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Viernes 14 de enero 2011

¡Gloria a los héroes de San Juan y Miraflores, 13/15-1-1881!

De mi columna Señal de Alerta
Viernes 14 de enero 2011
¡Gloria a los héroes de San Juan y Miraflores, 13/15-1-1881!

Señal de Alertapor Herbert Mujica Rojas11-1-2010 ¡Gloria a los héroes de San Juan y Miraflores, 13/15-1-1881!http://www.voltairenet.org/article163506.html Es casi seguro que por esa majadería pusilánime de las cuerdas separadas, fábrica de mediocres acostumbrados a regalar lo ajeno y a sentirse foráneos en su propio país –Perú- el gobierno, la diplomacia, el Congreso, las instituciones regionales, distritales y sociales, harán caso omiso de las efemérides del 13 y 15 de enero próximos. En San Juan y Miraflores, en aquellas fechas en 1881, Lima combatió al invasor chileno en una guerra de rapiña cuyo resultado se supo desde el comienzo. La improvisación, el amiguismo, el latrocinio, el divorcio entre la capital centralista y el resto del país, amén de una cáfila de líderes profundamenta venales, hizo el resto. La disimulada, por historiadores a granel, torpeza criminal de Nicolás de Piérola, su elefantiásico ego, su miopía insólita, hicieron de la conducción del país, un lampo negro de siniestros contornos. Lima fue arrasada, acribillados sus hijos, invadidos sus predios, enajenado el gobierno. Las improvisaciones se pagaron muy caro y hasta 1879 hubo una historia patria y a partir de aquel año, otra. Desnudóse la precariedad infame y lo tenue del tejido social de entonces y a partir de aquellos trágicos sucesos, pandillas de historiadores dedicaron su tiempo a cubrir la traición de sus parientes, los entreguismos enfermizos y las peores taras asolaron al Perú hasta hoy, hechos de los que no hemos podido sacudirnos de manera integral, radical, profunda.  Pareciera la historia repetirse en nuestros días. Diplomáticos cobardes, gobernantes siempre bebedores de la pócima de la cobardía infame, políticos orgullosos de su ignorancia, traficantes sociales que viven de la pobreza, declinan afrontar un tema que encuentra una posibilidad extraordinaria en el contencioso que tiene en La Haya Perú con Chile. Los mártires y heroes genuinos del pueblo, trabajadores, campesinos, rabonas, soldados desconocidos, casi nunca son recordados, en cambio se endiosan apellidos notables y se ejercita la contaduría de  historias acordadas entre bambalinas pudientes y acérrimas aficionadas a saquear las intensas riquezas de que sigue gozando el país. Para los de abajo, como diría Mariano Azuela en su inolvidable novela sobre la Revolución Mexicana, este año en su centenario glorioso; para quienes hicieron de una patria chúcara que casi nunca los reconoce como suyos, el homenaje más intenso y más respetuoso por su sacrificio en San Juan, Chorrillos, Barranco y Miraflores, y en todo el Perú. Fue, la guerra de rapiña que Chile emprendió contra Perú en 1881 y hasta 1883-84, un suceso que aún no ha sido analizado genuinamente. Y tampoco, por cierto, superado. Leamos. (hmr) Historia, madre y maestra La tragedia del 79Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima, pp. 115-149 La batalla de Limahttp://www.voltairenet.org/article154327.html 35 PREPARATIVOS El desastre acaecido en Lima debe analizarse en dos etapas: los preparativos en sí y el desenlace, al conformar cada episodio aspectos diferentes de un mismo drama e, igualmente, fue el suceso que contó con nuevos factores que no ocurrieron en los acontecimientos previos, como la movilización masiva de la población capitalina y su conjunción con elementos nativos provenientes del ande central. Debe destacarse que, en la campaña del sur, fueron movilizados casi exclusivamente ciudadanos de esos departamentos, combatiendo en Pisagua, Tarapacá, Moquegua, Tacna y Arica, soldados nativos de los departamentos comprometidos y de los vecinos como Arequipa, Puno y Cusco. Para la batalla de Lima, convergieron a la capital, sea en forma de batallones o para formar parte de estos, movilizables, muchos de ellos nativos procedentes de todo el Perú, lo cual se produjo por la confusión que Piérola hiciera en los ejércitos del Norte y el del Centro, dejando el segundo ejército del Sur en Arequipa, al cual le cambió de denominación dándole el nombre de la ciudad y dejándolo al mando del prefecto del Solar. En la batalla de Lima, Piérola asumió el mando absoluto del ejército, ordenando y disponiendo por encima de los militares profesionales y las más de las veces, prescindiendo completamente de ellos y de los consejos que le dieran. Nadie llegó a precisar el grado de conocimientos sobre táctica o estrategia que poseyera el Dictador, si es que tuvo alguno. Debe destacarse también que, en Lima, por primera vez se utilizó armamento producido íntegramente en el país, en las factorías de Lima, especialmente cañones. En la campaña del sur, se usaron parte de los rifle Chassepot modificados en Lima para mejorar su sistema de tiro. Igualmente, surgieron iniciativas de paz que, de prosperar, hubieran llevado al fin de la contienda. Por último, surgió en el Perú una fuerza que se puso al servicio del invasor y fueron los chinos, que vieron la oportunidad de liberarse del vasallaje, casi esclavitud, a que estuvieron sometidos. 36 SE ORGANIZA LA DEFENSA El Dictador Piérola, desde su asalto al poder en diciembre de 1879, hasta el 17 de junio de 1880, contempló la guerra como cosa ajena y distante a la capital, seguramente a la espera de un milagro. Recién cuando se perdió Arica y desintegró totalmente el primer ejército del Sur y cuyos restos llegaron a Puno; que el segundo ejército se encontró en franca desorganización bajo el comando de Leyva en Arequipa, es que recién se dio cuenta que los chilenos podían llegar a Lima y, con el uso de la improvisada ineptitud que lo caracterizó en la conducción de la guerra, por decreto de la fecha indicada dispuso la movilización en Lima de todos los ciudadanos menores de sesenta años y mayores de diecisiete, bajo el mando del coronel Juan Martín Echenique, a quien nombró Comandante en Jefe del Ejército de Reserva y desempeñara igualmente como Prefecto de Lima. El decreto estableció la formación de diez divisiones de infantería formadas con criterio gremial o de ocupación, les señaló el comandante y lugar del adiestramiento. Igualmente todo aquel que tuviere que ver con el manejo de caballos, asnos o acémilas en general, formaría parte de la caballería y, la brigada de artillería, quedó conformada por bomberos, carreteros, carroceros y aparajeros, además de la cruz roja. Para mejor ilustración se trascribe características de algunas divisiones: (101). "Los ciudadanos de la primera División, comandada por el coronel José Unánue, y que se formará de los señores vocales y jueces, abogados y bachilleres, empleados judiciales, procuradores y escribanos y amanuenses de abogados y de escribanos, concurrirán al Palacio de Justicia. Los de la cuarta División, comandada por el señor coronel don Juan de Aliaga y Puente, y que se formará de los arquitectos, empresarios de obras públicas, carpinteros y albañiles, concurrirán a la Plaza de Santa Ana. Los de la sexta División, comandada. .. que se formará de los plateros, hojalateros, maquinistas, herreros, caldereros, fundidores y molineros, concurrirán a la Plazuela de Bolívar. Los de la octava