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EE UU Y RUSIA SE DISPUTAN LATINOAMÉRICA

La nueva guerra fría va tomando cuerpo en la región
Maniobras militares entre rusos y venezolanos en el Caribe y la respuesta norteamericana de resucitar la IV flota, con buques de guerra, auguran un panorama preocupante en el que una conflagración bélica es posible.
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EE UU Y RUSIA SE DISPUTAN LATINOAMÉRICA
Hay un viejo dicho popular que escuchábamos a nuestros abuelos que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. En la diplomacia internacional y el juego geopolítico que marcan las relaciones entre Estados, bien podría aplicársele. Tras la caída del muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la URSS en 1992 se llegó a pensar que EE UU por fin daría el lugar que se merecía al “Nuevo Mundo” y que abandonaría la política de “patio trasero” que el Departamento de Estado norteamericano aplicó por más de medio siglo.
 
“Soñamos con una integración económica, política y social. Una relación que sea entre iguales y no de servilismo”, comentó la periodista argentina Dolores Azevedo. “Pero en cambio, lo que obtuvimos fue la aplicación de las políticas neoliberales del Consenso de Washington y las fórmulas devastadoras del Fondo Monetario Internacional que sólo trajeron pobreza en la región”, agregó, sin disimular su indignación al recordar la crisis económica que vivió su país en el 2001 durante el gobierno del radicalista Fernando de La Rua.
 
Latinoamérica pasó por agua tibia en la administración de Bill Clinton (1992/2000) y en los ocho años de George W. Bush hubo otras prioridades como Iraq y la guerra contra el terrorismo islámico. Pero nada dura para siempre, y si alguien creyó que el viejo oso ruso estaba muerto, se equivocó. Al contrario, desde la lejana Siberia vuelve escucharse un fuerte gruñido, que sólo demuestra que terminó su hibernación de más de 15 años y que está con muchas ganas de cazar y recuperar parte de su territorio.
 
La guerra en Georgia fue sólo el primer zarpazo, y no hubiera sido posible sin los años de bonanza económica –alimentada por los altos precios del petróleo- de Vladimir Putin. El que fue su presidente y ahora es su Primer Ministro, devolvió a Moscú el protagonismo de antaño pero esta vez plantó cara a Washington con una remozada democracia. “Lo interesante del asunto es que EE UU ya no puede descalificar a Rusia por ser comunista, ni el imperio del mal, como lo llamó Reagan. Allí una democracia –imperfecta y en plena formación- y un capitalismo salvaje al estilo yanqui, que anula los argumentos de Washington”, puntualizó Iván Briscoe, de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE).
 
Valgan verdades, a Putin nunca le disgustó vivir en un mundo unipolar donde reinaba EE UU. Sin embargo, todo cambió cuando Washington decidió ingresar a territorio de vieja influencia soviética, como Europa del Este, para instalar un sistema de defensa antimisiles que, dice, lo protegerá de ataques de países enemigos como Irán y Corea del Norte. Si agregamos la extensión de la OTAN (una alianza militar que nació en 1949 para frenar el avance de la URSS) tenemos que países limítrofes de Rusia como Estonia, Letonia y Lituania albergan en su territorio bases y material de guerra que ponen los nervios de punta en el Kremlin.
 
Negocios con Chávez
 
Putin creyó entonces que era momento de aplicar la misma política y llevar esta nueva Guerra Fría hacia Latinoamérica, en el mismo vecindario de EE UU. Puso en marcha un plan para recuperar a los viejos amigos de la Unión Soviética en la zona –Cuba y Nicaragua- y ha estrechado los lazos con el principal enemigo de Bush en el hemisferio Occidental: El presidente venezolano Hugo Chávez.
 
El líder de la revolución bolivariana ha viajado cinco veces a Moscú para cerrar contratos de armamentos por un total de US$ 4 mil 500 millones. Desde el 2005 Venezuela adquirió 100 mil fusiles kaláshnikov, 24 aviones de caza Su-30MKD , 50 helicópteros Mi-17V, Mi-35M y Mi-26T, así como 12 sistemas de misiles “Tor-M1”. En su última visita en el mes de julio, Chávez confirmó al presidente Medvedev su interés por comprar misiles antiaéreos portátiles ‘Igla’ (análogos a los misiles ‘Stringer’ norteamericanos), aviones militares de transporte IL-76, tanques T-90 (los mejores del mundo) y hasta submarinos.
 
Mientras tanto, ya están en Venezuela dos aviones de guerra rusos TU-160 capaces de portar 12 cohetes de crucero con ojivas nucleares o convencionales y 40 toneladas de bombas cada uno. Los bombarderos participarán en maniobras conjuntas con la Armada venezolana en aguas del Atlántico a las que se unirán el crucero nuclear ‘Pedro el Grande’ y la fragata antisubmarinos ‘Almirante Chabanenko’. 
 
