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REVISTA

UNA VIDA ENTRE VIDRIOS Y COLORES

La cerámica de Víctor Silva
Las calles fueron testigo de su regocijo. Saltando, bailando, sonriendo, feliz de la vida... así retornó a casa Víctor Silva de su primera lección de cerámica. Tenía solo 13 años pero ya sabía lo que quería hacer el resto de su vida. Viviría de la artesanía, haría esculturas de cerámica. No sabía cómo, pero tenía la certeza de que no tendría sentido una vida alejada del barro, los colores, el horno y el arte.
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UNA VIDA ENTRE VIDRIOS Y COLORES
Como hijo único fue el consentido, lo matriculaban en cuanto taller deseaba inscribirse. No sabía que lo que realizaba para distraerse y hacer más placentero el tiempo libre, se convertiría con el tiempo en el amor de su vida. Pero Víctor creció, terminó el colegio y a los 17 años ingresó a la universidad, escogiendo como profesión el derecho, después estudiaría psicología.
 
Su corta edad jamás fue un obstáculo para iniciar el sueño que lo mantenía despierto, que lo impulsaba a seguir adelante. Él y una compañera de estudios se aventuraron a abrir un taller, ambos dictarían las clases de cerámica, turnándose en diferentes horarios para no interferir con los estudios. Necesitaban un nombre y no hubo mejor idea que darle vida al material que trabajaban, la arcilla, Tierra Viva, fue el nombre escogido para el taller.
 
Su primer local fue un garaje, espacio suficiente para albergar profesores, alumnos y materiales. Sin embargo, ya tenían claro los fundamentos que delinearían a Tierra Viva: la constante innovación, el eterno reinventarse, ofrecer más de lo que el alumno espera y sobre todo hacer de este, un segundo hogar donde impera el espíritu familiar.
 
EN EL TALLER DE VÍCTOR
El tiempo parece detenerse, o mejor dicho perder relevancia... dentro del taller la hora no tiene medida, uno podría estar largos periodos contemplando las obras de arte o jugando al papel de Dios, construyendo nuevos objetos, y sin darnos cuenta se nos fue el día, nos cayó la noche y debemos irnos, porque Víctor también duerme…
 
Atravesamos las puertas, una vez dentro del lugar las palabras y denominaciones cambian. Sería una ofensa llamar taller a un lugar más próximo a un museo, donde se exhiben bellas obras artísticas, fuentes en vitrofusión, mesas de maderas con pintura decorativa, bellas esculturas de cerámica, vidrio esculpido, joyería en vidrio, hermosos collares y pulseras producto de la armonía que se logra al combinar el vidrio y la plata. En Tierra Viva impera la calma, Bossa Nova de fondo, los Beatles o las melodías de Bob Marley en la cándida voz de Rita Lee.
 
Nos percatamos que Tierra Viva, con 26 años de fundada, tiene sus normas. Quizás, la más importante está escrita en una pequeña pizarra verde colgada en lo más alto de la pared y dice con letras grandes irregulares y desordenadas “taller libre”. De modo que quien visitara este lugar se daría cuenta que existe un libertinaje total para la imaginación. La única restricción que hay es la que uno se imponga. No hay límites para la creación.
 
El segundo ambiente que podríamos llamar ‘lugar de trabajo’, está más próximo a un jardín de infantes, con niñas grandes, que no han olvidado la bella costumbre de jugar, de divertirse con cosas simples; juegan con vidrio, colores, pegamento, pinceles, hilos de plata y todo material necesario para crear hermosas piezas de arte.
 
Aquí reina la camaradería, los niños grandes están tan absortos en sus juegos que destierran cualquier problema que los invada. Una particularidad de este jardín de pequeños adultos es el fervoroso cariño que le profesan al maestro. Quizás gracias a su segunda profesión, la psicología, Víctor logró encontrar el equilibrio perfecto entre la diversión, el arte y la paz emocional.
 
En un tercer ambiente encontramos tres hornos donde se fusionan los vidrios; dos fueron importados de Estados Unidos y el tercero es producto peruano, diseñado íntegramente por el propio Víctor. Este es el patio de recreo, donde acuden nuestro niños a tomar un poco de aire, tal vez a recibir inspiración levantando la cabeza y observando el plomizo cielo gris de Lima y saber que solo se logrará vencer el deprimente clima que se vive con vivos colores, muchos colores, colores en su fuentes, en los ceniceros, en los collares, en las jarras, en las pulseras, en la madera... colores sobre los colores.
 
MÁS SOBRE ÉL
Pareciera que la vida de Víctor fuese un cuento con un inicio, un camino y un final feliz. Sin embargo, solo él es consciente de lo mucho que le costó hacer camino al andar. Terminó la carrera de derecho, trabajó en el departamento legal de ADEX, pero nunca dejó su verdadera pasión: enseñar.
 
Por este motivo no dudó al decidir que no quería estar supeditado a un horario ni a un jefe. “Eran cosas demasiado distantes el hacer cerámica por un lado y ser abogado por otro. A veces tenía que ir a dar clases en terno porque después debía hacer alguna diligencia. O estaba en la oficina y pensaba ‘he dejado el horno prendido y no he hecho los cambios’, tomaba un taxi y me iba corriendo a hacer los cambios”, recuerda.
 
Se quedó en el taller, su socia se fue del país y asumió solo la responsabilidad. Se mudó a una pequeña casa y se dio cuenta que la única forma de crecer era comercializar algo. Gracias a un viaje que realizó a Miami descubrió la pintura para vidrio, trayendo algo desconocido a nuestra capital, la vitrofusión. De esta manera se inició en la importación de pintura para vidrios y dio las primeras clases de vitrofusión en nuestro país.
 
Víctor habla con calma pero con seguridad. Cuando le preguntamos que es lo que ha logrado gracias a su espíritu emprendedor, responde con envidiable satisfacción: “el máximo logro que he conseguido es vivir de algo que me gusta, a pesar que mucha gente me dijo que no se podía vivir de eso. He logrado no estar frustrado con un trabajo que no quería hacer, o estar supeditado a un jefe que te pega de gritos o te hace sentir que no me pagan lo que merezco. Yo gano en la medida en que trabajo”, sostiene tajantemente.
 
Después de muchos aciertos y algunos sinsabores tiene la certeza que lo único constante es el cambio, y esa es la base de Tierra Viva, estar preparado o preparar el cambio. No oculta su secreto y reconoce que ha logrado sobrevivir como empresario gracias a la innovación, transformación y reinvención constante. Este es el motivo por el cual tiene alumnas con más de 20 años de fidelidad al maestro, quienes acuden religiosamente a cada taller nuevo que se dicte, porque saben que aunque sea escultura en vidrio, joyería, vitrofusión, cerámica o pintura en madera decorativa, siempre encontrarán algo nuevo… Porque Víctor nunca ofrece lo mismo, siempre supera sus logros alcanzados.
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