División, comandada por. . . y que será compuesta por los dulceros, bizcocheros, pasteleros, panaderos, sirvientes de casa y hoteles y dueños de fondas y chinganas, concurrirán a la Plazuela del Teatro. Los de la décima División, comandada por. . . que se formará de los empleados, operarios y peones del ferrocarril y tranvía, de las empresas del gas y del agua, lo mismo que los plomeros y gasfiteros, concurrirán a inscribirse en la Plazuela de Monserrate". Los ciudadanos de la Brigada de Caballería, comandada por... que se formará de los aguadores, dueños y peones de caballerizas, albéitares, cocheros y camaroneros, concurrirán a la Plazuela de San Lázaro". Sobre estos últimos no señaló si debían concurrir con sus acémilas o quién las proveería. Esa increíble organización, motivó que un mes después, el 17 de julio, Echenique promulgara nuevo Bando tratando de fijar un límite a la inscripción de los ciudadanos en sus respectivas divisiones y, que a partir del 18 de ese mes, se cumpliera lo establecido, que de 3 a 6 de la tarde, los inscritos deberían abandonar sus labores dedicándose al adiestramiento. Además se modificaron los lugares de concentración. Como las disposiciones no lograron sus objetivos, el 23 de noviembre, por otro decreto se dispuso la reorganización total del Ejército de Reserva. Tres días antes, se dispuso por el Sub-Prefecto de Lima, que los comisarios supervisaran el comportamiento y adiestramiento de los movilizables en sus obligaciones, tanto en el manejo de las armas, como de otras actividades que se les señalara. Indicativo que la organización de la Reserva no marchaba como se dispuso, después de cinco meses de ordenarse su formación. En el Callao, recién el 29 de noviembre, el Prefecto del Callao dispuso la movilización del puerto para organizar el Ejército de Reserva. Como la asistencia voluntaria adoleció de múltiples fallas, el 6 de diciembre el acuartelamiento de las tropas de la Reserva de 8 de la noche a 9 de la mañana y acudieran a cumplir con sus labores; los adiestramientos se efectuarían a partir de las 6 de la mañana. Lo que no dice el decreto de acuartelamiento de todo el Ejército de Reserva, es en qué local albergarían teóricamente el íntegro de la población masculina de la capital entre los 17 a 60 años. Para su sustento o socorro, a las 9 de la mañana se entregaría a cada conscripto "un décimo de inca" papel moneda completamente depreciado y cada día se hizo más difícil su aceptación por los comerciantes al menudeo, muchos de los cuales prefirieron cerrar sus puertas para no aceptar dicha moneda, generando un desabastecimiento en la ciudad, de aproximadamente ciento veinte mil habitantes. Se debe tener presente que los instructores conocían de técnica militar tanto como los alumnos, por eso no hubo efectiva preparación al haber sido nombrados por amistad a Piérola, debido a sus espíritus genuflexos frente al Dictador, y no por una preparación bélica que carecían. Todo fue una suma de improvisaciones. Se cayó en acciones simples que, si bien llenaron las apariencias, carecieron de valor práctico, desaprovechándose el inmenso contingente de entusiasmo que el pueblo de Lima volcó desinteresadamente a la defensa de la ciudad. Nuevamente la carencia de conocimientos militares de Piérola lo hicieron jugar con el pueblo y sus esperanzas y, por ese camino, llevaron a muchos de esos contingentes, más que a una batalla, a una carnicería, donde las ya veteranas tropas chilenas, que tampoco eran un buen ejército, ya que muy fácilmente caían en indisciplina, resultaron excelentes contingentes frente al conjunto de noveles tropas y su ignorante y supremo Dictador. La manía legislativa de Piérola lo llevó a inundar el país con decretos que dejaron en suspenso o contradijeron a los anteriores, incrementando el desconcierto, en un país al borde del desastre y el caos. Para compensar ese estéril juego legislativo, también surgieron disposiciones concretas como características y color de los uniformes y los centímetros de cintas, en largo y ancho, que podían adornarlos. Anexo 28-A. 37 EL ARMAMENTO Un componente de suma importancia, como el del armamento que utilizaría el ejército para la defensa, fue tratado con la misma simplicidad por no decir irresponsabilidad que la movilización general. En artillería, se contó con una miscelánea increíble de cañones anticuados de la marina como los Clay y Selay, dos de cada uno, además número variable pero reducido de unidades Walgely, Armstrong y Vavasseur complementados con un obús. Esa artillería de procedencia extranjera y variado calibre, fue incrementada con piezas de manufactura nacional en las factorías de Grieve y White. Al respecto Dellepiani manifiesta: (102) "La organización de un sistema de defensa que no se sujetaba a principio militar alguno; la construcción de cañones de modelo improvisado, fundidos en Lima y en el Callao haciendo prodigios de invención, con material jamás usado por las industrias bélicas. Aguzando el ingenio en vista de la escasez de material de artillería, algunos ingenieros peruanos propusieron al Dictador la fabricación de cañones en las fundiciones de Lima y del Callao. Aceptada la propuesta, se inició el trabajo en las condiciones señaladas y se tuvo cañones "White" de la fundición de ese nombre, y otros varios, entre los que se contaban principalmente los "Grieve", del nombre de ese ingeniero que, bañando en bronce los ejes de acero de los truques del ferrocarril, para darles mayor espesor, los taladró en seguida a lo largo del cilindro, formando interiormente un rayado helicoidal; adaptando a esos tubos un cierre de cuña, quedaron los ejes transformados en cañones de 60 mm. cuyo ajuste fue fácil construir en las carrocerías de la capital". En la batalla de Lima se utilizaron 38 cañones White y 20 Grieve. A esa artillería hay que añadir la ubicada en la cima del Morro Solar, constituida por dos cañones Parrot de 70 de ánima lisa, un Withwort de 30 y un Rodman de 500 igualmente de ánima lisa. A esa heterogénea artillería que demandaba diferentes tipos de munición, los chilenos atacaron Lima con artillería Krupp de los más modernos diseños divididos en: (103) "50 piezas de campaña: 12 Krupp 87 mm., mod. 1879 y 1880 32 Krupp 75 mm., mod. 1879 y 1880, 6 Armstrong, 66 mm., mod. 1880 30 de montaña: 26 Krupp de 75 mm., 1876 y 1879 4 Krupp de 60 mm., 1878". Un total de 74 cañones Krupp complementados con 6 Armstrong además de las 8 ametralladoras Gattling asignados a las baterías de montaña. En cuanto a la infantería, mientras la chilena estuvo dotada de rifles Comblain. La infantería peruana tenía los más variados modelos, desde algunos miles de reciente adquisición, hasta aquellos que se venían utilizando de años atrás con diferentes calibres en su munición, lo cual motivó que en los combates, algunas tropas recibieron cartuchos que no correspondían a sus fusiles, quedando inermes frente al enemigo. 