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REVISTA

¿HACIA UN BRETTON WOODS II?

Cumbre del G-20 en Washington
Países ricos y emergentes tratarán de reformar el sistema financiero internacional debido a la crisis.
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¿HACIA UN BRETTON WOODS II?
La crisis económica internacional no solo ha provocado el cuestionamiento de algunas reglas “inamovibles” del capitalismo y el libre mercado sino también ha encaminado a una reformulación del sistema financiero mundial, que nació tras la conferencia de Bretton Woods en 1944.
 
En aquella ocasión –casi a finales de la Segunda Guerra Mundial– se reunieron 44 naciones y establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del orbe, dando origen al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM).
 
“Todo se ha dicho y todo se ha escrito”, señalaron en esos años los expertos, que nunca previeron una hecatombe como la que vivimos, en donde la codicia de unos pocos ha puesto en peligro el crédito y los puestos de trabajo de cientos de millones de personas.
 
Para enfrentarnos a este dilema es que se ha llamado a una cumbre en Washington del llamado grupo del G-20, del que forman parte los siete países más industrializados del mundo, más doce de las principales economías emergentes de todas las regiones , y la Unión Europea como bloque.
 
Creado en 1999, el grupo tiene la siguiente composición: El G-7 (EE UU, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia y Francia), además de Rusia, Arabia Saudita, Australia, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía. Nuestra América Latina está representada por Argentina, México y Brasil.
 
Los organizadores de la cumbre, que se inicia este 15 de noviembre, aseguran que aspiran a crear un sistema financiero más responsable y transparente pero, al tratarse de un grupo tan diverso y con intereses tan dispares, hay quienes lo dudan. Una mirada a tan sólo algunas de las propuestas nos ayudaría a entender lo difícil del trabajo.
 
Brasil, voz de los emergentes
 
En su condición de presidente del G-20, Brasil, el coloso sudamericano, ha dicho que defenderá en la capital norteamericana una mayor participación de los países emergentes en los organismos multilaterales como el FMI y el BM.
 
“Ellos no representan la composición del mundo actual”, ha denunciado el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien ha recordado que el crecimiento económico mundial no recae sobre las naciones desarrolladas sino sobre las emergentes que generan el 75 por ciento de esa expansión.
 
“Es ampliamente reconocido que el G-7 por si solo no tiene ya las condiciones de conducir los asuntos económicos del mundo. La contribución de los países emergentes también es esencial”, recalca.
 
Historiadores han recordado que cuando nacieron los acuerdos de Bretton Woods el panorama económico era diametralmente distinto. EE.UU producía la mitad del carbón mundial, dos tercios del petróleo y más de la mitad de la electricidad. Washington y su dólar estadounidense dominaban el planeta.
 
Hoy por hoy las llamadas naciones BRIC –Brasil, Rusia, India y China– están en camino a convertirse en potencias económicas para el 2050. Un revelador informe de Goldman Sachs señala que en 40 años los cuatro países representarán el 40 por ciento de la población mundial y el 44 por ciento del PBI global, superando a EE.UU y la UE juntas. “O el G-7 cambia y se transforma en el G-14 o preferimos fortalecer el G-20”, señaló Guido Mantega, el ministro de Hacienda brasileño.
 
Francia, ¿refundar el capitalismo?
 
Es el presidente francés, Nicolás Sarkozy, el que habla de la Cumbre de Washington como una especie de “nuevo hito” en la historia de la economía mundial, un nuevo Bretton Woods, que revisaría “totalmente” y reformaría el sistema financiero internacional.
 
Sarkozy quiere que se tomen medidas concretas para una mayor regulación y propugna una refundación del capitalismo que ha sido golpeado por la crisis. Según la propuesta gala, no habría institución financiera, instrumentos de inversión o territorios que queden exentos de intervención.
 
Otras ideas de Francia son la de establecer un mecanismo de alerta temprana ante las amenazas a la estabilidad del sistema financiero que se apoye en un sistema de intercambio permanente de información entre el FMI, supervisores, bancos centrales y reguladores.
 
La Casa Blanca ha dado la bienvenida a las ideas francesas pero ha rechazado de plano, primero, que la cumbre revise los fundamentos de la economía de libre mercado y, segundo, que haya una excesiva regulación, que pueda confundirse con estrangulación.
 
“El gobierno de EE UU está listo para cooperar, pero no para ceder poder a una autoridad internacional de regulación”, declaró Desmond Lachman, un ex alto funcionario del FMI.
 
