) volcar en sus redes sociales para no acabar teniendo un problema profesional. "En Twitter, ¿puedo volcar mi opinión o se supone que representa a la empresa en la que trabajo?", se preguntan muchos periodistas. La esfera de lo privado y lo público es muy difusa en la red y a veces separar bien ambas es clave.¿Y el activismo? ¿Qué hay de las revueltas árabes o del 15-M, tan ligados con las redes sociales? ¿Acaso no nos hacen más revolucionarios? En octubre de 2010, la revista The New Yorker publicó un artículo que defendía que las redes sociales no son suficientes para provocar cambios sociales. "Se construyen a base de lazos muy débiles (...). Y los lazos débiles casi nunca conducen a un activismo de alto riesgo. Las redes sociales son efectivas aumentando la participación... pero lo hacen reduciendo el nivel de motivación que requiere la propia participación". El reportaje tenía un título lapidario: Small change. Why the revolution will not be tweeted (Calderilla. Por qué la revolución no será tuiteada).Tres meses más tarde, los ciudadanos de los países árabes emprendían en cadena la revolución más importante de los últimos años y en su afán por cortarles las alas, los Gobiernos de muchos de estos países cerraron el acceso a Twitter o Facebook. ¿La revolución no será tuiteada?La relación de las redes sociales y el activismo es uno de los asuntos en estudio. En España se está viviendo de lleno con el Movimiento 15-M, cuya popularización se palpó claramente en Twitter. El mismo 15 de mayo las etiquetas ( hashtag ) más populares del movimiento (#Democraciarealya, #nolesvotes o #spanishrevolution) tuvieron 3.450 menciones según el medidor Meltwater Buzz. Al día siguiente, 16 de mayo, alcanzaron 14.170 menciones. El 17 ya eran 41.590 y el 18 tocó su pico, con 56.930 tuits sobre el tema (el 68% de ellos de personas entre 18 y 34 años).Pero una cosa es tuitear o retuitear una información con la comodidad de pulsar un botón y otra muy distinta es coger la esterilla y pasar la noche en Sol. Que el activismo de nuestro yo digital difiere del de carne y hueso se comprobó el miércoles 8 de junio. Los acampados en Madrid convocaron una protesta frente al Congreso para protestar por la reforma de la negociación colectiva. Mientras que el asunto echaba humo en Internet y los medios de comunicación les cedían toda su atención, en las puertas del Congreso no más de 2.000 personas participaban en la sentada. ¿Magnifican las redes sociales la realidad?"Más que magnifica, amplifica", dice Arnau Monterde, ayudante de investigación del seminario Comunicación y Sociedad Civil, del Instituto de Investigación de Internet (Universidad Oberta de Cataluña), y participante del movimiento 15-M. "La red permite reducir los esfuerzos y facilita una forma de participación más difusa", dice. "Las redes sociales ayudan a que el activismo llegue a todo el mundo, a moldear nuestra conciencia activista y a crear una nueva subjetividad política", continúa. "Todavía no podemos medir las consecuencias, porque las posibilidades aún son enormes".El 15-M y las redes sociales están siendo, en efecto, motivo de estudio para los sociólogos. En la web sociologiayredessociales.com, su proyecto de investigación sobre la comunicación online, Javier de Rivera escribía recientemente el siguiente apunte, que difiere mucho del concepto que hasta ahora manejábamos de las redes sociales: "Las redes sociales ya no se ven como el lugar donde 'expresar mi identidad', 'favorecer mi vida social', sino como el medio donde participar de la discusión pública, donde converger con otros en el desarrollo de este sujeto colectivo (el Patio, lo llaman en Twitter), donde el individuo ya no se acantona en su individualidad expresiva, sino que, gracias a un exceso de esta, la comunicación constante le lleva a difuminarse en este sujeto colectivo".Fuente: El País

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