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REVISTA

¿LIBERANDO AL ENEMIGO?

Aumenta la polémica por el cierre de la prisión de Guantánamo
Muchos de los detenidos no pueden demostrar su culpabilidad y tampoco su inocencia por lo que se teme que vuelvan a tomar las armas. Al Qaeda los recibiría gustosa.
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¿LIBERANDO AL ENEMIGO?
“Le advertimos a los países cristianos que tienen presencia militar en Arabia Saudita y que apoyan la cruzada contra los musulmanes: Por Alá, estamos en camino. Por Alá, estamos en camino”.
 
Con estas palabras Abu al-Hareth Muhammad al-Oufi advirtió a EE UU y a sus aliados en Medio Oriente preparase para lo que será una nueva ofensiva terrorista en el lugar. Sus palabras no tendrían que sorprender si las tomamos como parte de las comunes declaraciones de extremistas musulmanes que, en gran número, se cuelgan en Internet.
                
Sin embargo, esta vez es diferente, muy diferente. Abu al-Hareth no es un extremista más, sino un peligroso cabecilla de la red Al Qaeda, responsable de los ataques del 11 de setiembre del 2001 en EE UU, que pasó varios años como prisionero en la base de Guantánamo.
 
Antes de ser liberado, el preso saudita insistía en que era un hombre “inocente” que había sido detenido por soldados norteamericanos “sin razón alguna” en Paquistán, donde trabajaba como activista a favor de los derechos de los refugiados.
 
Ni los ahogos simulados, ni la privación del sueño, ni los efectos de las inyecciones para decir la “verdad” consiguieron arrancarle su declaración de culpabilidad, por lo que los altos mandos del Pentágono decidieron soltarlo.
 
“El preso número 333 fue liberado el 11 de noviembre del 2007 por falta de pruebas. Sin dudas, fue un error de juicio motivado también por la presión internacional que exigía la salida de los inocentes”, señaló recientemente a la cadena británica BBC una fuente del Departamento de Defensa de EE UU, quien prefirió mantener el anonimato.
 
Pero el caso de Abu al-Hareth no ha sido el único. Otro, y quizá más relevante, fue el de Abu Sufian al-Shari, también de nacionalidad saudita y que fue liberado de Guantánamo hace diez meses. La agencia de noticias “on line” Yemen Mareb difundió hace unos días un comunicado de Al Qaeda en el que informaba de una nueva estructura regional que tiene como “número dos” al antiguo recluso.
 
 “Al Qaeda en la península Arábiga se ha convertido en una sola organización después de que los ‘muyaidines’ del país de las dos mezquitas (Arabia Saudita) anunciaran su apoyo a Abu Sufian”, señaló el comunicado.
 
La misión de la nueva organización, agregó, será combatir a la Cruzada Sionista en la península Arábiga, que provee de carburante y protección a Israel. Además, abrirán campos de entrenamiento para enviar combatientes a la franja de Gaza con el fin de liberar Palestina.
 
Alarma en Washington
 
Las noticias han levantado la voz de alarma en Washington, sobretodo en las filas del opositor Partido Republicano, que ve con preocupación el cierre de la prisión de Guantánamo ordenado a fines de enero por el presidente Barack Obama.
 
El sector más duro de los republicanos –los “halcones” de la era Bush–señalan que el cierre de la prisión supone un riesgo para la seguridad del país y que de seguir esa política EE UU estaría más expuesto a sufrir otro golpe mortal de Osama Bin Laden y sus huestes.
 
Debilitados por la derrota electoral de noviembre, sus palabras han sido escuchadas con escepticismo entre quienes creen que hablan por el orgullo “herido”. Sin embargo, otro sector, el moderado, sí ha apoyado la clausura de Guantánamo pero ha criticado la prisa de Obama y su falta de previsión sobre los lugares en donde serán reubicados finalmente los convictos.
 
Una de esas voces críticas ha sido John McCain, el ex contrincante de Obama en la campaña electoral, quien ha dicho que el presidente se precipitó al poner el límite de “un año” para el cierre definitivo de la prisión sin tener las respuestas a preguntas como qué hacer con aquellos que tienen las manos manchadas de sangre.
 
“Con todo respeto, la orden de cerrar Guantánamo es la parte más fácil”, dijo el senador en una entrevista para el programa “Larry King Live” de la cadena CNN. “Lo difícil es reubicar a peligrosos asesinos y no veo una alternativa seria”, recalcó.
 
Similar opinión tiene el congresista republicano John Boehner, quien ha dicho: “Poner en marcha una política que habla del cierre pero no tiene un plan detrás creo que es un paso en la dirección equivocada”.
 
¿Meta imposible?
 
Al parecer Obama, quien llegó al poder en medio del clamor de las masas como ningún otro presidente de EE UU lo haya hecho jamás, se dejó llevar por el consejo de sus asesores, preocupados más en lo “políticamente correcto” y satisfacer a la audiencia que en el tema de la seguridad nacional.
 
