Hugo Chávez descalificaba a su peor enemigo, el ex presidente George W. Bush, por ser un alcohólico. “Eres un burro Mr. Danger, un cobarde, un hijo de papá y lo que es peor un borracho de la peor calaña”, dijo una vez el impulsivo mandatario venezolano.
En efecto, Bush es alcohólico y nunca se avergonzó. Por el contrario, siempre ha dicho que es el resultado de una vida desordenada que tuvo en el pasado y que ahora trata de demostrar, día a día, su fuerza de voluntad para controlarlo. Que tenga entendido, lo ha logrado.
No es así el caso de Chávez, quien tiene otro tipo de adicción. Una mucho peor y que ha afectado a tantos políticos y dictadores como estrellas en el cielo. Una adicción que daña, no solo a su familia y a su entorno cercano, sino también a millones de personas y que degrada física y moralmente: EL PODER.
El deseo de ser importante o poderoso en la vida es un sentimiento al que casi nadie escapa y no tendría mayor trascendencia, si este no degenerara en un estado mental enfermizo que amenace la estabilidad social de una nación. Chávez encaja perfecto en este caso.
Desde su llegada a la presidencia ha asumido una actitud mesiánica en la que se cree el “único” capaz de sacar a Venezuela del atraso y la pobreza a través de su revolución bolivariana.
Primero dijo que 10 años eran suficientes para dejar el país encaminado y eso se cumplió en el 2008. Hoy dice necesitar otros 10 más para –ahora sí– sentar las bases del socialismo del siglo XXI.
Aquellos con dos dedos más de frente y medianamente instruidos, por supuesto que no le creen, pero una mayoría de venezolanos, que no tienen un pan que llevarse a la boca y que se benefician de los generosos programas del Estado, todavía le dan el beneficio de la duda.
¿Se descubre la farsa?
El problema clave para Chávez es que este año la crisis internacional podría dejar al descubierto la farsa de su revolución y hacer que aquellos que un día lo aclamaron, puedan darle una patada en el trasero sin las gracias por los servicios prestados.
Durante meses Chávez dijo que el terremoto financiero en EE.UU no afectaría a Venezuela, pero la verdad es que el sismo ha sido de tal magnitud que ha provocado un tsunami cuyas olas gigantes se dirigen hacia los cuatro puntos del planeta.
En América Latina los programas político-económicos de los distintos países serán puestos a prueba para evitar o disminuir el impacto de tales olas, y según los expertos, la revolución bolivariana “hará aguas por todos lados”.
Chávez lo sabe y por ello ha puesto en marcha un plan para asegurarse su futuro político. A fines de noviembre ordenó a sus aliados en el Congreso –todos, por cierto– reactivar un proceso de reforma de la Constitución que permita la reelección ilimitada de los cargos escogidos por voto popular, entre ellos la Presidencia.
La reforma avanzó y para ser puesta en práctica tiene que ser aprobada por un referéndum popular que se realizará este 15 de febrero. Las posibilidades de que el pueblo venezolano acepte son difíciles si hacemos caso a las diferentes encuestas publicadas en las últimas semanas.
En promedio, cinco de cada diez venezolanos están en contra de la reelección ilimitada y cuatro están a favor. Los números preocupan a Chávez que ha movilizado a todo el aparato estatal y a su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) para que hagan campaña a favor del “sí”.
El trabajo es difícil, mas no imposible, sobretodo para un presidente con varias victorias electorales en sus espaldas y con un arraigo popular importante, que no ha sido captado todavía por la oposición aun dividida.
Es gracias a que las masas pobres y desposeídas todavía lo ven con simpatía que Chávez ha apurado tanto este proceso de reforma constitucional. Estoy convencido de que en seis meses, o a fines de año sería imposible ganar un referéndum para el régimen chavista porque para esa época los efectos de la crisis internacional estarán sintiéndose en su máxima expresión.
Chávez, quien perdió un proceso de reforma constitucional más extenso en diciembre del 2007, nunca imaginó que una crisis en EE.UU (el país de su mayor enemigo, Mr. Danger), podría ser el comienzo de su fin. Y así es.
Según la actual Carta Magna, que él mismo ratificó en 1999, su segundo y último mandato terminará en el 2014. Una fecha cercana que el gobernante se resistía a ver o que creía posible cambiar gracias al poder de los petrodólares.
FE EN LOS PETRODÓLARES
El mayor error de Chávez fue ponerle fe y supeditar su proyecto político a los ingresos por el oro negro. “Socialismo sí, pero socialismo petrolero”, repetían sus seguidores en el Palacio de Miraflores tan embriagados con los miles de millones de dólares que recibían por la venta del crudo.
