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EL SUEÑO DE UN PROVINCIANO HECHO REALIDAD

Centro Médico Obstétrico Mayo
De pequeño solo tenía un deseo: tener a su mamá junto a él para siempre. Ese sueño lo motivó a enrumbarse por el camino que lo llevaría a conocer al gran amor de su vida: la medicina.
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EL SUEÑO DE UN PROVINCIANO HECHO REALIDAD
Hugo Villanueva Ayzanoa tenía solo ocho años y, como todos los niños pequeños, amaba a su madre. Repentinamente y sin previo aviso, ella empezó a sufrir un punzante dolor, se retorcía, gritaba desesperadamente con la esperanza de aliviar su sufrimiento, pero sus clamores no obtenían respuestas; el niño se sentía temeroso, perturbado e impotente por no poder ayudar a su querida mamá.
 
Finalmente su madre fue auxiliada y trasladada de su vivienda ubicada en el distrito de Goyllarisquizga, un asentamiento minero de Cerro de Pasco, a una provincia del mismo departamento, donde la intervinieron quirúrgicamente. “Mi mamá había hecho una hemorragia uterina por una amenaza de aborto, y casi se muere”, señala Hugo Villanueva, con la certeza que le dan ahora sus más de 25 años de experiencia médica.
 
Pero el camino para llegar a ser médico fue largo y exigente. “Este hecho ocurrido a mi madre fue para mí bastante chocante psicológicamente, hizo que por una necesidad de querer que mi madre siga viviendo a mi lado me decidiera a ser médico para salvarle la vida”, rememora Hugo.
 
DE UN REMOTO PUEBLO A UNA ENORME CIUDAD
 
Goyllarisquizga es un poblado pequeño, donde el recuerdo de un opulento pasado minero, es solo eso, un mero recuerdo que persiste entre los pocos pobladores, quienes no abandonaron su comunidad cuando la extinción de la minería  dejó en el olvido a ese lugar.
 
En aquellos años de abundancia, el doctor Hugo Villanueva era simplemente Huguito, y al igual que sus compañeros de juegos, estudió en la escuela fiscal de la localidad, la cual era subvencionada por la empresa norteamericana encargada de extraer el carbón del lugar.
 
“Yo termino la primaria y me ofrecen a elegir entre Huancayo y Lima para estudiar mi secundaria. Lima me daba miedo, porque era muy grande y se hablaba muchas cosas de la capital, así que le dije a mi mamá, que estudiaría en Huancayo que era una ciudad más moderna, pero no tanto como Lima. Así de a poquito me acostumbraba a la modernidad y luego iría a la capital”, detalla Hugo.
 
CAMINO SE HACE AL ANDAR
 
Nuestro emprendedor llego a la capital en 1964, su meta era ingresar a la Universidad Peruana Cayetano Heredia, postuló pero no ingresó. La desilusión fue tremenda, pero no lo suficiente como para extinguir su sueño de ser médico. Dispuesto a cumplir su objetivo ingresó a un grupo de estudio con estudiantes de medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
 
Sin embargo, medicina es la carrera que requiere mayor puntaje para ingresar en todas las universidades, siendo bastante difícil adquirir una vacante para recibirse como discípulo de Hipócrates. Villanueva no se desanimó y se decidió a estudiar una carrera que fuera afín a la medicina.
 
“Me recibo como laboratorista y postulo al hospital Edgardo Rebagliati, antes hospital del Empleado. Paralelo a esto ingresé a la Universidad Nacional Federico Villareal a la facultad de medicina para estudiar mi segunda carrera y ese mismo año puse un laboratorio de análisis, con la finalidad de subvencionar mis gastos de estudios”, dice al recordar aquellos tiempos de formación profesional.
 
Pero si queremos entender la osada decisión de Villanueva remontémonos a aquella época. Eran los años 70 y los laboratorios clínicos particulares prácticamente eran inexistentes. Cada vez que algún galeno intentaba hacer empresa, saltaban los críticos señalando que eso estaba prohibido, que no se comercializaba con la salud,  y que con ella no se podía hacer, negocio, ni empresa y como estocada final citaban de memoria el juramento hipocrático.
 
A pesar de los obstáculos que le imponían colegas y personas relacionadas a la medicina, Hugo decidió seguir con su proyecto, encontró que legalmente no era prohibido hacer una empresa médica, no lo prohibía la ley y nada estaba escrito en los reglamentos del Colegio Médico. Únicamente era mal visto por los feligreses del estatismo y la tradición.
 
“Yo me averigüé que nada estaba escrito en los reglamentos del Colegio Médico y me aventuré a poner mi laboratorio, quizás fui uno de los primeros que puso su laboratorio clínico en el Perú. De esta manera comencé a trabajar con los médicos. Visitaba a los doctores, me presentaba diciéndoles: Doctor yo soy tecnólogo laboratorista, tengo mi laboratorio de análisis clínico y estoy para servirle a usted y a sus pacientes… y me aceptaban”, recuerda con pasión nuestro emprendedor.
 
En medio de todo, continuaba sus estudios de medicina. Ya con la experiencia de tener su laboratorio, le propuso a unos compañeros de estudio hacer una subsidiaria de la famosa Clínica Mayo de Estados Unidos, ellos se entusiasmaron con el proyecto, pero al terminar la carrera se olvidaron de lo pactado y el camino de todos se bifurcó.
 
Sin embargo, el nuevo sueño de Hugo, de tener un centro médico no se alteró aunque estuviera solo en el proyecto. Se graduó como médico e instaló junto a su esposa, Natividad Espinoza -obstetra de profesión- el “Centro Médico Obstétrico Mayo”, ubicado en el distrito de Santa Anita. Por aquellos tiempos empezaron con dos especialidades: medicina general y obstetricia.
 
“En un principio mi esposa y yo hacíamos de todo, ella era obstetra, y yo hacía de cirujano, enfermero, médico internista. Lo que más me ayudó fueron las incontables horas de práctica que había realizado en el hospital Hipólito Unanue; ahí tenía amigos doctores, enfermeros, técnicos, quienes permitían que me quedara dándome todo el trabajo que yo quería”, recuerda.
 
La popularidad del centro médico creció y la demanda aumentó, debido a que era el único centro médico del lugar que atendía las 24 horas del día. No importaba la hora que concurriesen al centro médico, siempre serían atendidos. La demanda creció tanto que tuvieron que mudarse a su actual local de más de 500 metros cuadrados, habilitando nuevas especialidades y atendiendo a un mayor número de personas.
 
Actualmente, el Centro Médico Mayo atiende diariamente a más de 100 personas, cuenta con más de 40 trabajadores y tiene 17 especialidades, entre ellas, pediatría, oftalmología, dermatología y cardiología.
 
A pesar de los éxitos obtenidos, Hugo Villanueva no ha perdido su compromiso social, realizando mensualmente campañas de salud, con jornadas que van desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, atendiendo a un promedio de 300 pacientes totalmente gratis.

La vida de Hugo Villanueva es ejemplo vivo de que la constancia logra doblegar las adversidades impuestas por la vida a manera de prueba. Ahora con más de 25 años ejerciendo la medicina, se muestra orgulloso de haber concretado el sueño de su vida.

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