38 LAS FORTALEZAS DE PIEROLA Para la defensa de Lima, Piérola sacó a relucir sus criterios sobre fortificaciones, para lo cual y a un costo de muchos cientos de miles de soles mandó aplanar la cumbre de los cerros inmediatos que circundan la ciudad, especialmente el San Cristóbal además del San Bartolo, Vásquez y el Pino. Con un esfuerzo extraordinario pero estéril, se llevaron cañones de gran calibre procedentes del Callao, a la cumbre de esos cerros que mostraron los siguientes inconvenientes: demasiado lejos de las posibles áreas de combate y al carecer de teléfono y largavistas apropiadas, como se dijo, resultaron ciegos y sordos frente al enemigo. Que debían prestar apoyo al combate cuando la niebla se levantara, pues generalmente amanecen cubiertos de neblina que recién se despeja en verano después de las diez u once la mañana y, en el invierno, pueden quedar cubiertos todo el día. Nadie conoce cuál fue la idea del Dictador Piérola para ese absurdo ya que fue imposible, en cualquier plan de ataque chileno, que consideraran pasar cerca de esos cerros, además, si bien eran inútiles por las razones expuestas, a larga distancia, de producirse lucha dentro de la urbe, hubieran destruido la ciudad que pretendían defender. Debido a que carecían de conocimientos para los emplazamientos, se hizo ayudar por extranjeros asalariados, quienes fueron igualmente espías chilenos e informaron con detalle sobre el operativo efectuado. Esas fortalezas, especialmente la de San Cristóbal, pomposamente llamada "ciudadela Piérola", el 9 de diciembre de 1880, con movilización de toda la población y contemplaran los desfiles de tropas que subían al cerro, movimiento de personas efectuada para lograr el mayor efecto escénico, motivando que el diario de Piérola "La Patria" escribiera sobre esa fecha" (104): "Nunca vio la capital peruana en los tres siglos y medio que Lima cuenta de existencia, un espectáculo tan grandioso como éste, cuya realidad excede a cuando pudiera imaginarse de extraordinario; nos oprime la majestuosa solemnidad del acto que hemos visto ejecutarse". Y el escrito continuó en el mismo estilo adulón y ampuloso, seguramente para estar a tono con el discurso que, después de misas y bendiciones celebradas en la fortaleza para bendecir las fortificaciones, pronunció Piérola, alocución de tipo arenga y corte ditirámbico, como él solía prodigarse y, peor aún, conociendo que los chilenos ya habían desembarcado en Pisco y avanzaban sobre Lima. Ridícula ceremonia, confirmando una vez más la falta de sentido realista y análisis de las situaciones que caracterizó al Dictador, quien vivía en un mundo diferente al de la tragedia que enlutaba al país. Para completar las defensas, encargó al Alcalde de la Ciudad para que construyera, pese a no ser ingeniero y menos militar, un sistema de trincheras que rodearan Lima. Al inicio de esa actividad, el Dictador que no podía ver a nadie ejecutar una tarea que podía motivar aplauso, agradecimiento o su nombre sobresaliera, dispuso que se suspendiera de inmediato la ejecución de esas defensas, por considerar que las obras no eran apropiadas y. seguidamente, mandó construir las dos líneas paralelas de defensa a diez kilómetros una de la otra y extendidas del mar a muchos kilómetros tierra adentro, donde días después se libraron las batallas de San Juan y Miraflores. Piérola para halagar su ego, y figurar como único actor de la tragedia, desoyó los consejos de los militares de carrera. Cuando Cáceres le manifiesta que el ataque enemigo vendría por el Sur, responde que él conoce que será por el Norte y lo envía a Huaral a comandar una división que ahí se organizaba y cortara el paso al enemigo. No presta atención cuando se le dijo que el mejor lugar para la defensa era Lurín, impidiendo de esa manera que los chilenos se aprovisionaran de agua, además que la línea de defensa era la mejor que podía lograrse y no en las inmediaciones de la capital. En el archivo de Piérola se ha encontrado un documento que el padre Ugarte presenta en la obra ya citada "Guerra con Chile" Documentos Inéditos. Se trata de una carta anónima escrita seguramente por algún militar de mucha competencia, señalando lo que debía hacerse, consejo que fue desatendido como todos los otros. Por su importancia se le presenta en el Anexo No. 29, carta anónima, para evitarse el autor que los celos del Dictador cayeran sobre su persona al pretender enseñarle lo que no sabía. Seguramente el autor había tomado muy en cuenta el vejamen efectuado por Piérola al cuerpo de oficiales a los que menospreció y formó con ellos un batallón como simples soldados y no los utilizó siquiera para que adiestraran a los reservistas al mando de improvisados jefes y del coronel Echenique, escribiendo Paz Soldán sobre el tema: (105). "El mando en jefe del ejército de reserva continuó a cargo del nuevo coronel don Juan Martín Echenique. Este jefe, que de simple capitán de ejército, pasó, sin más mérito que el de ser amigo y compañero de revoluciones de Piérola, a ocupar aquel importantísimo puesto, digno de ser desempeñado por algún antiguo general, tanto porque la reserva representaba la verdadera sociedad de Lima, en todas sus clases, desde el alto magistrado hasta el último jornalero, cuanto porque este ejército estaba llamado a servir de verdadera defensa de la ciudad; este jefe, decimos, jamás pensó en que el ejército de su mando se instruyera, ni asistió a un solo ejercicio de línea, ni aún de batallón, para examinar el estado de disciplina de la tropa. El primer cuerpo del ejército de reserva, fue pues, el conjunto de ciudadanos entusiastas que se entregaban voluntaria y gratuitamente a sacrificar sus vidas en defensa de su patria; pero que apenas conocían los rudimentos elementales de la táctica y manejo de armas. Así pues, "el ejército aparatosamente organizado por la dictadura para defender la capital del Perú, no tenía de tal sino el nombre". Las defensas en San Juan tuvieron como punto de partida el Morro Solar, extendiéndose tierra adentro por más de 10 kilómetros hacia los cerros. Trazado que dejó varios pasos estrechos entre ellos cubiertos con bombas automáticas. En esas operaciones nuevamente el Dictador recurrió, en lugar de peruanos, al servicio de extranjeros y muchos de ellos actuaron, como se dijo de la Ciudadela Piérola, de espías, proporcionando planos exactos de su colocación y las anotaciones de los caminos que debían seguir para evitar sus explosiones. Para cada una de las dos líneas de defensa, Piérola dio a cada una su correspondiente guarnición, con comandos independientes uno del otro, disponiendo lo más absurdo que se pueda realizar en una guerra, la de dividir, no solo las tropas a la espera de dos confrontaciones, sino también el comando, quedando como única figura en la cúspide. La egolatría del Dictador estuvo por encima de los intereses de la patria y la ciudad de Lima. Se sintió un inspirado, dueño de toda la ciencia infusa de orientación militar. Tal vez en sus delusiones de grandeza percibió que la divinidad lo habría de proteger y, por lo tanto, cualquier disparate que hiciere estaría bien ejecutado y los chilenos, irían de la mano por los lugares que él señalase para ser arrasados. Sólo en un razonamiento paranoide se puede explicar, aunque no comprender, el cúmulo de desatinos y desaciertos cometidos cuando la capital de la República estuvo en peligro y, con ella, los últimos recursos efectivos de la defensa nacional, ya que, perdiéndose Lima, sólo quedaba una función de tipo guerrillero, más no la acción de un ejército formal. Además, la sede central del gobierno desaparecía y con ella, la vinculación con otros países se alejaba. Nada de eso vio el Dictador, tan sólo sus fantasías y, detrás de ellas, se derrumbaba el país. Piérola