Su equipo ha mostrado ignorancia o pecado de buena fe –algo difícil en el mundillo de Washington– en el que es uno de los temas jurídicos más complejos en el mundo. Así, la meta de cerrar la prisión en un año es muy difícil, por no decir imposible.
 
Hay muchas cosas involucradas que tienen que resolverse antes como, por ejemplo, definir el estatus de los 250 prisioneros. Según una noción inventada por la administración Bush, los cientos de capturados en las guerras contra el terrorismo en Afganistán, Paquistán e Iraq no son prisioneros de guerra, sino “combatientes enemigos ilegales” por lo que no pueden acogerse a los beneficios de la Convención de Ginebra.
 
Privados de su derecho fundamental a la defensa, los prisioneros fueron puestos a disposición de “comisiones militares especiales” en el 2006 para que los juzguen. Una estrategia que ha demostrado su fracaso porque hasta ahora solo dos casos han desembocado en juicios y 18 recién están en investigación.
 
La Corte Suprema de EE UU dictaminó el año pasado que el gobierno no podía mantener a prisioneros por tantos años sin habérsele formulado cargos y abrió una vía para que puedan ser juzgados en territorio estadounidense. Pero de hacerlo, los casos chocarían frontalmente con los principios del derecho norteamericano que no aceptan declaraciones obtenidas bajo tortura, una práctica común en el infierno de Guantánamo.
 
Sin pruebas a la vista
 
El problema de la Casa Blanca, aunque no lo quiera reconocer, es que en un 90 por ciento de los casos no hay pruebas físicas –documentos, fotografías, grabaciones, etc– de que los prisioneros hayan pertenecido a grupos terroristas islámicos. Los extremistas lo saben y por eso aplican de la estrategia de negarlo todo tal como hizo Abu al-Hareth.
 
El Pentágono ya advirtió de esta situación. En una rueda de prensa su portavoz Bryan Whitman señaló que los militares están preocupados de que los presos que sean liberados puedan volver al “campo de batalla”.
 
Según Whitman de los 800 prisioneros que hubo al comienzo en Guantánamo se han trasferido su custodia a terceros países unos 500 y de ellos 18 han reanudado las actividades terroristas y otros 43 son sospechosos de haberlas retomado. “Sin dudas, hay una amenaza latente para EE UU”, alertó.
 
Obama, quien prometió en la campaña electoral cerrar la polémica cárcel, está ahora en problemas para reubicar a los prisioneros que saldrán libres y que pueden ser los hombres bomba de futuros atentados terroristas.
 
Por lo pronto, el mandatario ya ha hecho un llamado a sus aliados y amigos europeos que por años pidieron a EE UU clausurar ese centro que “denigra al ser humano”.
 
Lo curioso del asunto es que la postura en el Viejo Continente es ambigua. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha dicho que es partidario de “ayudar a nuestros amigos estadounidenses”, mientras el Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, Javier Solana, cree que Guantánamo es un “problema americano”.
 
Las palabras de Solana pueden sonar cobardes, pero se entenderían si tomamos en cuenta de que los europeos no olvidan los cientos de muertos que dejaron los atentados terroristas en Madrid, en el 2004, y Londres, en el 2005. Además, a diferencia de EE UU, en Europa la comunidad musulmana está en vertiginoso crecimiento y los terroristas liberados podrían reactivar las células de Al Qaeda en la región.
 
Usted podría preguntarse por qué no son enviados a sus países de origen –muchos de ellos de China, Yemén, Arabia Saudita o Paquistán–, pero la Casa Blanca ha respondido que teme sean torturados o inclusive muertos. La vida de los inocentes –que los hay– es una prioridad, aseguran.
 
Por último, se ve muy difícil que en un año se pueda regularizar la documentación de los prisioneros que están esparcidos en diferentes agencias gubernamentales. Funcionarios del gobierno del ex presidente Bush revelaron al periódico The Washington Post que la documentación está incompleta y que no se encargó a una única administración recopilarlos. También se supo que la CIA se ha mostrado reacia en entregar datos que podrían facilitar las liberaciones.
 
Así las cosas, el futuro de los prisioneros de Guantánamo se augura gris mientras el presidente Obama tiene la enorme tarea de sacar adelante las liberaciones de aquellos que son inocentes y mantener en la cárcel a los culpables. Una tarea que puede ser comparada con buscar una aguja en un pajal.

Cualquier error, por más mínimo que sea, puede provocar otro 11-S y destruir la idea de que es posible combatir y ganar al terrorismo sin renunciar a los clásicos valores e ideales estadounidenses del respeto a los derechos humanos. Bush, llegó a la conclusión de que no era posible. ¿Qué dirá Obama en un futuro?

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