PARRICIDIO

LA ÚNICA HIJA

Observaba a mi hija mientras veía su programa de televisión favorito echada en mi cama, retozando feliz conmigo, sabiendo que en ese espacio de edredones y almohadas descansa segura, tranquila... y yo también. Pensaba en esta escena cotidiana y no podía encontrar un posible desequilibrio que pudiera fragmentar esta paz y algún día transformar mi relación con ella en un potencial vínculo de muerte.

El asesinato de la magistrada Elizabeth Vásquez me impactó sobremanera, su hija, la niña de sus ojos seguramente, había decidido trasmutar ese vínculo de amor y confianza, en uno muy distante y cruel. La forma, el móvil, la frialdad es quizá lo más perturbador de este caso.

¿Qué tenía que cobrarse esta hija criada con la mejor educación y los mimos propios de ser la única engreída? ¿Qué error tan grave cometió su madre para que su final fuera tan desolador? Estas preguntas son claves para comprender cómo una relación madre-hija termina ensangrentada y en las primeras planas de los diarios de todo el país.

¿Un seguro de 100 mil dólares y propiedades por heredar bastaron para que Elizabeth Espino con la mayor sangre fría planificara durante un año el asesinato de su mamá? Junto a su enamorado, que cínicamente negó toda responsabilidad ante las cámaras de televisión, degustaron este crimen paso a paso solo por el interés económico.

¿Cómo una madre no puede ver la personalidad de su hija tan trastornada? Me pregunto y me asusto al hacerlo porque no logro comprender cómo la vivencia de 21 años con esta hija no pudo servirle de nada a la magistrada Vásquez. Cómo el hecho de conocerla, acompañarla, observarla cada día no pudo presagiar la determinación de acabar con su vida. Es que acaso los hijos resultan un misterio tan grande e indescifrable.

LIMPIANDO LAS HUELLAS DE SANGRE

Si algo podríamos sacar de lección de esta historia es que nada se produce por azar y espontaneidad. Elizabeth Espino es producto de dos padres que algo debieron dejar en el tintero de su relación con ella, algo importante debió pasar a segundo plano cuando debió tener el primero. Quizá la comunicación entre ellos, la ausencia de la madre y padre en el hogar por muchas horas.

Se sabe que la madre asesinada tenía una fructífera carrera profesional como abogada tributarista y eso no se construye de la noche a la mañana, ni dedicándole pocas horas del día. La soledad de la hija bien podría haber servido de aliciente a la relación sentimental que mantenía con Fernando González Asenjo, el autor material del crimen, quien le habría propinado los golpes más certeros a la víctima.

El vacío y confusión de la hija si bien es cierto podrían haber contribuido, la feroz oposición de la madre a su relación con González fue uno de los detonantes más fuertes de este crimen; sin embargo, no se convierten en razones totalmente justificables.

Ya que no todas las hijas cuyos enamorados no son aceptados en casa por su madre terminan una noche de enero limpiando las huellas de sangre de su progenitora antes de esconder su cuerpo en su propio auto. Ese comportamiento no responde a un simple capricho de niña mimada o a un intento de manipulación juvenil.

La psicoterapeuta Carmen Gonzáles esboza una posible razón que responde algunas de las interrogantes que este parricidio ha despertado: "Yo hablo del mundo interno de las personas para que esto sea a nivel preventivo. Estas psicopatías se fabrican en los hogares, el niño nace con un instinto de vida y de muerte, y con un instinto de destructividad grande. Y es responsabilidad de los padres, con paciencia, amor y tolerancia, bajar esa destructividad”.

"Pero cuando eso no baja, entonces se crea el psicópata. Yo creo que esta chica es una psicópata. Es diferente al caso de Giuliana Llamoja, que en el momento se perturba; pero esta chica planifica, quiere decir que cuando ha sido criatura ha tenido que guardar su agresión y ha creado un falso ser, una falsa identidad. La psicopatía es justamente el trastorno de la personalidad que hace que la persona actúe como si sus sentimientos no estuvieran comprometidos, como si estuviera en un escenario; pero además no tienen normas morales, por un tema de crianza no las han grabado”, explicó.

SONRISAS QUE MATAN

Durante el entierro de la abogada, la imagen de contrición y dolor que Elizabeth Espino proyectaba era verosímil: traje negro, expresión ausente perdida en las gafas oscuras, el cabello recogido y un paso lento, muy lento que desafiaba cualquier sospecha. Su padre, el ex fiscal anticorrupción Alejandro Espino, decía unas sentidas y emocionadas palabras en memoria de su ex esposa.

Una actitud muy distinta a la del día de la confesión, cuando 17 días después la División de Homicidios aclaró el asesinato y pudimos ver estupefactos la discreta sonrisa que la ahora acusada Elizabeth Espino dejaba escapar por la comisura de sus labios. Dos caras de una misma moneda, dos rostros de una joven mujer que sufría de bipolaridad.

Desde la separación de sus padres, la depresión se instaló en ella y fue necesario estabilizar sus emociones con medicamentos, atendiendo así la precaria estabilidad emocional que ya para ese entonces tenía. Ese ingrediente sumado a la oposición de su madre por su pareja habría sido finalmente la terrible receta de este asesinato.

Una crisis que seguramente silenciosa arrastraba y disimulaba la familia, una desconexión total de los padres con una hija que decía no ver a su ex enamorado desde setiembre, y a pesar de ello planificó al milímetro con él el crimen, contratando incluso a un amigo para que facilite la operación.

Conclusiones que han llevado a su padre a asumir la defensa de su propia hija, diciendo que la perdona y que hará todo lo posible por ayudarla. ¡Qué dolorosa situación, que tardía reacción!

Auxiliarla es lógico, ¿qué padre no daría su vida por evitarle tristeza alguna a su hija? Una hija que ya fue trasladada al penal Santa Mónica, una hija que deberá enfrentar un proceso que buscará condenarla a no menos de 20 años por parricidio, por ser considerado uno de los delitos más atroces.

LA SALVACIÓN ESTA EN LA MIRADA

Con el pasar de los días y los años uno construye su memoria de retazos, de pedacitos de palabras que van significando mucho para su propia vida, para terminar esta historia de piezas rotas y afectos partidos quiero traer a nuestra memoria a Constantino Carvallo.

Si algo me quedó como poderosa lección para mi quehacer de madre fueron estas palabras, y no creo que exista mejor ocasión para compartirlas...

Yo veo que mi hija de dos años entiende el amor como mirada (...) Cada día hay un motivo nuevo para convocarme a su espectáculo. Yo la miro y la miro y esa mirada incondicionalmente dispuesta satisface el deseo supremo de mi niña. Ella quiere que le entregue mi atención, que la mire, o mejor aún, que la admire (...) Ella construye su fortaleza interior con el interés visual que le devuelvo, por eso quizá Erasmo diga que la mirada es la “casa del alma” (Diario Educar, pág. 82)

La filósofa francesa Simone Weil escribió que la salvación está en la mirada y que duda cabe que en este terrible caso hubiera hecho la diferencia más miradas, más retorno de madre a hija y de padre a hija.

Nadie puede decirme qué será del vínculo con mi hija más adelante, hoy es difícil pronosticarlo, ella es una pequeña de 7 años que algún día tendrá 21, pero si algo guardo para mí después de narrar este relato, es que las miradas de amor, quiero imaginar, nunca vuelven vacías.