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AIRES DE GUERRA EN LA REGIÓN ANDINA

El conflicto recién empieza
El peligro de un choque bélico sigue tendiendo su sombra sobre la región. Las turbias nubes de amenazas y acusaciones aún no se despejan pese a los excelentes resultados de la Cumbre de Río. Las últimas semanas, ésta y las que siguen son cruciales y de paciente espera.
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AIRES DE GUERRA EN LA REGIÓN ANDINA

Un fantasma recorre Latinoamérica. Es el de la guerra, que muy bien podría desplegar su hálito de destrucción en un escenario bélico ofrecido por Colombia, Ecuador y Venezuela, y quién sabe otros países. Estaríamos así ante el peor escenario de crisis regional en años.

 

Parece que la creciente tensión entre los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Nicaragua con el de Colombia, dejando un tufillo de mal presagio, da la sensación que entre estos países lo sucedido no se olvidará tan fácilmente a pesar del apretón de manos. Las miradas y gestos, e intereses vitales, se comenta, dejan entrever otra cosa.

 

A pocos días de culminada la Cumbre del Grupo de Río que congregó a Jefes de Estado y de Gobierno de este grupo en la ciudad de Santo Domingo, la pregunta flota en el aire: ¿significó ese histórico apretón de manos y abrazos entre los presidentes involucrados el fin de cualquier amenaza de guerra? Quién sabe.

 

Pues, aunque para muchos analistas internacionales, la Declaración de Río pasará a la historia por contener puntos fundamentales que constituyen la base para las relaciones de respeto, buena vecindad y confianza, con el objetivo de que no vuelvan a suceder acontecimientos como los ocurridos, cualesquiera sea la razón que se pueda esgrimir, la paz no estaría asegurada.

 

Esto, a pesar de que casi todas las páginas de opinión de los diarios del mundo coinciden en afirmar que la actuación de los presidentes fue de lo más correcta y atinada. Álvaro Uribe, Rafael Correa y Hugo Chávez habrían demostrado valentía y sensatez al dar una imagen de integración que pudo ser presenciada por el mundo entero los primeros días de marzo.

 

El arte (y desastre) de la guerra

 

Las secuelas de la intromisión en territorio ecuatoriano de tropas colombianas que finalmente dieron muerte el pasado 1 de marzo al número 2 de las FARC, el llamado Comandante “Raúl Reyes”, amenazarían, pese a la supuesta calma, con provocar choques fronterizos, que de producirse acarrearían pérdidas de miles de millones de dólares.

 

Para Carlos Roberto Alcorta, prestigioso analista internacional argentino que estuvo de paso en la ciudad de Lima, “la posibilidad de desatarse el conflicto sigue latente y ello implicaría una terrible catástrofe para la región, tal como sucede en el caso de todas las guerras, y esta, de acontecer, no tendría por qué constituir la excepción a la terrible guerra”. 

 

“Venezuela, Colombia y Ecuador cerrarían sus respectivas frontera (…) acarreando pérdidas que no sólo se cuantificarían en vidas humanas, sino también en miles de millones de dólares malgastados”, sostiene Alcorta, quien concedió a Generacción una breve, pero esclarecedora entrevista.

 

En Colombia, el Ministro de Hacienda Zuluaga estima en 5 mil millones de dólares el intercambio económico con Venezuela y en 3 mil 500 millones con Ecuador. Asimismo Hugo Chávez amenazó que “de suceder la guerra se acabaría el acuerdo de Petrocaribe que tanto dinero ha ahorrado a países en vías de desarrollo, incluida la República Dominicana”.

 

Difícil panorama para el que quiera hallar una rápida solución al problema que se ha planteado. Ya la noción de “guerra preventiva” ha empezado a ser más oída que nunca. Tras el discurso del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ha quedado confirmado que él está comprometido en una guerra profunda y definitiva contra las FARC. Cruzando la frontera ecuatoriana cruzó también su Rubicón.

 

Incluso, según Alcorta, para algunos expertos en cuestiones internacionales, Álvaro Uribe, de estar obligado, estaría dispuesto a sacrificar las relaciones con los países vecinos, o en un nivel más crítico, a pagar el precio más alto en su lucha contra las FARC, inmolando para esto la vida de los rehenes si eso lo conduce al exterminio de ese grupo beligerante. “Sería el final de un conflicto de más de treinta años y ello no tiene precio”, sostuvo.

 

Para el analista argentino, ello se circunscribe al terreno de los “daños colaterales; la pérdida de relaciones diplomáticas con los países vecinos es algo que, según la planificación colombiana, puede ser solucionado con ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea, con buena suerte en cuestión de meses, caso contrario, en un horizonte de varios años”.

 

¿El fin justifica los medios?

