Viernes 19 de abril 2024 | Contáctenos
Este vendría a ser el diario de una guerra cruenta entre un pueblo cansado de una tiranía que lleva más de 40 años en el poder y un sanguinario dictador que ha demostrado que, pese a las protestas de casi todas las organizaciones defensoras de los derechos humanos, puede actuar impunemente sin la reacción del mundo.
Hasta el cierre de este artículo las noticias no son nada buenas para los rebeldes que semanas atrás lograron sorprender a la comunidad internacional luego de tomar el control de varias ciudades del país y llegar hasta las puertas de Trípoli, el último bastión de Muamar Gadafi.
Con el apoyo de un sector importante de las Fuerzas Armadas –a las que habría comprado con dinero y tierras– el gobernante libio inició un contragolpe contra los rebeldes hasta el punto de recuperar dos ciudades importantes: Brega y Ras Lanuf.
El impacto no solo ha sido importante para aumentar la moral de sus tropas, sino también garantiza al régimen mantenerse con el control de dos localidades claves para el suministro de combustible.
Ahora, los rebeldes controlan solo una ciudad importante, Abadiya, que está muy cerca de Bengazi, su bastión cerca de la frontera con Egipto.
Según expertos militares, el llano desierto de Libia favorece el uso de vehículos blindados pesados y la capacidad aérea. El Ejército libio también está mejor entrenado y es más disciplinado que la entusiasta y mal equipada fuerza rebelde que recibe alguna que otra ayuda de los pueblos aledaños.
El otrora optimismo pasó a convertirse en frustración e ira de los rebeldes que acusan a Occidente y a sus propios hermanos de haber dejado pasar una “oportunidad de oro” para derrocar a Gadafi. Y parece ser cierto.
Tras días e interminables horas de conversaciones esta es la situación en el plano diplomático:
ESTADOS UNIDOS: Tras haber desplegado decenas de barcos y aviones de guerra frente a la costa libanesa y haber dicho que la Casa Blanca consideraba todas las alternativas para hacer que Gadafi detenga sus ataques a la población, Washington está “paralizado”.
Al parecer, el gobierno de Barack Obama subestimó a un personaje como el presidente libio, que no se dejó amilanar por la amenaza de una guerra –él que soportó un bombardeo del mismísimo Reagan y vivió para contarlo–.
Hay que considerar también que Obama no quiere parecer el líder de la opción militar cuando todavía no deja arreglado temas más urgentes como Iraq y Afganistán.
EUROPA: Con un Obama temeroso de los efectos de una guerra en Libia surge el liderazgo de Nicolás Sarkozy y David Cameron. Tanto el líder francés como el británico favorecen a ataques selectivos en el país norafricano pero bajo ciertas condiciones. Actualmente, se ha informado que ambos países trabajan un proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad que pueda dar paso a una zona de exclusión aérea pero se demoran tanto que los rebeldes creen que la propuesta caería en saco roto.
ONU: La construcción de una coalición internacional para detener a Gadafi es tan difícil que así se lograra algún tipo de acuerdo que pueda ser votado dentro del Consejo de Seguridad, lo más probable es que sería vetado por China y Rusia que no quieren saber nada de intervenciones militares en un país al que consideran soberano.
LA LIGA ÁRABE: Los árabes hace rato le han bajado el dedo a Gadafi pero no quieren en sus tierras la presencia de tropas occidentales. Días atrás acordaron la aprobación de una zona de exclusión aérea pero dejarían su implantación a Estados Unidos y la OTAN.
Hay quienes sugirieron que sea Egipto y Arabia Saudita los que lideren la opción militar, pero con El Cairo, que todavía no termina de controlar su situación social tras la caída de Hosni Mubarak, y una Arabia Saudita que no quiere un contagio de las protestas en su territorio, la propuesta suena imposible.