Facebook: lugar para el racismo

Vergüenza Democrática es una comunidad en Facebook creada a raíz de la elección presidencial para exponer y mostrar los comentarios racistas, denigrantes y discriminadores que esta campaña electoral entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori ha dejado.

Resulta interesante como las redes sociales se convirtieron automáticamente en ese espacio que funcionaba de válvula de escape ante la parcialidad escandalosa que hubo a favor de uno y otro candidato en los medios de prensa tradicionales, dígase televisión, radio o diarios impresos. Paradigmas de lo que no se debe hacer y cátedra de lo absurdo que resulta intentar victimizar en exceso y salvar en exceso.

A la fecha, Vergüenza Democrática tiene casi 10 mil seguidores que han elegido, por voluntad propia, ver y absorber y compartir todas esas manifestaciones racistas que se leen hoy en las redes sociales. Lo que nos lleva indefectiblemente a pensar en palabras como regulación, veto, límites... como con todo, es necesario poner un alto a las expresiones atentatorias contra la dignidad y la esencia de cada persona.

En qué medida espacios virtuales como estos ayudan o han ayudado a librar una batalla limpia y ordenada. Por allí dicen que sin la fuerza de las redes sociales esta campaña electoral habría tenido otro resultado, que la vida concebida desde la perspectiva 2.0 es el presente y el futuro. Bueno pues, dudas razonables saltan cuando se puede observar que del diálogo se va a la ofensa y al insulto con un solo click. Cuando la opinión se transforma en maltrato a la velocidad de un rayo, hay algo que huele mal.

La facilidad que da tener un soporte cada vez más consultado y referenciado puede convertirse en un arma de doble filo. El valor de la democratización de la opinión y la expresión libre frente al ataque desmedido que supone niveles terroríficos de exposición.

El clasismo exhibido resulta espeluznante. El triunfo de Ollanta Humala, ¿qué supone para algunos?, ¿el triunfo del ignorante y el cholo? Y lo mismo hubiera pasado en el caso de Keiko Fujimori de haber sido ella la elegida; posiblemente la reacción hubiera sido en menor escala, pero el caso es que las expresiones exacerbadas en su contra durante el fragor de la campaña electoral en algún momento llegaban a hacer hincapié en su raza, en su peso o en su rostro redondo. ¿Por qué caer en la bajeza de lastimar para defender una idea o posición política?

Esto evidencia que como sociedad estamos muy lejos de ser equilibrados y ecuánimes. El 6 de junio fue el día en que las iras debieron apaciguarse y la reflexión aflorar. ¿Qué nos pasó?

El sociólogo Nelson Manrique escribió a propósito de la marcha contra Keiko Fujimori del pasado 26 de mayo una columna titulada ¡Ahora/que digan/que somos minoría!, en la que se lee el siguiente extracto: La buena noticia es que las redes sociales rompen la censura informativa y la lucha por abolir la verdad ha rendido sus frutos: han erosionado tanto su credibilidad que hoy sus campañas de descrédito son inútiles.

No se puede tapar el sol con un dedo y la aparición de cientos de grupos en Facebook que abogan por un ideal o pensamiento es la fórmula que la sociedad virtualizada, que no es toda ni la mayoría como se suele creer, por lo menos en Perú, encuentra para esgrimir posiciones que buscan dejar precedentes. Algo de vanidad y ego puede existir también. Es agradable que la gente te siga y tu propuesta arraigue y te permita construirte como un líder de opinión.

Y con ese juego de seducción creo que las redes sociales se alimentan y nutren, con la tenue y cada vez menos soslayada oportunidad de ser considerado un “líder de opinión”, un referente, un consultado o en su defecto, un seguido por miles. La interrogante sería: ¿en qué real medida todos tienen algo que decir?, ¿no será que este empoderamiento a través del ciberespacio busca derrumbar el stablishment pero sin tocar fondo?

Rechazamos la violencia y ataques racistas, perfectamente condenables desde cualquier punto de vista, pero de alguna compleja manera están avalados por la libertad absoluta que el nuevo sistema de comunicación propone. Es algo así como “guerra avisada no mata gente”.

Lo curioso es que, por ejemplo, en Facebook existe una opción para denunciar los ataques o comentarios que se consideren ofensivos, racistas, sexualmente agresivos, pero como en esta cuenta Vergüenza Democrática vemos, se exponen, se muestran y la pregunta es: ¿por qué no se denuncian? Habrá que seguir reflexionando en los próximos días, cuando los niveles de animadversión disminuyan y las aguas vuelvan a su cauce.

Pero lo que hemos podido ver, es algo por lo que hay que trabajar desde cada hogar, la semilla del racismo se siembra de pequeños, con comentarios aparentemente graciosos, pero con una carga segregadora terrible. Lanzo una inquietud: ¿cuántos padres o madres regalan a sus hijos muñecas o juguetes racialmente diferentes a sus hijos?, ¿cuánto incluimos la diversidad racial o cultural en nuestra cotidianeidad?

Tarea para la casa, no pasamos la prueba en esta ocasión. ¿Lo haremos la próxima vez?