La cachetada de Alan García

Al día siguiente, García negó la versión del diario (que tiene poco más de un mes en circulación) diciendo que no le creyeran porque lo único que quería era vender más ejemplares.

Luego dijo que León no solo le gritó “corrupto” sino también “hijo de puta” enfrente de su hija, y que, por ese motivo, se acercó al muchacho y lo recriminó con el dedo. Negó haberlo golpeado.

Dos días después, Óscar Rachumí, de aproximadamente 50 años, se presentó en conferencia de prensa como supervisor de limpieza del hospital Rebagliati y manifestó que había sido él quien golpeó a Gálvez y no Alan García.

Sus declaraciones resultaron forzadas. Era evidente que había sido enviado por alguien para auto inculparse de la agresión con la finalidad de absolver a García. 

Todos recordaron entonces la patada que García le propinó en el 2005 al ciudadano Jesús Lora en plena marcha sindical por una calle del centro de Lima cuando el actual mandatario era candidato a la Presidencia.

Sin embargo, Gálvez también registra antecedentes de agresión. El programa Reporte Semanal emitió un informe el domingo 17 donde indicaba que Gálvez fue dado de baja de la FAP en abril del 2007 luego de golpear a su compañero Rafael Torres con un fusil AKM en la nuca.

Consultado por el autor de la nota, Torres manifestó que Gálvez era conocido entre los ‘avioneros’ con el apelativo de “Loco”.

El personaje resulta por lo menos pintoresco. El mismo informe del programa dominical recuerda que, cuando murió Michael Jackson, Gálvez declaró que el cantante norteamericano era “el amor de su vida”.     

Las opiniones están divididas entre quienes se manifiestan de acuerdo con la bofetada de García a Gálvez y quienes dicen estar en contra.

Gálvez hizo mal al insultar al presidente de la República, ya que este es un cargo que amerita respeto. No se trata de la persona, sino del cargo. Un ciudadano tiene el derecho de discrepar con una autoridad pública, pero no debería ir insultándola por la calle.

García, por su parte, también hizo mal al responder el agravio con una cachetada. La misma investidura presidencial que merece consideración por parte de los ciudadanos, lo obliga a mantener la serenidad ante los exabruptos de las personas. Un presidente no debería ir golpeando a la gente por la calle.

¿Hasta cuándo seguirá sonando la cachetada?