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REVISTA

DISCAPACIDAD NO ES INCAPACIDAD

Proyecto hecho realidad
Todavía prevalece en algunos aquella percepción errónea que les hace sentir lástima por esas personas que no pueden caminar, pero María Vílchez es la encargada de demostrarnos que estar en una silla de ruedas no es impedimento para crecer como persona y, mucho menos, profesionalmente.
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DISCAPACIDAD NO ES INCAPACIDAD

Una lamentable enfermedad, la poliomielitis, la condenaría pronto en sus primeros años de vida a la invalidez. Supo a partir de ese momento que si quería trasladarse de un lugar a otro, lo  tendría que hacer mediante una silla de ruedas. A María Vilchez, menor de cuatro hermanos, vivir su día a día se convertía así en una tarea difícil de sobrellevar. Algunos hasta creían que esto imposibilitaría su evolución educativa.

 

Pronto María se encargaría de mostrar lo contrario… e inició sus estudios en el colegio particular para personas discapacitadas “La alegría en el Señor” del distrito de La Molina. Luego su vocación la llevaría a inclinarse por las artes… pero en la Escuela de Bellas Artes todo era escaleras y se cuenta que sola no podía. Quiso seguir la carrera de Educación, pero sus padres se separaron. Los recursos entonces escasearon…

 

Con el pasar de los años se casaría con su primer amor, un hombre discapacitado como ella, quien, luego de una década de matrimonio, daño mala e irreparablemente la relación que sostenían. Ella descubrió la infidelidad de la que era victima. Sin embargo, pese al duro golpe que tuvo que encajar emocionalmente, supo sobreponerse y encontrar su camino a pesar de los obstáculos y desilusiones… sus ganas de triunfar la impulsaban.

 

“Ante todo está la fuerza y las ganas de vivir y salir adelante”, dice ella. Así piensa María, quien hoy a sus 34 años siente que ha madurado y que todo lo que ha experimentado en su vida le ha enseñado a ser más fuerte. Y quien, poseyendo un taller de manualidades, es profesora también en el Colegio Euler en el distrito de Ate Vitarte de la Lima Este. “Este puesto, nos dice ella, me costó mucho sacrificio encontrar”.

 

“Primero trabajaba voluntariamente porque deseaba enseñar, pero luego comencé a ser remunerada… esto por ahora no es mucho, pero verdaderamente me sirve… por ello me siento muy feliz en este colegio”, nos dice. “Mis propios alumnos me ayudan a subir al salón de clases que se encuentra en el segundo piso; puedo sentir así el cariño de los chicos”, añade sin esconder la emoción que la embarga, dejando entrever calor en su mirada.

 

Esto no es tarea fácil, ya que María tiene a su cargo escolares de primero a quinto de secundaria. A esto se añade otro tipo de dificultad, a la que se refiere diciendo: “Llego al colegio en taxi; desde siempre el transporte ha sido y es un problema para mí. No puedo subir a un microbús, siempre tengo que ir en taxi; esto significa un considerable gasto a diario,  el que tengo que solventar con mi trabajo”.

 

Katty, como la llaman muchos de cariño, tiene muy presente que a veces las palabras duelen mucho más que los golpes. Nunca le han puesto la mano encima, pero algunas personas le mostraron indiferencia… y en algunas situaciones, aunque pocas, mirándola despectivamente la hacían sentir como si no valiese nada. A pesar de ello, desde hace mucho tiempo, se dispuso a no soportar más estos desprecios, aprendiendo a quererse y valorarse como persona.

 

Ahora, se siente capaz y útil en la sociedad como cualquiera que goza de todas sus facultades físicas. Su habilidad y talento lo refleja en las manualidades, tanto así que en el año 2005 se animó a participar en un concurso del programa PROPOLI, el que ya no se encuentra en el Perú, pero que en esa época ayudaba a los 10 distritos más pobres de la capital de nuestro país.

 

Esta mujer emprendedora no desaprovecharía la oportunidad. Presentó un proyecto que consistía en formar un taller de manualidades para brindar clases de chocolatería, bisutería, cerámica, entre otros, destinadas a niños y jóvenes. Para su felicidad, el proyecto que sometió a consideración resultó ganador  en la competencia.

 

“Así me hice conocida y trabajé en ferias organizadas por el MIMDES y el FONAVI… me dieron un premio en soles y pude hacer mi propio negocio en casa; compré vitrinas y todos los materiales necesarios para que mi proyecto se hiciera realidad. Y también junto con un grupo de personas pudimos sacar adelante a la asociación de discapacitados El Buen Pastor en Ate Vitarte, en la que ocupo el cargo de presidenta”.

 

El Buen Pastor, cabe decir, es una asociación aun joven. Fue fundada el 28 de noviembre del 2003, y constituida formal y jurídicamente tan solo el 6 de marzo de 2006. Hoy congrega a 30 personas, entre madres tutoras y discapacitados, que se reúnen cada mes para aprender manualidades en el taller de Katty, como para escuchar también  charlas distadas por psicólogos.

 

“Es necesario trabajar mucho los problemas de autoestima; sobretodo el de las personas de la tercera edad… muchos piensan que tienen que estar encerrados, sin hacer nada por ser discapacitado y se deprimen… es por eso que pedimos ayuda a los psicólogos,  pues una persona discapacitada tiende a hundirse casi siempre en la soledad, ya que siente que la indiferencia de la gente la hace sentir que no vale nada”, sostiene.

 

Esta asociación de ayuda organiza anualmente también campeonatos deportivos en los que participan personas con discapacidad. El año pasado fue el Futsal de personas en muletas, y en último setiembre correspondió al básquet. “Con ello, nos dice, se logra que la gente se sensibilice con los discapacitados y comprendan que ellos tienen habilidades y cualidades”. El Buen Pastor siempre busca apoyo de las municipalidades, ONGs y otras instituciones.

María, o Katty como la llaman, considera que “la discriminación es también esa insistente mirada que lastima, que proviene de aquella persona que, sin decirte nada, puede hacerte sentir que no vales mucho”. Pero añade, optimista y a modo de despedida, “pese a mi discapacidad, nada ni nadie podrá detenerme, porque “estoy en todas” y siempre miro hacia delante. He ahí la esencia de una luchadora, de una emprendedora en el nuevo Perú.

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