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Los cables de Wikileaks y el Ejército peruano

¿Qué secretos esconde el VRAE?
El domingo 12 de diciembre, el diario español El País publicó en su página web información filtrada por Wikileaks que ha tenido el efecto de una bomba al interior del Ejército peruano. ¿Qué decía esta información?
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Los cables de Wikileaks y el Ejército peruano

El País reproducía algunos de los cables sustraídos por Wikileaks al Departamento de Estado norteamericano que aludían directamente al Ejército del Perú y en particular al recientemente nombrado jefe máximo de esa institución, general EP Paul Da Silva.

Los párrafos más contundentes, redactados por el mismo ex embajador de Estados Unidos en el Perú, Michael McKinley (ahora destinado a Colombia), hablaban de una relación entre el narcotráfico y altos mandos del Ejército.

“Altos mandos militares reciben lucrativos pagos de los traficantes de droga que operan en el valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE)”, escribió textualmente el diplomático gringo.

Sin embargo, los informes indican además que los militares beneficiados con el dinero de los narcotraficantes no son solamente altos mandos, sino también los oficiales y suboficiales que tienen a su cargo los pequeños puestos de vigilancia esparcidos en las zonas más alejadas del VRAE, allí donde, se supone, combaten heroicamente contra los remanentes senderistas. 

En una parte de los documentos, McKinley refiere que el recientemente nombrado comandante general del Ejército, general EP Paul Da Silva, se había reunido en el 2007 con el empresario pesquero Rolando Velasco Heysen, quien unos meses después fue detenido en Piura intentando sacar del país 840 kilos de cocaína escondidos en un cargamento de pescado congelado.  

McKinley informó a su embajada que el general, entonces jefe de la Región Militar Norte, con sede en Piura, había mantenido esa conversación con el empresario para coordinar envíos de droga al exterior.

McKinley agregó en los cables enviados a su país que la mafia creada al interior de las Fuerzas Armadas durante el gobierno de Alberto Fujimori en los noventas continúa con vida y que mantiene sus vínculos con el tráfico de drogas y que, además, podría tomar mayor fuerza.

¿En qué información se basó McKinley para comunicar unas conclusiones de esta naturaleza a su país? ¿Cómo sabía él que algunos generales del Ejército recibían dinero?

Según los documentos, fueron los mismos altos mandos del Ejército quienes habrían acusado a sus compañeros por recibir pagos de las bandas de narcotraficantes. ¿Por qué hicieron esto? Los archivos no especifican los motivos. Quizás fue un arranque de honestidad moral. Quizás estaban resentidos porque el dinero no llegaba a ellos.

Como era de esperarse, la información consignada en la página web de El País estalló en el Perú como una bomba. Las reacciones no se hicieron esperar.

El único militar mencionado con nombre y apellidos por McKinley, Paul Da Silva, reconoció haberse reunido con Rolando Velasco, pero lo hizo a pedido del entonces comandante general del Ejército, Edwin Donayre, porque el empresario tenía intenciones de vender cargamentos de pota para el consumo de los soldados de las guarniciones del Ejército.

Da Silva agregó que solo se reunión con Velasco una vez y que en ese encuentro estuvieron presentes varios militares y que, además, se enteró de las actividades ilícitas del empresario únicamente después de su detención.

Al día siguiente, en conferencia de prensa en el Cuartel General del Ejército, Da Silva declaró que la institución que él dirige iniciará una investigación hasta llegar a las fuentes militares que dieron la información que luego McKinley comunicó a su país. “Caiga quien caiga”, subrayó. 

Luego dijo que se estaba asesorando con los abogados del Ejército para dar inicio, previa autorización del Ministerio de Defensa, a acciones legales contra el embajador por vincularlo con el narcotráfico y no informar al gobierno peruano la información que manejaba.

Por su parte, el ministro de Defensa, Jaime Thorne, manifestó que no existían evidencias ni pruebas que avalasen las afirmaciones de McKinley, pero que de todas maneras evaluará abrir una investigación al respecto para “sancionar drásticamente a los responsables”.

Mientras tanto, el canciller José García Belaúnde se limitó a restar importancia a los cables difundidos por El País. “Wikileaks es un gran chismorreo”, adujo. “Escucha en la calle, va a cócteles y ahí la gente chismosea y Wikileaks luego repite lo que oye. Lo que sí debo decir es que el chisme no puede ni debe generar conflictos”. Luego añadió que si McKinley tenía información de esa naturaleza, debió hacerla pública.

Los ex ministros de Defensa, Ántero Flores-Aráoz y Rafael Rey, así como el ex jefe del Ejército, Otto Guibovich, y el ex jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Francisco Contreras, señalaron que en ningún momento llegó información de ese tipo a sus oídos mientras estuvieron al frente de sus respectivos cargos.

¿En qué terminará esta historia? ¿Realmente los cables de Wikileaks reproducirán solo chismes de cócteles, como dice García Belaunde? ¿Será cierto que Da Silva se reunión con Velasco en el 2007 para hablar sobre la conveniencia de que los soldados consumiesen pota? ¿O quizás la boscosa selva del VRAE esconderá algunos de los secretos más inconfesables de los militares?

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