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FÁBRICA DE TERNOS

Una vida de cortes y remiendos
Define su profesión, la sastrería, como perfeccionista y exacta, sin lugar a los errores, porque toda medida es única y si hay fallos la prenda no queda como debe ser. Lleva más de 30 años dedicado al arte de crear elegantes ternos de vestir con solo 2.80 metros de tela. Machi es el nombre de este artista de la tela, el hilo y las tijeras.
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FÁBRICA DE TERNOS

Marceliano Micha Cruz decidió cambiar su pomposo nombre por algo más simple, un nombre que estuviera acorde con lo que él anhelaba: tener una sastrería. Para ello, lo primero que hizo fue, a manera de rebautizarse, hacer que le llamasen con el simple apelativo “Machi”.

Machi recuerda, como si fuera ayer, la primera vez que llegó a la ciudad capital, donde tuvo que acostumbrarse a su cielo gris, añorando el envidiable cielo azul de su natal Libertad de Pallán, ubicada, al norte, en la provincia de Celendin, en la Región de Cajamarca.

 

Marceliano tiene 48 años, 33 de los cuales los pasó entre cortes y remiendos. Desde que cogió las tijeras y realizó el primer corte sobre la tela supo que amaría pasar una vida rodeado de agujas, hilos y, sobre todo, máquinas de coser: sería sastre.

 

SÓLO UN VIAJE DE VACACIONES

 

A los 15 años llegó a Lima. Los enormes edificios, el gran número de carros, la multitud de desconocidos y el imponente bullicio que imperaba en la Ciudad de los Reyes lo aterró. Suponía que su estadía sería un simple viaje de vacaciones; a lo mucho un prolongado paseo por la capital a fin conocer la gran ciudad y regresar luego a su pueblo a contar las novedades. No fue así…

 

Cada vez que salía a la calle, por minúscula que sea la distancia, pensaba que se extraviaría. Tenía temor a desplazarse a cualquier lugar. Una ciudad grande se convierte en la pesadilla para quien esta acostumbrado a la pasividad de un pueblo pequeño, donde todos se conocen, donde gobierna el silencio, donde un auto es una novedad, donde solo se requiere dar unos pasos para ir a estudiar, y donde el trabajo esta literalmente a la vuelta de la esquina… y claro donde el cielo no es gris.

 

El joven Machi, noche tras noche, albergaba el mismo sueño. Soñaba que realizaba un largo viaje con un único destino, su natal Libertad de Pallán. No podía pensar en  otra cosa que no sea reunirse con sus padres. Y junto con ellos, habiendo retornado a la tranquilidad de su pueblo y viendo de nuevo a su gente, respirar ese olor a campo... Pero llegaba el amanecer y despertaba tumbado sobre una cama, bajo un cielo que no lo amparaba, en medio de una ciudad que lo seguía intimidando.

 

EL TÍO ISAÍAS

 

Isaías era el tío que acogió a Machi en la capital. Isaías era sastre. De él aprendería Machi sus primeros conocimientos del arte de darle forma a las telas. Cuando el joven desfallecía en ánimos, Isaías lo consolaba diciéndole “ya te acostumbraras, vas a ver, es cuestión de tiempo”, Machi no podía creerle, “cómo me voy a acostumbrar a esta ciudad tan grande, caótica y peligrosa” solía responder en el silencio de sus pensamientos. Pero el tiempo, terminó por dar la razón a Isaías y mostrar a Machi que incluso Lima, la horrible, tiene sus encantos.

 

Llegó la temporada del colegio, y entonces el viaje de vacaciones se prolongó. Tenía que empezar a estudiar y, muy a su pesar, lo hizo en Lima. Antes de partir hacia la escuela, muy temprano, ayudaba a su tío en el taller de sastre; luego, ya de vuelta a casa, regresaba al taller a terminar los trabajos inconclusos… con el tiempo, empezó a amar la labor de sastre, a disfrutar con mayor placer los encantos de una gran ciudad, y a contar con mayor número de amigos, quienes aminoraban sus penas, logrando disipar así el sueño de retornar a su pueblo.

 

Acabó el colegio y solo tenía una idea en la cabeza, convertirse en sastre, en uno de los mejores. Con mucho empeño aprendió todo lo que el tío Isaías le pudo enseñar: Aprendía de los errores, como aquella vez cuando por descuido puso el cierre en la parte posterior del pantalón… desde ese momento  aprendió a reconocer de un solo vistazo cada una de las piezas que conforman esta prenda.