A diferencia de lo expuesto por algunos analistas, el conflicto no es uno de carácter bilateral que involucraría simple y llanamente a Colombia y Ecuador, sino más bien uno hemisférico y hasta podría tener una proyección mundial; pues, la incursión militar colombiana estaría reflejando el choque entre dos proyectos. Por una parte, el estadounidense y, por la otra, el de autonomía regional que reclaman las fuerzas bolivarianas y latinoamericanistas, promovido y liderado por la Venezuela de Hugo Chávez.

 

Según Alcorta, “Colombia misma no calculó las consecuencias de su intervención en territorio ecuatoriano. Ubicar a Raúl Reyes fue una gran tentación; el deterioro o rompimiento de las relaciones con el vecino Ecuador para ellos era algo que podían asumir. La cabeza de Reyes constituía un gran triunfo y un duro golpe para el mando de las FARC, como efectivamente fue. Pero estoy seguro repito que las consecuencias de esa incursión han sido mayores de lo que los colombianos esperaban. Al final el fin sin embargo es otro al que previó el gobierno de Álvaro Uribe”. 

 

El conflicto recién empieza

Para el reconocido periodista Andrés Oppenheimer, nos encontramos ante una situación cuya peor parte recién está por venir, según lo manifiesta en su última columna de opinión en el diario La Nación de Buenos Aires.

 

“La guerra de micrófonos entre Colombia y la alianza de Venezuela con Ecuador terminó con abrazos, pero ambas partes han emergido del conflicto con un arsenal de nuevas municiones que podrían hacer estallar el conflicto nuevamente en cualquier momento, y es muy probable que así ocurra”, sostiene un Oppenheimer poco optimista. 

 

A pesar que Colombia, sostiene el internacionalista, “se ha disculpado oficialmente por la incursión, tiene un arma formidable que aún no ha usado para exigir sanciones internacionales contra Venezuela y Ecuador: Los explosivos documentos encontrados en las tres computadoras portátiles de marca Toshiba halladas por el ejército colombiano en el campamento de las FARC en Ecuador”. Y estas las podría usar.

 

Ya que según Oppenheimer, restándole implícitamente importancia a la opinión del Presidente Ecuatoriano, quien sostuvo la invalidez de estas pruebas, “si se demuestra su autenticidad, como es muy posible, la prueba podría ser la más contundente que jamás haya salido a la luz del activo apoyo de Venezuela y Ecuador a las FARC”. Esto pues viene de empezar.

 

Señales de fuego

Carlos Roberto Alcorta, por su parte, afirma a GENERACCIÓN que de ser ciertas dichas acusaciones ambos países estarán en muy graves y serios problemas. “A todas luces habrían violado la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de la ONU, que tajante y textualmente dice: Los Estados no proporcionarán ninguna clase de apoyo, activo o pasivo, a entidades o personas implicadas en actos terroristas”.

 

“Hay que tener presente en ese sentido de que los Estados Unidos, Canadá y los 29 miembros de la Unión Europea han definido a las FARC como un grupo terrorista”, enfatizó Alcorta. Igual hizo Luis Giampietri, Primer vicepresidente de la República del Perú, quien representó al gobierno peruano en la Cumbre de Río, que además solicitó que nuestro país sea incluido en la lista de naciones que están convencidas de esto.

 

Por el momento, no se puede hacer otra cosa que esperar. Aguardar a que terminen las investigaciones y nuevas pruebas salgan a la luz. Aguardar a que la mesura mostrada en la Cumbre de Río continué en otros ámbitos y en otras situaciones a fin de generar otros escenarios a fin de que la paz se consolide. El panorama es frágil, cualquier exceso o un simple error humano podrían acabar apretando el botón de guerra. Y en ese caso, el continente entero perdería. 

 

CHÁVEZ NECESITA UNA GUERRA

 

Después de mantener una cierta independencia, el presidente de Ecuador, Rafáel Correa, parece haberse resignado a integrar, también,  junto con el boliviano Evo Morales y el nicaragüense Daniel Ortega, la cofradía de vasallos políticos de Hugo Chávez”. Lo afirma así, tajantemente, en su última columna “Tambores de Guerra” publicada por el diario “El País” de España, el escritor Mario Vargas Llosa.

 

Y es, definitivamente, lo que se vio antes y durante las varias horas en las que se realizó la XX Cumbre de Río que reunió a los gobernantes de América Latina en República Dominicana. El incidente fronterizo entre Colombia y Ecuador, ocurrido a raíz de la incursión militar colombiana en un campamento de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), ubicado en territorio ecuatoriano, hace un par de semanas, fue el que prendió la mecha de un conflicto que pudo desembocar en una guerra.

