Esterilizaciones forzadas o voluntarias

ANTECEDENTES DE UN POLVORÍN

Las declaraciones que iniciaron este polvorín fueron las de Luisa María Cuculiza, congresista y ex ministra de la Mujer en el gobierno de Alberto Fujimori, quien en una entrevista televisiva se mostró a favor de adoptar nuevamente la política de esterilizaciones voluntarias como método de planificación familiar.

El solo dicho permitió que el gallinero se revuelva en torno a este tema, saltando de ambas tiendas políticas, Fuerza 2011 y Gana Perú, en pos de generar más réditos para sus objetivos. Tanto fue el impacto que el candidato Ollanta Humala lo mencionó en el debate presidencial el pasado domingo 29 de mayo, propiciando las palabras de Keiko Fujimori quien negó rotundamente que las esterilizaciones hayan sido parte del plan de planificación familiar.

Para poner más sazón al tema, el candidato a la vicepresidente de la República de Fuerza 2011, Rafael Rey, admitió que lo que ocurrió en los años noventa con las esterilizaciones fue un horror y que él mismo lo denunció, ya que con sus ojos vio que se promocionaban las operaciones como “Festival de las Ligaduras de Trompas”, una forma irresponsable y cruel de promover una operación irreversible.

De sus labios salieron estas palabras que evidenciaron, por decirlo menos, una incoherencia en su postulación en la tienda naranja. Al ser cuestionado por el conductor Beto Ortiz, le fue muy difícil esgrimir argumentos razonables para que dichas esterilizaciones hoy no sean usadas en contra de su candidata y líder.

EL CUERPO SE RESPETA, AUNQUE NO SE SEPA LEER

Uno de los ex ministros de Salud involucrados en este asunto es Alejandro Aguinaga, actual colaborador y congresista electo de Fuerza 2011, quien ha salido a responder las acusaciones y señalamientos en torno al tema.

Él reconoce que hubo hechos aislados dentro del marco del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar que se implementó entre los años 1996 y 2000, como un método de reducción de la pobreza y control de la tasa de fecundidad en ciertas zonas del país.

En una reciente entrevista admitió que las víctimas de esterilizaciones forzosas llegaron a menos de un centenar, lo que resulta extraño, ya que el programa, que incluyó por primera vez las AGV, Anticoncepciones Quirúrgicas Voluntarias, como método de planificación familiar y política de Estado, esterilizó a 215,227 mujeres, según datos del Ministerio de Salud.

Es decir, solo 100 victimas es casi un éxito del programa, según esa lógica elemental. Lo preocupante es que la señora Keiko Fujimori negó que esto haya ocurrido y al mismo tiempo pidió disculpas a las víctimas. Cosa que no se entiende. Nadie se disculpa por algo que no ocurrió.

La ligadura de trompas es una opción válida y legítima que todas las mujeres que lo deseen pueden elegir para no tener hijos o más hijos de los que ya tienen. No es ilegal, ni está penado. Sin embargo es un acto que requiere de un proceso de reflexión muy profundo, porque es definitivo.

Pensar que las mujeres de la sierra o de escasos recursos podían elegir con todos los argumentos y explicaciones esta opción es poco creíble. Nadie discute que tener más de dos hijos en situación de pobreza es casi un delito moral, si se quiere ver así. Pero la ignorancia y el desconocimiento no pueden ser tampoco la excusa para ser mutilada para siempre.

¿Acaso es más fácil operar que enseñar?, ¿formar en lugar de imponer o engatusar?, como ocurrió en los casos comprobados de las esterilizaciones forzadas, así hayan sido solo 100.

Además, las condiciones de salud en las que se practicaron tampoco fueron las mejores, por ello hay 18 mujeres muertas por dichas intervenciones, como el emblemático caso de Mamérita Mestanza, quien a sus 33 años de edad dejó huérfanos a siete hijos, víctima de una infección tras someterse a la operación. Y muchas otras mujeres quedaron con secuelas dolorosas de la mala praxis médica.

Otro hecho lamentable que muestra que la situación de la mujer en el tema de los derechos humanos siempre está en desventaja con relación al hombre, es la desproporción que existió entre el número de ligaduras (215,227) y de vasectomías (16,547). Es obvio que al atender los partos se aprovechaba para practicar la operación, pero si fueron voluntariamente elegidas esas ligaduras, como admiten las autoridades de ese momento, ¿cómo se explicaría la gran diferencia?

Pensar que 200 mil mujeres peruanas deciden esterilizarse voluntariamente en un periodo de tiempo de cuatro años, mostraría que somos una sociedad evolucionada y nada machista, ya que el tema del arraigo con la maternidad está asociado a la capacidad de ser mujer y por ende útil a los hombres o a la sociedad. Y eso no es así, así no funcionamos los peruanos.

NO SOMOS IGUALES

Hace unos años, después de tener a mi única hija, consideré, como lo hago hasta ahora, someterme a la esterilización. Mi ginecóloga no quiso hacerlo porque consideraba que era muy joven para tomar una decisión tan importante: bordeaba los 25 años. Años más tarde le volví a insistir en la operación y tampoco quiso hacerlo por la misma razón y porque consideraba que la esterilización es una medida drástica.

Me ha tomado años de reflexión e información tomar esta decisión y considerarla desde todos los puntos posibles: físico, psicológico, emocional, económico, es decir, un análisis más que profundo que pasa por considerar o no a mi pareja en la decisión final, o respetar mi individualidad de mujer y de cuerpo. Finalmente cada hombre o mujer están en la misma capacidad de análisis y decisión.

Pero la vida le impone -aunque no nos guste aceptarlo- a las mujeres una carga más pesada en relación a la concepción. Por todo esto y más hoy me cuestiono sobre este tema del pasado; es cierto, ya pasó, pero ¿las lecciones se habrán aprendido?, ¿los mensajes estarán claros?

Una mujer de la sierra, de campo, quechua hablante, ¿tendrá a la mano todos los posibles argumentos que tengo yo para enfrentar este dilema? El día que eso ocurra, podremos decir que estamos en un país que se acerca a ser justo y equilibrado.

Se dice que las metas que impusieron a los profesionales de salud en ese tiempo (1996 – 2000) eran tan apremiantes que las explicaciones estaban de más. Las pacientes no recibían lo suficiente antes de ser intervenidas, firmaban el consentimiento sin saber leer muchas veces. Las políticas de Estado pueden no aplicarse correctamente por los encargados, es verdad, pero la reacción rápida y correctiva de las autoridades debe estar a la orden del día.

Las denuncias empezaron a llegar a la Defensoría del Pueblo en 1997 y buscó intervenir pidiendo las modificaciones necesarias del Manual de Normas y Procedimientos de Anticoncepción Quirúrgica. También el Cladem, Comité de América Latina y El Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer, que investigó y documentó algunos de los casos.

Escuchar debatir este tema y recordar frases como “Festival de ligaduras de Trompas” es inaudito. Esperemos que las políticas de planificación familiar se orienten a respetar la voluntad de cada persona y a tener acceso a los métodos existentes con libertad y democracia, sin influencias religiosas o de credo.

Ambos candidatos tienen la oportunidad de marcar distancia con prácticas cuestionables y proponer un escenario nuevo. Keiko Fujimori y Ollanta Humala están en la misma capacidad de arruinarlo otra vez o marcar una mínima diferencia en decencia y respeto por los derechos humanos.