 

Sin embargo, su anhelo de ilustrarse con nuevas técnicas lo llevó a trabajar con diferentes maestros de la sastrería. De cada uno asimilaba lo mejor y con todos se siente hoy agradecido, pues reconoce que siempre lo trataron muy bien y con mucho respeto. Machi sentía que ya sabía lo suficiente, ahora debía dar el paso más difícil: Independizarse, formar su propio taller convirtiéndose en amo y señor de su destino.

 

Con solo 28 años decidió separarse de sus maestros, para ser el único forjador de su porvenir. A pesar de la insistencia de sus empleadores para que se quedara, decidió arriesgarse y alquilar un pequeño cuarto en una de las etapas de la Urbanización Maranga, en el distrito de San Miguel. Ahí, con el paso del tiempo, abriría su primer taller.

 

Sin embargo, el clima y la humedad de San Miguel se encargarían de ofrecerle algo más que la experiencia de formar empresa. Le garantizarían una estadía en el hospital, donde el diagnostico del médico sería contundente: Bronquitis. Era urgente tomar medidas.

 

“Si no me retiraba a un lugar más seco, empeoraría”, nos dijo Machi.  Y sin otra alternativa dejó para siempre San Miguel y fue a dar al distrito de San Juan de Lurigancho, frente del Centro Comercial Santa Rosa, lugar donde echaría raíces profundas. Ya estaba entonces todo estaba listo; Machi tenía su nuevo taller… que mejor nombre para su empresa que el apelativo por el que había optado. Al taller de sastrería también lo denominaría con el apelativo de “Machi”.

 

Los duros inicios no hacen que Machi niegue los buenos tiempos, en los que  las vacas eran realmente gordas, como cuando trabajaba con los bancos y cooperativas y le solicitaban cuatro ternos por trabajador para el invierno y cuatro para verano. “Ahora, ya no es obligación usar ternos en los bancos” sostiene Machi. Al ver que la situación era diferente y el negocio disminuía decidió cambiar de estrategia, de lo contrario hoy no tendría taller donde laborar. Entonces actuó parafraseando un famoso dicho: Si los clientes no van donde Machi, Machi va donde los clientes.

 

De esta manera, Machi tuvo que abandonar la reclusión de su taller y presentarse en los colegios particulares de la zona, ofreciendo sus servicios para diseñar los trajes de promoción, o de cualquier otra actividad que se requería para los alumnos y profesores. Su currículo lo avalaba, detentaba una lista importante de antiguos clientes y muchas muestras de trabajo… estaban seguro -nos comenta- de que quien lo evaluase no podría dudar que al frente tenía un excelente sastre. De esta manera nuestro emprendedor ganó la exclusividad para diseñar la vestimenta que lucirían los estudiantes en su anhelada fiesta de promoción.

 

En temporadas altas -nos afirma- puede, junto a sus tres empleados, amaneciéndose si es necesario,  hacer más de 100 ternos por mes. Las medidas para diseñar la prenda las toma a domicilio, y la compra del terno incluye la primera lavada gratis para felicidad del usuario. “El secreto está en no perder al cliente”, nos comenta Machi.

 

Y esta máxima de “no perder al cliente” tiene tanta efectividad que quien llega  a manos de Machi, difícilmente lo olvida… aunque abandone físicamente el país, siempre tendrá en la memoria y guardado en el closet una muestra de su excelente trabajo. Por esta razón sus prendas son requeridas en países tan lejanos como España, Estados Unidos, Italia, Japón, entre otros; lugares donde residen actualmente muchos de sus clientes, quienes recomiendan a sus amigos a nuestro sastre de exportación.

 

Emblemático es el caso de la familia Castro, quienes se mudaron hace mucho tiempo a Estados Unidos, pues siempre que hay un nuevo compromiso no dudan en llamar a Machi y hacer los pedidos de ternos para todos los familiares, parientes y amigos. Ante esto, Machi sonríe, recordando que muchos de ellos tienen la misma medida. “Es como si trabajara en serie”, nos dice.

 

Machi ha vestido a diferentes generaciones de una misma familia, diseñando el terno de matrimonio del recién casado. Luego, el traje de bautizo del bebe fruto del amor, enseguida el terno de comunión del crecido niño, posteriormente la prenda que lucirá en sus dieciocho años y finalmente el traje del matrimonio. A partir de ahí, sin duda, la historia se repetirá.

Machi ama lo que hace, y ahora más que nunca recuerda las palabras de sus maestros que le decían, “la sastrería es una profesión muy bonita, pero hay que quererla, perfeccionarla y diferenciarnos de los demás”. Eso es lo que este emprendedor hace todos los días, dando ejemplo de lo que significa el esfuerzo y el pago que viene con la superación. Machi es todo un emprendedor.

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