había burlado las esperanzas y expectativas del pueblo para conseguir los acorazados que permitiera neutralizar la agresión naval chilena, al disponer por propia decisión no adquirir esas naves y proseguir la guerra exclusivamente en tierra bajo su inspiración, dentro de las enigmáticas palabras "tengo mi plan". Lo más grave de este aspecto es que rechazó tal posibilidad de compra. Al respecto Caivano escribe: (106). "Posteriormente, por las publicaciones hechas por los chilenos de una gran parte de la correspondencia de Piérola, se ha conocido que le hubiera sido muy fácil adquirir uno o dos buenos buques blindados, si hubiese querido; es más, si es verdad cuanto se dice, rehusó varias veces las ofertas que le fueron hechas en propósito, disponiendo para otros usos de los fondos que se encontraban en Europa con ese objeto". Caivano en la misma obra hace la anotación del "Manifiesto a la Nación" del ex-Ministro de Hacienda Químper: (107). "se deduce que cuando Piérola asume la dictadura, se encontraban depositadas en diferentes casas de comercio en Europa, con el objeto de comprar dichos buques y los demás objetos de guerra necesarios, 312.900 libras esterlinas; y a la par se deduce, que dicha suma fue gastada por Piérola de otro modo, con poco o ningún provecho al país". Todo debía ceder ante las absurdas exigencias de la ambición y de la vanidad del Dictador y fueron éstos los principales factores de las fáciles victorias de Chile, desde Tarapacá en adelante;...  Excepto el vulgo, fácil siempre de dejarse engañar por las apariencias, y más que todo iluso por las resmas de papel moneda que abundantemente repartía el Dictador, el público sensato de Lima y Callao veía con bastante claridad dibujarse en el horizonte, desde los primeros meses de la dictadura, el profundo abismo en el cual los errores de Piérola iban precipitando poco a poco al país. ... La consiguiente guerra civil no hubiera dado más resultados, que los de abrir aún más solícitamente al enemigo las puertas de la capital... El rencoroso Dictador únicamente permitía a sus supuestos rivales y enemigos, a la flor y nata de la población de la capital y del resto de la República, que lucharan contra los chilenos con el fusil en la mano. Y todos ellos —magistrados, generales, marinos, abogados, estudiantes, ricos propietarios, grandes comerciantes, etc. etc.— se resignaron patrióticamente a exponer sus pechos a las balas enemigas, como simples y oscuros soldados del ejército de reserva". En el Anexo No. 30 se presentan algunos comentarios del padre Ugarte sobre el tema del presente capítulo. 39 EN EL PAÍS Mientras Piérola traducía sus premoniciones, visiones o delirios en las inútiles defensas de Lima, el resto del país fue dejado a su suerte, cobrando especial importancia Arequipa, donde estaba teóricamente el único otro ejército para la defensa, aunque en realidad, por obra de Piérola y sus adictos coroneles no era sino un conjunto de acuartelados. Enfermos muchos y con hambre los más, carentes de lo elemental y sin adiestramiento militar ni disciplina, donde el cobarde Leyva siguió actuando como jefe de dicha guarnición. En el Anexo No. 23, se aprecia por la carta del comandante Rodríguez Ramírez al pospuesto general del Castillo en la que dice: (108) "Aquí nada hago, ni tengo conciencia de poder trabajar en algo con provecho" refiriéndose a Leyva "Poco falta aquí para que en la calle le escupan la cara". . . "Tengo conciencia de que aquí pierdo tiempo". Las tres cartas del recién nombrado Prefecto de Arequipa al Dictador, son demostrativas de la situación lindante en el caos en que se encontraba el segundo ejército del Sur o de Arequipa. En la primera carta del 5 de noviembre (Anexo 31) relata las respuestas de los tres jefes de la guarnición. El primero, Leyva se negó a salir a combatir a los chilenos que habían ocupado Quilca expresando que a la tropa no le tenía confianza Echenique expresa lo mismo y el prefecto aprecia que el batallón a sus órdenes está (109) "escuálido de hambre y desnudez" y por último el coronel La Torre "aseguró lo mismo agregándome que no había ejército" añadiendo del Solar "El hambre, la miseria, el mal trato y qué se yo, tienen esto perdido". . . "El ataque de Arequipa parece cierto. . . Las fortificaciones hechas, son una burla indigna". Lo peor es su mención al armamento cuando escribe: (110) "No hay sino 5,873 rifles y carabinas de doce sistemas, incluso Minier. No hay una división con un solo armamento. Hay 350 rifles, entre estos de Chassepot Francés, sin una cápsula". En la segunda carta del 13 de noviembre (Anexo 32) se leen: (111). "He refundido los batallones casi perdidos por el abandono de sus jefes y su falta de moral. He licenciado más de cien hombres tísicos y semi esqueletos y me faltan como cincuenta más. El batallón Huancané, uno de los refundidos se sublevó en Puno hace pocos días". En los siguientes párrafos mostró bastante optimismo, expresando que pensó formar un ejército de seis mil hombres y sólo ese número al no contar con mayor cantidad de armas. Refirió que al solicitar voluntarios para la construcción de fortificaciones, se presentaron dos mil cuatrocientos operarios con sus herramientas, indicativo de la respuesta cívica, cuando era solicitada en defensa de la patria. La tercera carta del 22 de noviembre (Anexo 33) es una acusación contra Leyva que, igualmente del tenor de la misiva, se desprende que Piérola trató de mantenerlo en el cargo, pese a las múltiples quejas que en su contra hubieron. Esos cargos adversos al huidizo coronel fueron de tal magnitud, que, pese al apoyo del Dictador, el prefecto del Solar procedió a separarlo del cargo, por lo cual se dirigió a Lima y Piérola lo nombró entre sus ayudantes de campo. En la región central del país, en la primera etapa de la guerra, la participación fue económica, mediante contribuciones, pero después de las derrotas en el sur, se produjo la movilización y formación de batallones por cuenta de hacendados o comerciantes, quienes a su vez lograron grados de oficiales que fueron de mayor graduación en razón directa a su posición económica, aportes, amistad o adulación a Piérola, mientras que la tropa quedó como elemento pasivo, receptor y ejecutor de órdenes y disposiciones, sin que las más de las veces comprendiera qué sucedía, al haber sido marginado y pospuesto en la toma de decisiones que atañían a su vida. Sólo conoció que sus mayores y permanentes enemigos fueron el hambre y la miseria y que, desde su nacimiento, fue subyugado por el patrón, sin importar las características de éste. Otro elemento atentatorio a su preparación y cumplimiento de órdenes fue la barrera idiomática. Muchos de ellos ignoraban el español o lo entendían rudimentariamente, más no como para comprender un adiestramiento militar y peor aún, que los instructores y oficiales fueron improvisados por el Dictador, con carencia de experiencia y conocimientos militares. La situación de desconcierto en los nativos del ande, se incrementó al ser transportados a distancia, a una ciudad extraña y un paisaje totalmente diferente, lo cual anulaba cualquier sentimiento de patria grande o pequeña que tuviera y, por lo tanto, de responsabilidad frente al enemigo. Las palabras de la esposa de González Prada, Adriana, son patéticas al referirse a estos reclutas en su obra: (112). "Todo Lima se