Las noches ya no volverán a ser las mismas. De alguna manera se volverán simples, sin toques de genialidad ni humor para tratar de comprender las noticias internacionales. Después de 53 años de carrera y más de 50,000 entrevistas, Larry King colgó los tirantes y dijo adiós a su programa de 25 años en la cadena CNN.
Para quienes lo seguimos religiosamente –aunque se pecaba en alguna que otra ocasión viendo alguna película o documental en el cable– su programa de entrevistas era un referente obligatorio para saber qué pasaba en ese extraño mundo agobiado por tantas noticias malas, pero reconfortado también por una realidad que se permitía banalidades y mucha, mucha esperanza.
Sin dudas, King fue el rey de las entrevistas en CNN y era uno de los pocos monstruos del periodismo televisivo norteamericano que podía considerarse una enciclopedia andante. De esta vieja generación podía rescatarse a Mike Wallace, Morley Safer y las féminas Diane Sawyer y, claro está, Barbara Walters.
El viejo Larry no se decantó por los reportajes al estilo 60 minutes, él prefirió el contacto en vivo y en directo con los protagonistas de las noticias y ello lo hizo un paso obligatorio para el político que estaba de moda, o el que quería estarlo.
Y no solo políticos. Músicos, actores, científicos, personas comunes y corrientes pasaron por el set de su programa para explicar la verdad, o su versión de la verdad.
Él entrevistó a casi todos los presidentes estadounidenses de los últimos 30 años y, aunque tenía su corazoncillo demócrata sentía un profundo respeto por el conservador y carismático Ronald Reagan. Con los Bush, padre e hijo, prefirió guardar un respetuoso silencio porque como dijo alguien por ahí “cuando no tienes nada bueno que decir de alguien mejor ten la boja cerrada”.
De todas sus entrevistas, el viejo Larry ha tenido grandes momentos. Por ejemplo, en 1995 consiguió reunir en un mismo espacio al líder palestino Yaser Arafat, el rey Husein de Jordania y el primer ministro israelí Yitzhak Rabin. Ni Clinton, con todas sus cualidades diplomáticas, pudo lograr un encuentro tan sereno.
También otro de sus grandes momentos fue el debate de 1993 sobre el tratado comercial NAFTA, con un mano a mano entre Al Gore y Ross Perot, imperdible para los estadounidenses.
Durante su larga trayectoria, King fue motivo de muchas críticas como, por ejemplo, tener un estilo bastante minimalista, sin pretensiones que lo hizo merecedor del apodo de “suavecito”.
Quizá haya algo de verdad pero también su estilo demasiado respetuoso hizo que la gente se sintiera confiado de poder hablar sin temor a ser devorado o acribillado.
El propio King ha reconocido, con orgullo, que nunca se preparaba para las entrevistas. Así quedó claro ante las cámaras en el 2007, cuando logró enfadar al siempre bonachón comediante Jerry Seinfeld al sugerir por error que su comedia había sido cancelada.
Por Dios, exclamaron sus críticos, Larry King nunca se enteró que Seinfeld fue la comedia más exitosa de la historia televisiva norteamericana y que su final tuvo el rating más alto en el país.
“¿Es esto aún CNN?”, le espetó Seinfeld. “¿Sabes quién soy? ¿Puede alguien traer un currículum mío aquí, para que Larry lo revise?”, le dijo el enfadado comediante. Larry solo atinó a sonreír, como siempre hacía cada vez que estaba en una situación embarazosa.
Hoy ese estilo respetuoso y sin ánimos de confrontar permanentemente abandona la televisión por cable que también se ha visto afectada por la inmediatez tan bulliciosa pero poco consistente en el panorama de la comunicación de masas.
Una lástima porque en tiempos como el que vivimos lo mejor que podemos hacer es cuestionarnos a nosotros mismos y a la gente que nos rodea. Ya no tenemos a Larry para ese trabajo.