Los juegos de guerra han suscitado el temor de países vecinos como Colombia, firme aliado de EE UU, y más cuando Chávez dijo que daría la bienvenida a la instalación de una base militar rusa en su territorio. “Las tensiones entre EE UU y Rusia se están trasladando al escenario andino y ello supone una grave amenaza para la región”, declaró ex ministra de Defensa colombiana Marta Lucía Ramírez.
 
Washington también mostró recelos a esta asociación, aunque ello le importe poco al gobernante venezolano, quien expulsó recientemente al embajador norteamericano destinado en Caracas por el supuesto apoyo de EE UU a las protestas opositoras en Bolivia. “Váyanse al carajo cien veces, yanquis de mierda”, exclamó iracundo el gobernante en un discurso que desnuda su personalidad y sus temores. Chávez alega que la administración Bush quiere derrocarlo y matarlo y por eso busca la ayuda rusa. Una alianza que Moscú ve más allá del plano militar y que se traslada al plano energético, donde ambos países son potencias mundiales.
 
Rusia es el principal exportador de gas natural en el mundo, mientras Venezuela cuenta con la mayor reserva de petróleo en el mundo con 315 mil millones de barriles, según un reportaje del diario The Wall Street Journal y ratificado por estudios de la Agencia internacional de Energía (AIE). En su visita de julio, Chávez firmó acuerdos de asociación entre la venezolana PDVSA y las rusas Gazprom, Lukoil y TNKB para trabajar en la perforación de pozos en la Faja del Orinoco, y que supone para el Estado venezolano ingresos por más de US$ 5 mil millones. ¡Benditos sean los negocios en tiempos de la nueva Guerra Fría! 
 
Renace la IV flota
 
Pero Washington no se ha quedado con los brazos cruzados. En mayo pasado la armada estadounidense reactivó, después de 58 años, la IV Flota para patrullar los mares latinoamericanos. La flota tendrá su base en la ciudad de Mayport, en el estado de Florida, y responderá a su vez al Comando Sur que coordina las acciones de 11 buques de guerra. El almirante James Stavridis, ha asegurado que no hay intenciones bélicas escondidas y que se concentrarán en realizar operaciones humanitarias, combatir el narcotráfico y cooperar en temas ambientales y de ecología.
 
Justamente el US.S Boxer arribó en junio al Perú para dar asistencia médica a miles de personas en una gira que incluyó también a Guatemala, El Salvador y Haití. Los estadounidenses negaron que la flota incluya un portaviones, aunque Stavridis sí admitió que el USS George Washington podría “pasar” por la región y unirse eventualmente a la IV Flota. ¿Hay razones para preocuparse ante este avance militar norteamericano en la región?
 
Aunque la mayoría de analistas descarta, por el momento, un riesgo de guerra, si concuerdan que hay un claro objetivo: Controlar a Venezuela y a otros países izquierdistas como Bolivia, Ecuador y Nicaragua, potencialmente “incómodos” para Washington. “Algo debe estar viendo la Casa Blanca que llevó a reactivar esta flota. Está el tema de los vínculos de las FARC con los regímenes de Chávez y Correa, y la mayor presencia de Irán y Rusia en la región”, declaró el militar opositor venezolano Rafael Huizi Clavier.
 
Lo que no dijo Huizi es que hay un evidente reordenamiento en la política exterior y militar de EE UU hacia una región con poca influencia norteamericana, por primera vez desde el siglo XIX. Cada vez menos países aceptan la presencia de bases estadounidenses en su territorio y ello supone un problema operativo que puede afectar su seguridad interna. Ecuador ya notificó a EE UU que debe desalojar la base de Manta para el 2009, un enclave estratégico para lucha contra el tráfico de drogas, y que deja fuera de alcance a Washington de la zona andino-amazónica.
 
De otro lado, Colombia, que recibe US$700 millones de los estadounidenses para luchar contra los grupos narcoterroristas, ha dicho que, pese a su fuerte alianza con la Casa Blanca, no aceptaría una base de EE UU en su territorio. Aunque la presión de Venezuela y los rusos podrían llevarlo a cambiar de opinión. Respecto al Perú, otro país amigo de la administración Bush, el Departamento de Estado norteamericano negó que quiera instalar una base en el país andino, aunque sí se admitió que hay “conversaciones” para construir un aeródromo militar en Ayacucho.
 
Ante este panorama desalentador, ¿EE UU podrá recuperar el posicionamiento estratégico del que gozó durante mucho tiempo? Quizás el nuevo presidente que salga elegido en las elecciones de noviembre pueda dar soluciones. Si es el republicano McCain, un veterano de la guerra de Vietnam, Washington podría endurecer su discurso frente a Venezuela y Rusia y hacerlos retroceder. Con el demócrata Obama, el panorama parece confuso. Él apuesta por el diálogo y la diplomacia, dos palabras que Rusia olvidó en Georgia, y Chávez, lo que es peor, no conoce.
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