había vuelto un campamento donde venían a reunirse los indios reclutados de la sierra para formar batallones; arrastrando el paso, cansados antes de haber llegado, daba lástima verlos pasar seguidos de sus pobres "rabonas" tan inconcientes como ellos que fielmente los seguían hacia el matadero". Por su parte Cáceres, escribió: (113). "Desplegando gran actividad pudo el Dictador reunir para la defensa de la capital un ejército de unos 20,000 hombres, de las tres armas. Casi la mitad de este ejército se componía de indios, sin ningún adiestramiento militar, y la otra mitad de las antiguas tropas regulares que aún quedaban y de contingentes llegados de diversos puntos de la República". .. En la misma obra, (114), puntualizó que Piérola nombró comandante en jefe del ejército del centro al experimentado General Fermín del Castillo, y cuando éste trató de hacerse cargo del puesto, el Dictador evitó dar instrucciones y le dio de baja. En cuanto a la organización del ejército, manifestó: (115). "Las fuerzas que se organizaron para la defensa de la capital estaban compuestas de entusiastas voluntarios; pero faltos de instrucción militar. Los pocos batallones de línea existentes fueron reorganizados y luego entremezclados con unidades novatas, y sustituyendo sus antiguos oficiales de carrera por oficiales improvisados, menguando con ello su consistencia combativa". La situación en Ica, por falta de conducción era de escasa actividad frente a los acontecimientos, hasta la llegada del nuevo prefecto Villena, quien procedió a organizar la gendarmería y, al referirse al ejército, al mando del coronel Zamudio, manifestó que "nada pueden hacer" por carecer de armas y ser indisciplinados, amenazando a los hacendados y vecinos acomodados. No adoptó mayores medidas correctivas por evitar un enfrentamiento estando el país en guerra. Esa absurda situación del coronel Zamudio se presenta en el Anexo No. 34. En Moquegua las condiciones eran parecidas, no sólo no había ejército, sino que se veían amagados por los chilenos y la presencia de éstos hizo que el temor aflorara en muchas personas, miedo y cobardía convertidos en colaboración, surgiendo de esa manera otra triste página de la tragedia. Ver Anexo No. 35. En el norte, la organización del ejército, cuando existió no era mejor que la referida. En cuanto a Lima, pese a sus 20.000 hombres, la realidad no fue muy buena y las deserciones de oficiales y soldados era continua, a ese respecto Manuel González Prada señala: (116) "Cuando se supo el desembarco de los chilenos en Pisco, comenzó a decaer el entusiasmo. . . De los tres batallones quedó uno". . . En la obra de Manrique Nelson, (117) está prácticamente la continuación de lo dicho por González Prada: "Por las deserciones de sus superiores, él ascendió vertiginosamente de capitán de una compañía a teniente coronel, segundo jefe del batallón número '50. "Si la batalla de San Juan se hubiera librado en junio, yo hubiera concluido por ascender a general de brigada o jefe del estado mayor". 40 DEPREDACIÓN CHILENA Chile, para librarse de su complejo de inferioridad, una vez lograda la destrucción de la flota peruana se lanzó al cumplimiento de lo anunciado por el gobierno de Santiago, exigido por la prensa y aplaudido en las cámaras y el público, cual era, la destrucción del Perú en todas sus formas y manifestaciones, comenzando por quitarle sus riquezas naturales y continuar con la destrucción de todo elemento de producción o desarrollo, llámense fábricas, factorías, sistemas de transporte como muelles, dársenas o ferrocarriles incluidos rieles y vagones, además de un genocidio desembozado y abierto con heridos y prisioneros y continuando con la población civil en cada ciudad o pueblo al que ingresasen. Además de saqueo sistemático de la propiedad pública y privada. Habían manifestado que el Perú no debería levantarse en cien años, que durante ese tiempo deberían vivir postrados e incapacitados de defenderse y mucho menos intentar la recuperación de lo que Chile se apoderara. Para cumplir esa amenaza, mientras Lima se preparaba para defenderse, Chile encomendó al comandante Lynch la realización de la "Expedición Merodeo" que él mismo propusiera al Presidente Pinto en carta por demás cínica al escribir: (118) "De ninguna manera comprendería su objeto causar daños que no nos reportaran un provecho directo. Nada de incendios ni de destrucciones vandálicas". Lo que no tiene explicación es la razón de Lynch para mentir sobre sus aviesos propósitos, para los cuales recibió autorización plena de parte de su gobierno al nombrarlo comandante de la "División de Operaciones del Norte", elegida ex profeso al tener conocimiento que su litoral estaba completamente desguarnecido, carente de defensa y tropas. Para luchar contra esos pueblos, Lynch quedó investido de poderes omnímodos que lo facultaron para, en resumen, robar, asesinar y violar, incendiar, destruir y asolar. Realmente en la historia de América no hay comparación al vandalismo desatado por esa expedición y, en las guerras mundiales, sólo es comparable con las barbaridades cometidas por la Gestapo hitleriana. Al frente de 2.600 soldados, transportes y escoltas navales, tuvo como teatro de operaciones todos los puertos que quedaran al norte de Arica hasta llegar a la frontera con el Ecuador. Zarparon del puerto mencionado el 4 de setiembre de 1880 y llegaron donde su primera víctima el día 10 del mismo mes, fue el puerto de Chimbote, al cual lo devastaron y convirtieron en centro de operaciones depredativas. Comenzó su tarea destructora con la hacienda "Palo Seco" de Dionisio Derteano, enrolado en el ejército. Emplazó a los propietarios a pagar un cupo de cien mil pesos oro y un plazo de 48 horas. Al no satisfacer el pago en el tiempo fijado, se procedió a la destrucción de la hacienda, escribiendo sobre el tema en su informe el jefe de demoliciones, ingeniero Federico Stuven: (119). "El día 13 a las dos y media de la tarde, recibí la orden de destruir la preciosa maquinaria de la hacienda. Daba lástima emprender esta destrucción. Conocedor de la maquinaria, di orden de aplicar dinamita a las piezas nobles; los valenciers de las máquinas a vapor saltaron en pedazos; los cilindros de las mismas se inutilizaron, las pilastras de fierro del establecimiento se rompieron con dinamita; el tiempo era corto para una destrucción completa. El fuego invadía los pisos superiores; las escaleras de fierro se derretían al calor del fuego intenso; los tachos vacíos de cobre se inutilizaron con dinamita; la maestranza perdió sus máquinas importantes; los tornos, taladros y herramientas se inutilizaron; los tornos calderos que dan calor a muchas máquinas a vapor, pudieron destruirse completamente. El humo, el fuego y otras circunstancias dificultaron la operación de destruir algunas otras piezas. El inmenso trapiche para exprimir el jugo de caña, quedó casi por completo intacto. . . El alambique, lo mas completo que ha visto, hermoso edificio, preciosos cubos, estanques, etc. quedó completamente roto e inutilizado; el ingenio de arroz se destruyó del todo; las casas de habitación del ingenio de azúcar quemadas completamente y allí se encontraban cuadros, pianos, espejos y toda clase de muebles; no quedó nada, todo fue ruina completa excepto los trapiches de la caña y calderos". Además de la destrucción de la