Para que pueda darse una idea de la esclavitud que supone el petróleo en Venezuela debe saber que el 93.7 por ciento del presupuesto nacional es financiado por los ingresos que genera la venta de crudo y sus derivados.
Los otros sectores productivos, entre ellos la empresa privada y las inversiones extranjeras, han sido vejados a niveles paupérrimos. Es decir, Venezuela sin petróleo, no existe, o peor tendría un desempeño similar a Haití o el Congo.
El año pasado, que puede considerarse el último de una etapa próspera, Chávez recibió la astronómica cifra de US$ 93,000 millones que sirvió para pagar las decenas de programas sociales del que se benefician millones de pobres. El pico más alto llegó en julio cuando el barril de petróleo venezolano alcanzó los US$ 126.50, una cifra sin precedentes, que aumentó el ego de Chávez.
Hoy las cosas son totalmente distintas. La crisis mundial ha disminuido la demanda del petróleo y sus precios se han desmoronado. El barril de crudo venezolano se cotiza a US$30 y los expertos creen que llegaría a US$25. El impacto en el presupuesto del 2009 ha sido tal que hay un déficit del 40 por ciento pues el gobierno preveía que el petróleo bajaría solo hasta US$60.
“No hay plata para nada, ni para nadie”, señala el gobierno que deberá afrontar también la caída de las exportaciones y una inflación del 30 por ciento, la más alta de la región.
MEDIDAS DESESPERADAS
Chávez ha prometido a los venezolanos que no sufrirán los estragos de la crisis económica, y es casi aseguro que así será, sobretodo, en tiempos de campaña electoral. Por lo pronto, ya iniciado una serie de medidas que garanticen la liquidez de su revolución.
Primero, anunció estos días el uso de US$ 12,000 millones provenientes de las reservas internacionales, que permitirán comprar al Estado alimentos que después venderá subsidiado a los más pobres.
Segundo, el corte de financiamiento a programas de ayuda a terceros países. Uno de ellos es –cosa curiosa– EE.UU, donde Caracas informó que dejaría de regalarle combustible gratis a 200,000 hogares en 23 estados norteamericanos. El ahorro supera los US$ 100 millones.
El programa “Petrocaribe” que da crudo a los países de Centroamérica con créditos blandos –pagables en 25 años– también sufrirá recortes. Chávez tendrá que disminuir los 98,000 barriles diarios que envía a esa zona y que en el 2008 tuvieron un costo de US$ 8,800 millones.
Tercero, ante la falta de liquidez el régimen chavista miró otra vez a las petroleras internacionales a las que expulsó en el 2008 por ser “imperialistas” y aliadas de Washington.
Para nadie es un secreto que la estatal PDVSA es una empresa vieja e intoxicada de burocracia que no cuenta con el dinero y la tecnología necesarias para extraer el petróleo pesado de la Faja del Orinoco, el mayor reservorio energético del mundo.
La producción ha descendido 16 por ciento durante los años que lleva Chávez en el poder y se ubica en 2.4 millones de barriles diarios, frente a los 3.3 millones de 1998.
La nómina de PDVSA se ha abultado también en más de la mitad desde el 2002 a 70,400 trabajadores y Chávez ha usado a la empresa para cosas que no tienen nada que ver con el petróleo. Su departamento de desarrollo urbano construye viviendas y otros departamentos se dedican a vender arroz, pollo o entrenar atletas para los Juegos Panamericanos.
Chávez podría pedir la ayuda de sus socios rusos e iraníes pero ellos no tienen la tecnología de vanguardia que se necesita, y lo que es más importante, las credenciales financieras que las empresas occidentales sí tienen. ¡Aquí no vale la ideología socialista, vale la plata!
CALLAR A LA OPOSICIÓN
Por último, el presidente venezolano intenta callar las voces críticas de su gobierno y ha ordenado a la Policía reprimir las manifestaciones opositoras que se han multiplicado en el país. “Échenle gas del bueno y métanlos presos por revoltosos”, declaró en un discurso con la mira en los estudiantes, que enarbolan la bandera de la resistencia.
EE UU no podía quedarse atrás, pero la asunción del presidente Barack Obama cancela la estrategia de confrontación que ha utilizado siempre en tiempos de crisis para lograr “la unidad del pueblo frente al presidente amenazado”. No se sabe cuál será la política final del nuevo mandatario norteamericano y ello cancela sus acusaciones de conspiraciones desde la Casa Blanca.
Chávez nunca antes había ido a una elección tan importante que pueda poner en peligro su mayor objeto de deseo: el poder presidencial. Quitársela podría hacerlo cometer una locura, algo común entre los adictos. El 15 de febrero es su última oportunidad para mantenerse cuerdo.