 

Como señala Mario Vargas Llosa, “la indignación del presidente Correa ante la incursión militar colombiana tiene asidero, sin duda: es grave que ocurra y la comunidad civilizada internacional ha hecho bien en censurarla… “Pero” –agrega más adelante: “¿es menos tolerable que un movimiento subversivo y narcoterrorista, como las FARC, tenga enclaves extraterritoriales que lo pongan a salvo de las acciones del gobierno democrático que está tratando de derribar?...”.

 

Los apretones de manos y los abrazos que se vieron en la cumbre presidencial,  el pasado viernes 7 de marzo, entre los presidentes Álvaro Uribe de Colombia y los de Ecuador, Venezuela y Nicaragua, después de guerras verbales que iban y venían sin aparentemente medir las consecuencias, y con las excusas formales del caso, deberían ser hechos suficientes para poner punto final a éste episodio y evitar que algo similar vuelva a ocurrir en nuestro continente… Pero, ¿será?

 

La duda surge tanto en Vargas Llosa como en muchos destacados analistas internacionales por la intromisión en éste asunto, del mandatario venezolano Hugo Chávez.

 

Veamos:

Desde el referéndum que perdió el pasado año, para nadie es un secreto que la impopularidad de Chávez en su país crece sin parar, al mismo tiempo que la inflación, el desabastecimiento de productos alimenticios y la corrupción. Los pobres en Venezuela, que antes eran su principal apoyo, hoy son golpeados sin misericordia.

 

Frente a ello, según Vargas Llosa, “nada tan oportuno como un conflicto bélico que permita a su gobierno efusiones efervescentes de patriotismo a fin de crear artificialmente la unidad nacional. Y que tenga entretenidas a unas Fuerzas Armadas en las que jamás prendió la prédica ideológica de Chávez a favor del “Socialismo del Siglo XXI” y cuya lealtad, ahora vacilante, ha conseguido sobre todo sobornando a su cúpula”. Sólo así se explica, según el escritor, la precipitación del mandatario venezolano de atizar el fuego de aquel episodio entre Colombia y Ecuador y a cientos de kilómetros de las fronteras venezolanas.

 

Y es cierto. Las amenazas y los insultos a Uribe, por parte de Chávez, ante las cámaras de televisión y la orden que dio a las Fuerzas Armadas, allí mismo, de poner 10 batallones en la frontera con Colombia, son pintorescas, pero también preocupantes.

 

Agrega luego Mario Vargas Llosa: “En la actualidad se trata, políticamente hablando, de un animal herido, que se siente cada vez más rechazado por su pueblo y totalmente incapaz de revertir una crisis económica y social desatada por su ignorancia y megalomanía…”. Y es en ello en lo que Vargas Llosa, como muchos destacados comentaristas se basan para afirmar, que en esas circunstancias no se puede descartar que reabra la crisis, directamente, o a través de algún gobierno “adicto a su cofradía”, como el ecuatoriano, boliviano o nicaragüense. Y es que la intervención de Hugo Chávez en éstos países, como también en el  Perú, cuya democracia obviamente le molesta, van más allá de lo anecdótico.

 

Ollanta Humala

Como señala Vargas Llosa, desde que Perú se le escapó de las manos al perder las elecciones su discípulo Ollanta Humala, “su larga mano y su dinero están detrás de toda la violencia social que los grupúsculos extremistas desatan en el país, manipulando a los sectores marginales y desfavorecidos con huelgas, levantamientos, paros y tomas de locales y empresas que sólo sirven para retrasar el desarrollo y paralizar la vida económica del Perú”.

 

Y continúa: “Las casas del ALBA, que Chávez ha sembrado por toda la sierra peruana, están lejos de ser esas instituciones humanitarias que pretenden  mostrar. En verdad, son focos activos de propaganda revolucionaria cuyo objetivo es socavar en los sectores campesinos y marginales toda forma de adhesión al sistema democrático y ganar adeptos para las fuerzas que se empeñan en derribarlo.”.

 

Puede usted estar o no de acuerdo con Mario Vargas Llosa, pero es difícil, sino imposible negar la abierta intromisión de Chávez en los gobiernos latinoamericanos, como lo es también que, en ningún momento de la Vigésima  Cumbre de Río, ni fuera de ella, el Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, haya señalado que no volverá a irrumpir en territorio ajeno si en él hay, probadamente, células terroristas que pretenden embestir ferozmente a su sistema político.

 

¿En conclusión? Lo que para muchos analistas ya es un hecho, es que todo esto  dará paso a un nuevo impulso, muy dañino por cierto, en América Latina: el armamentismo. “Peligrosísimo juego –finaliza Vargas Llosa–, que además de un derroche insano, puede en un momento de desvarío nacionalista, provocar otra de esas hecatombes que han ensangrentado nuestra historia”. ¿De acuerdo?

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