casa hacienda, que de acuerdo al corresponsal del "Mercurio": (120) "era una verdadera ciudad. . . los edificios eran obras de todo lujo. . . Las maquinarias del establecimiento azucarero. . . costó en Inglaterra 160.000 libras esterlinas". Se destruyeron todas las plantaciones de caña que fueron incendiadas, además de la destrucción de otras haciendas como del Puente y Rinconada que corrieron la misma suerte de Palo Seco. La desolación no sólo fue de las haciendas sino que en Chimbote se incendió el edificio de la aduana. La caballería fue destruyendo a su paso las instalaciones telegráficas, tumbando postes, cortando alambres y destruyendo los aisladores. El cronista continúa escribiendo:  "Desde lejos se contemplaba con emoción aquella enorme masa de llamas, coronadas de espesa cabellera de humo, que anunciaba a los pueblos de las cercanías el castigo y la venganza de Chile". "Fue una verdadera lástima que el convoy no llevara algunos buques de vela para cargarlos de ganado que tanto abundaban en la hacienda de Palo Seco, que habrían venido a la maravilla. . . por lo demás no pudo ser más divertida y pintoresca la correría de nuestros jinetes". En esa expedición de rapiña participaron activamente oficiales extranjeros, mercenarios de Chile, como el capitán Krugg, el alférez Pohlhammor y de Stuven, que no dejaron a nadie, fuera rico o pobre sin exigirle algún rescate por su vida. El día 14 le tocó la maldición a Supe, donde Stuven con el batallón "Buines" y ayudado por el capitán Latham se dedicaron a la destrucción, en especial la hacienda San Nicolás que fue asolada completamente con la participación de un alemán que trabajaba en la misma hacienda y explicó a Stuven sobre sus instalaciones que fueron dinamitadas, y después el fuego completó la obra devastadora, sumiendo al pueblo en completa desolación. No sólo saquearon y destruyeron, sino que el ensañamiento carecía de límites y tal como escribe el mismo corresponsal chileno del "Mercurio" : (122) "Los 'Buines' sin embargo suplieron esa falta (se refiere a la ausencia de buques para embarcar el ganado) matando a palos como 500 ovejas; así ya que no podían aprovecharlas los nuestros se impedía a lo menos que fueran a alimentar a los famélicos estómagos limeños". Demolieron a continuación las instalaciones del ferrocarril de Chimbote, incendiaron los carros y dinamitaron las maquinarias al ya no poderlas utilizar en sus excursiones de merodeo. El día 18 pasaron a la isla de Lobos, donde desmantelaron las instalaciones portuarias y todo aquello que no pudieron llevarse. Después le tocó el turno a Paita el día 19 donde (123) "iban a llevar la consternación y el espanto" al decir del corresponsal chileno. Después de imponer un cupo y asolar con su caballería hasta siete leguas a la redonda, destruyeron e incendiaron toda la propiedad fiscal. En Paita se produjo una demostración de la íntima colaboración anglo-chilena. El cónsul visitó a Lynch y solicitó la mercadería en aduana consignada a su consulado o súbditos ingleses; el comandante chileno de sumo agrado entregó al cónsul lo solicitado, a continuación arrasó con la mercadería de otros extranjeros o nacionales. Seguidamente fue el puerto de Eten la víctima. El día 24, el prefecto de Lambayeque, J. Manuel Aguirre, en lugar de hacer frente a los asaltantes, huyó al interior abandonando a la población. Al iniciarse el desembarco militar, la población atemorizada partió en algunos trenes que fueron cañoneados por la escuadra chilena. Después de dos días recién terminaron de desembarcar las tropas chilenas que impusieron un cupo de 150.00 pesos plata u oro al departamento de Lambayeque, al no cumplirse oportunamente el pago, se inició la obra de devastación, pillaje e incendios que Stuven llevó hasta Ferreñafe, y las haciendas de Llape, Cayaltí y otras. Después de arrasar con Lambayeque, por tierra pasó Lynch al departamento de La Libertad, llegando a San Pedro el 11 de octubre, donde fue recibido por un parlamentario del prefecto Adolfo Salmón para transar, a cambio de suspender las hostilidades, al margen del pago de un cupo de 150.000 pesos. Los chilenos siguieron avanzando motivando la huida de Salmón, e ingresaron a Chocope el día 18. Seguidamente destruyeron el puente de fierro sobre el río Chicama, y los pueblos Ascope y Chocope. Esa expedición de franca piratería, terminó en ese sector del norte el 26 de octubre para pasar a Quilca el 1 de noviembre, donde no encontraron resistencia así como tampoco en Camaná donde siguieron con su política de tierra arrasada, para regresar a Arica entre el 6 al 9 de noviembre. Acciones de plena barbarie que no sólo se efectuaron en tierra. En el mar, a la salida de Chimbote el día 15 de setiembre se cruzaron con el vapor inglés "Islay", fue abordado por la "Chacabuco" uno de los barcos expedicionarios. Le incautaron de sus bodegas, o el inglés entregó de buena gana y voluntad, 28 cajones conteniendo billetes peruanos por 7'290.000 soles y estampillas postales por S/. 375.000. El merodero de Lynch se ganó el aplauso y felicitaciones del gobierno y pueblo de Chile, el grado de almirante y cuantiosa fortuna personal, al guardar del saqueo oro para sí y sus oficiales. En las cámaras chilenas se dijo sobre esa expedición: (124) "Los actos de la expedición Lynch, son actos de nuestro gobierno, y como tales afectan al senador como al último de los chilenos. Somos solidarios de esa obra, por mas que otros, como el señor Vicuña Mackenna, no hayan aprobado sus operaciones. . . El país entero es responsable por los actos del señor Lynch". En  la sesión del 13 de diciembre exclamaron en el Senado:  (125) "para que la guerra sea humana, es necesario que sea tremenda y terrible; la guerra humanitaria no hace más que embarazar las operaciones y hacer perder el tiempo. . . La expedición Lynch ha sido pues una operación bien llevada, que nos ha enseñado como debemos hacer la guerra". Y en la cámara de diputados se expresó: (126) "A estas horas la expedición de Lynch pasea la tea del incendio en las poblaciones peruanas. Dudamos, preguntamos y pedimos declaraciones al ministerio, como si el soplo de la dinamita no hubiera paseado ya sobre esos pueblos y los hubiera devorado". Mientras en las cámaras de Chile se aplaudió la depredación de Lynch. La prensa chilena exigió la destrucción del contendor, así “El Mercurio" del día 20 de setiembre de 1880, escribió: (127) "Toda la costa del Perú debe sufrir una tremenda retaliación, mientras llega el momento de que sobre los escombros humeantes de la misma ciudad de Lima se imponga a nuestros cobardes y aleves enemigos el castigo de sus inveteradas perfidias. . . Venganza y castigo es el grito unísono que exhala de todos los labios y de todos los corazones, y esa venganza y ese castigo deben ser inmediatos y tremendos". Por su parte "El Ferrocarril" también de Santiago el día 18, manifestó: (128) "Ni una choza, debe quedar en pie estando al alcance de nuestra artillería naval. . . nuestros buques deben sembrar por todas partes la desolación y el espanto. Preparemos el camino de nuestras fuerzas expedicionarias sobre Lima, abrasando las ciudades enemigas de la costa. Es necesario que la muerte y la destrucción, ejercida sin piedad en los hogares del Perú, no le deje un momento de aliento ni respiro y que sucumban al peso de nuestra superioridad