El anuncio esta semana de la beatificación el próximo 1 de mayo del fallecido papa Juan Pablo II ha causado la alegría de millones de fieles católicos alrededor del mundo, pero también la decepción de otros más por el hecho de que un personaje tan polémico sea considerado santo.
Y es que el “Papa Peregrino”, como se le llamó por sus constantes viajes alrededor del mundo, ha estado vinculado a una serie de escándalos que, cabe resaltar, no protagonizó pero sí dejó pasar durante los años de su pontificado (1979-2005).
El más grave fue su dejadez hacia los miles de casos de abusos contra niños y niñas de todo el mundo que fueron violados por sacerdotes enfermizos en monasterios, iglesias, colegios, capillas de pueblo, entre otros lugares en donde se erigía la cruz de los católicos.
Cada vez surgen más testimonios de que él supo desde su llegada al Vaticano sobre las denuncias de miles de inocentes, sobre todo en Europa del Norte y Estados Unidos, pero no hizo nada para entregar a la justicia a los curas denunciados y ordenó la obstrucción de las investigaciones judiciales.
A lo mucho se ordenaba el traslado de los sacerdotes pedófilos a otras dependencias religiosas o comunidades –donde volvían a sus fechorías– o se les prohibía el contacto con los fieles y se les recluía en cómodos monasterios en una especie de “santo exilio”.
Allí tenemos también el caso más conocido, el de su amigo por muchos años, el sacerdote Marcial Maciel fundador de los Legionarios de Cristo, una de la congregaciones más conservadoras y poderosas de la Iglesia.
Maciel, quien murió hace dos años, fue apartado en el 2006 del ministerio público apenas comenzó el pontificado de Benedicto XVI.
La sanción fue considerada el resultado de más de una década de denuncias de abusos sexuales de, al menos, 30 seminaristas y estudiantes, aunque el Vaticano no dio las razones y decidió no someter a Maciel a proceso canónico por su avanzada edad.
Según las últimas investigaciones, Maciel tuvo una hija en España y mantuvo una relación de 25 años con una mujer en México con la que tuvo dos hijos propios y uno adoptivo. Se ha comprobado que abusó sexualmente de los tres varones desde que tenían siete años.
Los hijos, ahora ya adultos, han pedido un reconocimiento de la Iglesia y un resarcimiento a la que consideran culpable de sus desgracias.
En ese sentido, un grupo de víctimas de abusos han comenzado una investigación profunda de los casos y se ha dedicado a examinar los documentos oficiales del Vaticano desde la década de los cincuenta para estudiar sus actuaciones.
Sobre los años del Papa polaco, se ha descubierto una carta de un ex obispo de la diócesis de Oakland, que reclama a la Santa Sede la expulsión de un cura californiano acusado de pedofilia, pero que se encontró con el rechazo de Juan Pablo II, quien se oponía en esa época a echar a sacerdotes.
El ex obispo John Cummins explicó que en esa época la Iglesia se enfrentaba a la partida de muchos sacerdotes, lo cual hizo que el entonces Papa “enlenteciera el proceso” contra los acusados de pedofilia.
La actuación o, más bien dicho, el silencio de Karol Wojtyla provocó que la Iglesia enfrente su más grande crisis de los últimos 50 años y hay algunos que se preguntan si saldrá adelante a pesar de los vanos intento de Benedicto XVI por enderezar el camino.
Un camino que, no hay que olvidar, torció el “santo” Juan Pablo II.