En la madrugada del sábado 27 de febrero un poderoso terremoto de 8.8 grados en la escala de Richter cambió para siempre la vida de los chilenos. La furia de la naturaleza devastó el centro y sur del país, y terminó por derrumbar los sueños de millones de personas.
Una de esas personas, y quizá la más importante por el papel que va a desempeñar en los próximos cuatro años, es Sebastián Piñera, quien el jueves 11 de marzo asumió la presidencia de la República.
El trabajo de planificación y organización política y económica que había empezado hace poco más de 10 años se vinieron abajo. Piñera sabía en medio de los escombros de edificios y carreteras, que no sería el encargado de llevar a Chile hacia el “mundo desarrollado”.
Atrás quedaron sus promesas de generación de un millón de puestos de trabajo, reactivación económica y combate a la delincuencia, que hizo ganar las elecciones presidenciales a la derecha por primera vez en 50 años.
Y es que el terremoto obligó al nuevo mandatario a cambiar en cuestión de horas su plan de gobierno –ese que le costó tantas horas de desvelo– y que ahora se enfocará principalmente en las tareas de reconstrucción.
Pero Piñera no la tiene nada fácil, y según lo que ha dicho ante los medios, está ante una “tarea titánica” que requerirá de paciencia y determinación en su liderazgo, dos cualidades que ha forjado con éxito en su larga trayectoria como empresario.
En un comienzo, los informes del gobierno saliente de Michelle Bachelet hablaban de un impacto no tan severo por el terremoto como el provocado por un sismo de menor intensidad el pasado 12 de enero en Haití. Las víctimas no eran tantas y la destrucción era menor, decían.
Aunque en cierta forma hay algo de verdad en la postura oficial, reportes posteriores revelados por la prensa dieron cuenta de un efecto devastador mayor de lo esperado en un Chile “preparado” para grandes terremotos.
Basta mirar los informes presentados por las autoridades de las regiones del Biobío y Maule: el sector forestal está parado y hay más de 10,000 máquinas pesadas inutilizadas. Las pesqueras perdieron casi todas las instalaciones portuarias y al menos 30% de sus embarcaciones.
La industria de la harina y el aceite de pescado que tenía su epicentro en el destruido puerto de Talcahuano –donde nuestro viejo y rehén monitor Huáscar se salvó de ser tragado por el agua–, quedó en la ruina.
También se sabe que el sector turístico está paralizado y que los aeropuertos no podrán recibir una gran cantidad de visitantes por fallas en sus estructuras que tardará meses en ser rehabilitados, mientras en el sector del acero el 63% de las plantas están inutilizables.
A esto hay que sumarle que el sector agropecuario ha sido puesto en emergencia y que la industria vinícola –una de las estrellas de las exportaciones chilenas después del cobre, el salmón y las frutas– tendrá pérdidas por más de US$ 600 millones debido a que, al menos, el 50% de sus bodegas están comprometidas.
Consultoras internacionales estiman que, en total, el terremoto dejará pérdidas por US$ 30,000 millones –el 15% del PBI– lo que frenará el crecimiento económico chileno de los próximos cuatro años.
VOLVER A LA REALIDAD
Según el entorno del nuevo mandatario, el deseo de Piñera de un crecimiento económico del 6% durante su gobierno es, por decirlo menos, impensable e imposible.
Para lograr una tasa del 6%, el plan original de Piñera contenía la racionalización de los programas gubernamentales, el impulso al sector privado y una serie de perfeccionamientos en materia de conectividad, que no serán prioridad este y el próximo año.
En cambio, el nuevo gobierno se concentrará en restaurar la normalidad y satisfacer las necesidades más básicas de los chilenos, en especial de los pobres, que han sido los más golpeados por la tragedia.
El terremoto del 27 de febrero dejó más de medio millón de hogares destruidos y unos dos millones de damnificados.
El sismo abarcó 400 kilómetros de la costa centro sur de Chile, donde hay grandes bolsones de pobreza y desigualdad, que explican la desesperación de la gente al saquear las tiendas y supermercados en ciudades como Concepción.
Esa región también concentra el 14% del PBI, incluida la quinta parte de la industria chilena.
Piñera ya ha anunciado un plan de reconstrucción al que ha llamado “Levantemos Chile” y que tendrá como prioridades la construcción de hospitales, carreteras, escuelas y viviendas.
El dinero para las obras, que rondan los US$ 20,000 millones, podrían salir del Fondo de Estabilización Económica y Social –creado por Bachelet y que cuenta con más de US$ 13,000 millones–, la emisión de bonos en el mercado internacional y el endeudamiento externo.
Chile, que no pide un préstamo internacional desde el 2004 y cuya deuda pública consolidada neta de activos es cercana al 0%, podría recibir dinero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial (BM) a tasas de intereses muy bajas.
INVERSIÓN PÚBLICA
El periodo de reconstrucción hará de Chile un país distinto, que modificará el eje de su desarrollo enfocado hasta ahora en el comercio exterior y las exportaciones y dará paso a un modelo a gran escala de inversión pública en el que el sector de la construcción será el puntal.
Piñera, quien quería reducir el papel del Estado, tendrá que hacer todo lo contrario y aumentar el gasto social que podría subir el déficit fiscal del siguiente quinquenio. Una situación que no le agrada en tiempos de crisis financiera internacional, pero que se hace urgente estos días.
El terremoto también podría darle la oportunidad de corregir parte de los errores que se cometieron en Chile en materia de construcciones antisísmicas y crear cientos de escuelas y hospitales nuevos con una moderna tecnología, que en tiempos normales habrían sido aplazados.
Piñera siempre se imaginó como el artífice de un nuevo Chile, moderno y desarrollado que se codeara sin aspavientos entre las grandes potencias. Hoy, el destino le da la oportunidad de reconstruir una nación herida y sangrante que pese a la adversidad no pierde la esperanza de levantarse. Él asume el reto, en medio de la tribulación de su gente.