militar. . . Hoy más que nunca se necesita obrar sin otro objetivo ni otra consideración que la de aniquilar completamente cuanto sea poder, recursos o fortuna para nuestros enemigos. . .La única respuesta que el gobierno de Chile debe dar a su pueblo, es encomendar a la escuadra la destrucción de toda la costa del Perú, y al ejército la toma de Lima a sangre y fuego. Dejar al Perú militarmente desarmado es poca garantía, es menester en sus industrias empobrecerlo, escarmentarlo en sus soldados y en las fortunas de sus ciudadanos, Los rencores, el orgullo humillado, el anhelo de venganza acecharán las generaciones del pueblo peruano hasta que se ofrezca la menor coyuntura para volver a la lucha. Esta hora es menester demorarla; es menester que no llegue. . . Necesitamos crecer, prosperar, hacernos respetables en este continente donde todos nos odian y anhelan nuestra ruina. ADELANTE: QUE SEA LIMA EL CALVARIO DE LA EXPIACIÓN DE SUS HIJOS, Y LA HOGUERA DEL CASTIGO Y DE LA MUERTE". Además del saqueo de Lynch, la escuadra decidió cumplir la orden de destruir la costa del Perú, para ese efecto (129) "el almirante Rivero dio la orden al comandante del "Cochrane" para que pasara a la bahía de Chorrillos y bombardeara la población hasta reducirla a cenizas". Acción que se trató de cumplir el 22 de setiembre frente a Chorrillos, pero el barco, al recibir un tiro de cañón en respuesta a su bombardeo, huyó de la bahía. El "Blanco" bombardeó el día 23 durante seis horas el puerto de Ancón, destruyendo muchas de sus casas y la "Pilcomayo", el mismo día, hizo lo mismo con el puerto de Chancay, logrando los mismos efectos que en Ancón. Por el poco efecto destructor y las disculpas dadas por los marinos chilenos de su poca efectividad y mucho temor, se recomendó que (130) "en lo sucesivo las bombas o granadas debían contener materias incendiarias". "Ferrocarril" de 9 de octubre. Por su parte "Patria" del 30 de junio de 1880, expresó (131). "El cañón chileno debe derribar las murallas de Ancón. Las balas de Chile deben convertir en ruinas los ranchos de la impúdica Chorrillos". Anexos 36, 37 y 38. 41 LOS CHINOS Lynch en su expedición depredadora al norte del Perú, encontró dos insospechados aliados: Algunos extranjeros que por salvar sus pertenencias se avinieron a las llamadas y solicitudes chilenas, brindándoles información. El segundo aliado fueron los chinos, que ya en esa expedición, en número de 400 extraídos de las haciendas del valle de Chicama, colaboraron plenamente en la obra destructiva, sea incendiando o dedicados al pillaje y como cargadores de los hurtos de la oficialidad y soldadesca. En el asalto a Lima, esos 400 que Lynch se llevó al sur, aumentaron a 1.000 con los que trabajaron en los valles de Ica, convirtiéndose en fieles colaboradores ya que fueron uniformados como chilenos y actuaron como fuerza auxiliar, además de servir como espías y enterradores de aquellos cadáveres que a Chile le interesaba mucho desaparecer. El feudalismo terrateniente y gamonalista peruano fue el directamente responsable del surgimiento de ese nuevo enemigo dentro del país. Esos asiáticos, tanto chinos como polinesios, llegaron al Perú en barcos ingleses a mediados del siglo XIX para reemplazar, en el trabajo agrícola o las guaneras, a los negros que habían sido libertados por Castilla. Los terratenientes comenzaron a importar asiáticos y por el precio del pasaje y manutención los sometieron a solapada esclavitud hasta que el chino lograra redimir la deuda contraída por el precio del pasaje, para traerlo desde su lejano país. Se debe recordar que en la segunda mitad del siglo pasado, el transporte de chinos, a donde se necesitaran braceros, como la construcción del canal de Panamá o la instalación de los ferrocarriles en Estados Unidos, fue un pingüe negocio para los anglo-norteamericanos. Los terratenientes peruanos aceptaron ese triste negocio. Esos inmigrantes chinos y polinesios, desde los lejanos días en que fueron extraídos de sus paisajes por la fuerza, con engaños o el espejismo de ilusoria riqueza, no volvieron a sentir la sensación de libertad hasta que comenzaron a colaborar con el ejército chileno en el saqueo, incendio y destrucción de la propiedad de los antiguos patrones y vecinos. Para Chile fue muy fácil reclutarlos y hacerlos colaborar al decirles que siguieran su ejemplo de asolar propiedades agrícolas o urbanas, oportunidad que se presenta, para los asiáticos, de satisfacer su hambre física y la venganza por los vejámenes y malos tratos sufridos en cautiverio. Una vez más el Perú pagaba en su población y propiedad general, los desatinos de los gobiernos, los agricultores costeños y de la explotación del guano. La insensibilidad de los gobernantes que permitieron la transferencia de una esclavitud ya abolida de los antiguos esclavos negros a esos nuevos braceros que llegaron a un país extraño, sin el idioma y tampoco nadie que los protegiera, por eso los soldados del Mapocho, debieron parecerles como libertadores, sin sospechar, que después de la guerra los tratarían a donde se los llevaron, peor de lo que habían recibido hasta entonces. 42 SAN JUAN Los chilenos, estuvieron bien informados sobre las características del terreno y de las defensas y, que el ejército contrario, en forma increíble, quedó dividido en dos escalones sin conexión entre ellos y con extensas líneas defensivas llenas de vacíos por donde era posible la infiltración de sus batallones, además, contando con el apoyo de su artillería naval, atacaron al amanecer del día 13 de enero de 1881 la primera línea de San Juan y, después de rotunda victoria, el día 15 siguieron la batalla dominando la segunda línea de resistencia en Miraflores. Batallas en las que por encima de la calidad del soldado y comando chileno, que no fue gran cosa, primaron los desaciertos, improvisaciones o impericia del Dictador Piérola quien, con su ignorancia en asuntos militares, envuelto en sus delirios de grandeza, dominado por su profunda desconfianza en los demás y que nadie hiciera cosa alguna que le permitiera sobresalir, deseó hacer y dirigirlo todo, por pequeño o secundario que fuera, pero que sólo él interviniera, dirigió las batallas, resultando un completo desastre en dos capítulos y un gran culpable: Piérola. Manuel González Prada escribió sobre la batalla de Miraflores en la obra ya citada "Guerra con Chile": (132) "En esos momentos avanzaron hasta donde nosotros estábamos (Hacienda de la Calera de la Merced), tres batallones de reserva, que aún no habían roto los fuegos, y entre estos el que comandaba el señor Pomar. Nunca he visto mayor entusiasmo. Todos pedían entrar en el fuego. D. Nicolás de Piérola se negó a que entrasen en combate y les ordenó a que regresaran a sus anteriores posiciones. Esta orden fue recibida en medio de protestas. ..". En la batalla de San Juan, se inculpó al coronel Suárez de no haber cumplido con su misión e incluso haberse retirado hasta Chorrillos, en lugar de hacerlo hasta el Morro Solar como le ordenó Iglesias, en donde reiteradamente se negó a entrar en combate pese a las órdenes que recibió de Piérola. Lo más que hizo fue permitir a su subalterno, coronel Recavarren para que entrara en acción en el Morro Solar en apoyo a las tropas de la Legión Peruana, siendo diezmados por el enemigo. En los Documentos Inéditos de la obra ya citada, el No. 