“La administración Bush cree que lo mejor es continuar la coordinación de la Reserva Federal con otros bancos centrales para inyectar mayor liquidez a los mercados, pero no parece querer ir más allá”, recalcó.
 
Los analistas advierten que las diferencias entre EE UU y Francia podrían provocar el fracaso de la cumbre, a menos que Sarkozy –cosa curiosa, un político de derecha– rebaje sus expectativas.
 
FMI, reforma o eliminación
 
Quizá la papa caliente de la conferencia de Washington sea la reforma del Fondo Monetario Internacional, que apoya la mayoría de países, pero que se discrepa en la forma.
 
Los países emergentes, con Brasil a la cabeza, aseguran que es indispensable y prioritario que ellos tengan mayor participación y por eso proponen una modificación del sistema de cuotas y votos.
 
Actualmente, los países que más aportan tienen mayor capacidad de decisión, llegando incluso, en el caso de EE UU, de imponer vetos como el que le aplicó a Argentina en el 2001 para acceder a préstamos.
 
Datos oficiales revelan que el 57.9 por ciento de los votos en el FMI corresponde a países desarrollados y el 42.1 por ciento a emergentes. “Estamos listos para aumentar nuestra participación y para cargar con las consecuencias de ello”, ha manifestado el ministro brasileño Mantega.
 
Otro tema importante es el nuevo papel que jugaría el FMI en el contexto internacional. Países como Francia y Alemania propondrán que se convierta en la principal organización responsable de la estabilidad financiera mundial.
 
Según este enfoque, el Fondo recibiría así más poderes para poder realizar recomendaciones a los países. Además, se le dotaría de más instrumentos para que esté mejor equipado para proporcionar asistencia financiera a sus miembros en situaciones de falta de liquidez, o de crisis, como la que están viviendo países como Hungría y Ucrania.
 
Lo importante, según funcionarios europeos, es que el FMI obtenga crédito rápido de países con reservas colosales, como China y Japón, y que aumenten sus arcas que ya guardan más de 250 mil millones de dólares. Por lo pronto, el gobierno chino ha dicho que está listo para entregar asistencia al FMI, pero dentro de sus posibilidades.
 
Sin embargo, la idea de un nuevo “súper FMI” no agrada a todos. Rusia ha señalado que presionará en la cumbre para que el fondo tenga un papel más moderado. El principal asesor económico del Kremlin, Arkady Dvorkovich, indicó que el FMI podría continuar desempeñando un rol en lo que él describe como un “sistema anticrisis de alerta temprana”.
 
“El FMI debería trabajar como un banco, no como un proyecto de institución financiera. No debería actuar como un gerente en los países que financia. Debería proponer condiciones financieras, no políticas”, señaló.
 
Dvorkovich indicó que su país prefiere crear nuevas instituciones mundiales al igual que regionales para que en el futuro adopten el rol de prestamistas y estén libres de la influencia de EE UU y otras naciones del G-7.
 
Mientras, en este lado del continente el presidente venezolano, Hugo Chávez, calificó de “inmorales” los intentos de reforzar al FMI, que ve como el responsable de políticas que solo causaron mayor pobreza en la región.
 
Argentina, que participa en el G-20, también será una de las voces críticas que recordará el papel de Fondo en la década de los noventa cuando aumentó las desigualdades sociales gracias a sus recetas de contracción fiscal y monetaria.
 
“El FMI tiene una imagen muy controversial que hará difícil llegar al consenso en Washington. Más ahora porque se le atribuye su fracaso en alertar de la crisis financiera”, sostiene Lachman.
 
Así las cosas, ¿podría avizorarse un segundo Bretton Woods en la capital norteamericana? La realidad lo hace imposible, aunque sí podrían sentarse las bases de un nuevo sistema financiero a largo plazo.
 
Hay que recordar que la conferencia de 1944 fue la culminación de dos años de conversaciones y discusiones, mientras que esta cita se ha improvisado en un par de semanas. Las intenciones son buenas pero no bastan… habrá que ver.

Por último, el país anfitrión se encuentra en un proceso de transición debido a la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, quien juramentará en el cargo el 20 de enero. El demócrata, es seguro, tiene su forma de ver la crisis y el mundo, estará ansioso de escuchar sus posibles soluciones. Bush, en cambio, está de salida y poco o nada ya importa lo que diga o haga.

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