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REVISTA

Cristianos bajo ataque en Egipto

El drama de los coptos en el país árabe
Su mera existencia incomoda a los extremistas islámicos que consideran a los seguidores de Jesús como una "anomalía" injustificable.
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Cristianos bajo ataque en Egipto

La noche del pasado 31 de diciembre, una multitud de cristianos abarrotaba la iglesia de los Santos (Al Qiidisin, en árabe) en Alejandría y llenaba con sus cantos y oraciones el ambiente que era abrigado por el calor de miles de velas depositadas por los fieles.

Todos tenían en sus mentes y corazones buenos propósitos de paz y prosperidad para el 2011, pero un evento lo cambió todo. De la nada surgió la figura escurridiza de un hombre de unos 30 años que bajo sus ropas llevaba una carga explosiva que se reventó en medio del mar humano.

De un momento a otro todo se volvió oscuridad y con ella vinieron los gritos de dolor y desesperación. El olor a carne chamuscada y la sangre desparramada por doquier no hicieron más que encender la ira de los sobrevivientes que miraron con estupor como 21 de sus hermanos de fe murieron mientras decenas eran trasladados inconscientes.

“No otra vez”, ”¿por qué nos odian tanto?”, ”venganza”, se escuchó decir a los dolientes fieles que recordaron muy bien la enorme carga que supone ser cristiano en Egipto, un país árabe y de mayoría musulmana incrustado en las arenas movedizas del Medio Oriente.

El atentado, no reivindicado, se produce dos meses después de que un grupo próximo a la rama iraquí de Al Qaeda amenazara a los coptos de Egipto si su iglesia no liberaba a dos cristianas que, según ese grupo, están “encarceladas en monasterios” por haberse convertido al Islam.

COMUNIDAD PERSEGUIDA

Aunque la mayoría suele desconocerlo, son los cristianos la comunidad religiosa más perseguida del mundo, en especial en lugares de África y Asia, donde existe una visión más fundamentalista del Islam y en donde las cruces son “símbolos malditos” que hay que destruir en nombre de Alá.

Sin lugar a dudas, en estos ataques existe la memoria colectiva e histórica de las cruzadas y sus efectos en el mundo islámico pero también hay detrás un afán revanchista por querer culpar y castigar a los cristianos por la decadencia económica, social y cultural del Islam en los últimos años.

Como es de esperarse, el abuso más despiadado se da cuando las minorías son incapaces de defenderse y en el caso egipcio, los coptos, tan obedientes en el mensaje de Jesús de dar la otra mejilla cuando son atacados, han sido siempre el chivo expiatorio de todos los males nacionales. 

ECONTRANDOS SUS RAÍCES

El país, que un día albergó a una cultura milenaria, tiene una población estimada de más de 80 millones de personas, pero además posee una minoría importante –un 10%– de cristianos, cuya comunidad es una de las más antiguas pues data del siglo I d. C.

Según la historia, la iglesia cristiana copta tiene su origen en las prédicas de San Marcos, autor del segundo evangelio, quien encontró en los egipcios de la época una mejor recepción al mensaje de Cristo del que tuvieron otras comunidades como la romana, la griega o la judía.

Los estudiosos han confirmado que en el siglo I, el mensaje del Nazareno adquirió muchos seguidores en Alejandría, la segunda ciudad más cosmopolita en tiempos del imperio romano, al punto que se hablada de una “escuela teológica alejandrina”.

Por más de tres siglos, Alejandría mantuvo un lugar privilegiado en la formación de la nueva religión pero fue en el año 381 que un concilio otorgó “primacía de honor” a la iglesia de Constantinopla causando el resentimiento de los fieles alejandrinos.

Sin embargo, la ruptura final se dio en el año 451 con la realización del Concilio de Calcedonia que proclamó la doctrina católica de las dos naturalezas de Cristo: la divina y la humana.

Los coptos, resentidos con Roma, calificaron a las nuevas ideas como “herejía” y se plegaron a la doctrina de un viejo monje griego, Eutiques, quien defendió la naturaleza “única y divina” de Jesús. La doctrina llamada Eutiquianismo o monosofista habría de diferenciarla y separarla de Roma y Constantinopla para siempre.

Con el paso de los años, coptos y católicos marcaron claramente sus diferencias tanto de forma como de fondo, aunque han dado gestos de querer volver a trabajar y colaborar juntos por el bien del mensaje cristiano que pide a gritos la “unidad”.  

LO QUE LOS DIFERENCIAN

Vale destacar, por ejemplo, que los coptos no reconocen la autoridad y menos aún la infalibilidad del papa y Obispo de Roma. Ellos tienen su propio papa, Shenuda III, quien funge como su líder espiritual.

Los coptos, quienes fueron los primeros en asociar la cruz con la cristiandad, también carecen de imágenes en sus templos, oran siete veces al día, no comen chancho y respetan el rito litúrgico de San Basilio. 

Con la llegada del Islam a Egipto en el siglo VII, los cristianos coptos fueron relegados a ser una minoría que, pese a los años, supo mantener su fe, aun a costa de perder la vida por no convertirse en seguidores de Alá.

Ya sea como parte del Imperio Otomano, bajo el dominio británico o con una vida independiente, los cristianos nunca ha disfrutado una vida en paz en Egipto. Ellos son vistos como ciudadanos de segunda categoría, a los que se les clasifica en sus documentos de identidad por su fe.

El solo hecho de ponerte como “cristiano” puede cerrarte la puerta a las oportunidades de trabajo y estudio. En resumen están condenados al subdesarrollo y la pobreza.

El ataque de la semana pasada, sin embargo, habría rebasado la paciencia de los coptos que han multiplicados sus protestas en varias ciudades del país y exigen al gobierno la detención de los responsables del atentado en la iglesia de Alejandría.

El gobierno de Hosni Mubarak ha prometido llevarlos a la cárcel, algo que los cristianos dudan debido a las difíciles condiciones internas. En medio de un año electoral, el gobierno no querría provocar a los fundamentalistas islámicos que, pese a los trabajos de inteligencia, siguen siendo una amenaza para la estabilidad del país.

Mubarak solo podría aplastarlos siempre y cuando amenacen su continuidad en el poder. Lo demás, como los derechos de los cristianos, pueden esperar otros dos mil años más.

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