11, referente a la batalla de Lima, por su contenido merece ser trascrito íntegramente: (133) "La batalla de San Juan se inició a las 4 a.m. del 13 de enero de 1881. Piérola en persona comunicó a las tropas la salida del enemigo de Lurín, hizo levantar a Iglesias que mandaba el ala derecha, y éste mandó que la Legión Peruana ocupase la media falda del Morro Solar, para que se viese libre de los fuegos de la escuadra. Con este mismo objeto hizo retroceder, de la línea de batalla las divisiones de Dávila y de Suárez; pero estos no se contentaron con cubrirse con el Morro Solar de la flota chilena sino que abandonaron sus puestos, dejaron un inmenso frente vacío, y en buen orden se retiraron hasta Miraflores, sin tomar parte en la lucha (Suárez lo hizo al local de la escuela de clases de Chorrillos. Este paréntesis es nuestro). Iglesias debía haber reparado la falta, haciendo bajar de la cumbre del morro a los batallones Ayacucho y Cajamarca, que allí había; pero se limitó a hacer alarde de su valor personal, exponiendo su reputación de militar y hasta su buen sentido. En tan mala disposición sucedió que el Batallón Legión Peruana se tuvo que batir contra toda la división Lynch que componía el ala izquierda del enemigo, fuerte de 4.000 hombres; el resultado ya puede suponerse. En mi concepto la batalla de San Juan fue una fuga general por parte de nuestro ejército. Habiendo comenzado el combate a las 4 a.m., tres horas después , se veían jefes y oficiales huidos a mas de tres leguas del lugar de la acción. El mismo Piérola, a las 9 a.m., se vino de Chorrillos por la playa, con no pequeño peligro y subió por la escalinata de Barranco. A las 11 llegó a Vásquez, almorzó y se echó a dormir a las 12 m. Como a las dos de la tarde y media, pasó por mi reducto que estaba en Camacho. Había perdido el ánimo para los que le creían valiente; yo creo que no había nada". La batalla de San Juan tuvo en Iglesias a su defensor, secundado por Cáceres y Recavarren que se batieron con entereza y valor pese a la superioridad aplastante del enemigo. Sobre la batalla de Miraflores del día 15, se presenta en Anexo No. 39, los "Recuerdos del 15 de enero de 1881 (En un Reducto)", documento explicativo de lo acontecido. 43 CHORRILLOS Los siguientes párrafos de escritores chilenos, son presentados por Paz Soldán, siendo suyo sólo el primer acápite. (134). "Los chilenos, vencedores en Chorrillos se entregaron como de costumbre a asesinar, saquear e incendiar cuanto encontraron. Sigamos a los mismos escritores y a los testigos presenciales, todos chilenos, de esa bacanal sanguinaria. "El combate de Chorrillos no fue una batalla, fue una horrible inextinguible matanza. Cuando al día siguiente los empleados de la intendencia desembarcaron en Chira y en Chorrillos, veían las rocas que forman la base inferior del sombrío morro cubiertos de puntos blanquecinos; eran los cadáveres de los peruanos que por millares habían rodado a los precipicios... La noche de Chorrillos será, de todos modos, una fecha lúgubre en la historia de la República. . . (se refiere a Chile). Fue aquella, después de la de Mollendo, la segunda noche triste. ¿Pero a qué procurar describir el vergonzoso espectáculo que siguió presentando Chorrillos durante toda la noche, aquella noche de horrores? El presbítero chileno don Salvador Donoso, que recorrió el campo de batalla al siguiente día del combate, dice: 'Se conocía que los buines habían hecho más uso de la bayoneta y de la culata de sus fusiles, que de las balas; porque todos los cráneos de los peruanos, estaban despedazados por completo. Grandes y pequeñas bandas de soldados armados y en desorden, se diseminaron en un momento por toda la pequeña ciudad. Mientras unos corrían a las pulperías, a las tiendas y a los almacenes, otros hacían saltar a tiros las cerraduras de las puertas, y entrando a las casas las recorrían rápidamente de arriba abajo; si encontraban alguno, lo mataban, y si el aspecto general de las habitaciones era pobre y mezquino, daban fuego y se iban. Si por el contrario anunciaban riqueza y opulencia, las cosas cambiaban de aspecto; escudriñando en todos los rincones, registrando todos los muebles, poniendo todo en horrendo desorden, se apoderaban de todos los pequeños objetos preciosos, y de todas las más ricas telas que encontraban. . . mientras otros se divertían en tocar, a locas, las teclas de los pianos, en romper cuadros, en destrozar los muebles, en dar fuego en uno o más extremos de la casa, para que tuviese tiempo de crecer y tomar incremento... El soldado chileno, el roto, al cual no enfrentaba ya disciplina militar, daba cada vez más rienda suelta a su estúpida brutalidad y a la ferocidad de su carácter. Y todo esto a la vista del general en jefe, del ministro de la guerra y de todos los jefes y oficiales superiores e inferiores del ejército chileno. Estos se hallaban allí, quien dentro, quien a las puertas de Chorrillos, viendo y escuchando todo, y no haciendo jamás nada para llamar al orden a sus soldados". Ver Anexo No. 40 sobre esta trascripción. En esa noche de horrores tanto en el lado peruano como el chileno se dio el mismo pensamiento: la posibilidad de un ataque peruano a las desbandadas tropas enemigas. En el campo peruano, Cáceres, después de haber reunido a parte de los dispersos y dándose cuenta de lo que sucedía en Chorrillos, concibió el plan de atacar durante la noche, comunicándolo al general Pedro Silva, manifestando que la noche del 14 pudiera cambiar el curso de la guerra, ya que los chilenos en pleno desorden y borrachera, serían dominados. Esa operación fue comunicada a Piérola en presencia del coronel Canevaro quien le dio pleno apoyo, pero el Dictador con la suficiencia que lo caracterizó respondió: (135) "El plan de Cáceres encierra un sacrificio estéril e inútil, porque el ejército chileno se encuentra formado en los alrededores de Chorrillos y los que saquean son unos cuantos". Pese a la insistencia de Canevaro, se negó a discutir el ataque. Mas o menos por esos mismos momentos en el lado chileno se produjo una conversación similar: (136). "El político chileno Manuel José Vicuña, testigo de todos estos acontecimientos, escribió en su folleto titulado 'Carta Política' (impreso en Lima en 1881 y destinado a criticar la actuación de general Baquedano, para impugnar su candidatura presidencial que no llegó, por lo demás, a triunfar). Recuerdo que con el ministro de Guerra, hacíamos esta reflexión: ¡Cómo nos iría esta noche si los peruanos, con un poco de audacia, vinieran atacarnos en número de cuatro mil hombres, solo de cuatro mil! Todo esto se lo llevaba el diablo, me decía el ministro y la obra de Chile se perdería miserablemente en una hora. ¿Quién nos diría amigo Ibáñez, que aquello que como simple hipótesis, como mero recelo, conversáramos en nuestra tienda de campaña, estuviera precisamente discutiéndose y verificándose allá en el campamento enemigo. El coronel Canevaro le decía a Piérola: Con mi fortuna y con mi vida le respondo a usted de que esta noche doy cuenta de los chilenos si me confía de cinco a siete mil nombres para ir a sorprenderlos, en medio del desorden y borrachera que inevitablemente les habría traído el saqueo de Chorrillos, y cuya prueba está ahí en aquellas llamas que divisamos... Anexo No. 41.

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