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REVISTA

ELUANA LIBRE AL FIN

Joven italiana muere tras 17 años en coma
Su caso desató fuertes enfrentamientos en Italia entre grupos defensores de la vida y los defensores de la eutanasia.
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ELUANA LIBRE AL FIN
¿Es justo o moral que un hombre pueda decidir la vida o muerte de otro ser humano que no se vale por si mismo?, ¿es Dios el único con la potestad de decidir el fin de nuestra existencia?, ¿podemos hacer valer nuestra voluntad aun estando en coma?, así como la vida, ¿tenemos derecho a una muerte digna?, o, ¿es la eutanasia un acto de amor o de cobardía al punto de llamarlo “asesinato”?
 
Todas estas preguntas y muchas más están estos días en boca de millones de italianos que han quedado conmocionados por el caso de la joven Eluana Englaro, quien estuvo 17 años en coma, tras sufrir un accidente automovilístico, y cuyo padre inició una dura batalla legal para conseguir la autorización que dejara a su hija morir.
 
De bella sonrisa y hermosos ojos, el rostro de Eluana se había convertido estos años en la imagen de dos mensajes diametralmente distintos: los que defendían el derecho a la vida por sobre todas las cosas, y aquellos que están a favor de respetar última voluntad de una persona, así se trate de su propia muerte.
 
La polarización de la sociedad italiana llegó a un punto de máxima tensión en la ancestral Plaza de San Pedro, en el Vaticano, donde era común ver los enfrentamientos –físicos y verbales– entre grupos pro-vida y grupos a favor de la eutanasia. “¡Asesinos!”, gritaban unos, “¡fundamentalistas!”, respondían los otros, ante la mirada pasiva de las estatuas de los santos católicos que rodean el lugar.
 
Eluana si hubiera estado conciente hubiera quedado en shock por las pasiones que desataron su caso, pero no habría dudas de que lado se hubiera puesto: A favor de la eutanasia.

AMABA LA LIBERTAD
 
Aunque de su historia personal se conoce muy poco, su padre y sus amigos más cercanos han descrito a Eluana como una joven muy inteligente, responsable, cariñosa y con un gran corazón. “Siempre se ponía al lado del indefenso”, aseguran, “porque detestaba la prepotencia y el abuso”.
 
Otras de sus características fue el amor a la vida y a la libertad. Según su padre, Beppino Englaro, a Eluana le gustaba compararse con las aves y odiaba la idea de enjaularlas porque era “lo más cruel del mundo”.
 
Si bien provenía de una familia católica, nunca fue una practicante ortodoxa. Asistía a misa de vez en cuando, quizá para estar en paz con Dios, y creía anticuados algunos preceptos fundamentales de la Iglesia romana como el celibato del clero y la confesión. A pesar de todo, Juan Pablo II le parecía un personaje carismático y vivaz, capaz de llegar a la juventud.
 
En 1992, uno de sus mejores amigos sufrió un accidente que lo dejó en coma. La imagen de muerto viviente del compañero, invadido por cables en todo su cuerpo que monitoreaban los latidos de su corazón, y tubos que le proveían de alimentos y agua la marcó al punto de crearle un trauma.
 
“Siempre decía que la muerte es parte de la vida y que alargar el sufrimiento es injustificable”, recordó don Beppino en una entrevista al diario chileno La Nación. “Quedó horrorizada por el tipo de sobrevivencia del que dependes, inconsciente, de unos cables y unos enchufes conectados a un respirador”, señaló.
 
“No a mí, recuérdenlo”, dijo Eluana a sus padres sin saber que semanas después ella también sufriría un accidente que silenciaría su espíritu soñador y rebelde. Ahora, era presa de su propio cuerpo. El pájaro estaba en la jaula que tanto odiaba.
 
El señor Englaro manifestó desde un principio que era “natural” cumplir la voluntad de Eluana por lo que pidió a los doctores dejarla ir” ante la nula posibilidad de que se recupere.
 
Nunca fue así. Se le practicó una traqueotomía para ingresarle los alimentos y se le conectó a un respirador que habría de ser su compañero por 17 años en una fría habitación de la clínica “Beato Luigi Talamoni”, próxima a Milán, y al cuidado de unas monjas.
 
Don Beppino pasó 11 largos años entre tribunales del país para hacer cumplir la voluntad de Eluana, pero la falta de una ley sobre la eutanasia complicó y extendió más de lo necesario la agonía de la joven, que fue objeto del escarnio de la prensa italiana.
 
No fue sino hasta el 13 de noviembre del 2008 que el Tribunal Supremo de Justicia de Italia, la última instancia jurídica del país, ordenó la desconexión de los aparatos que mantenían con vida a Eluana.
 
El fallo, considerado histórico por los expertos de las leyes que hablan de un precedente jurídico de la eutanasia, desembocó, sin embargo, en una cruel lucha que mezcló a políticos de todas las tiendas ideológicas y al mismo Vaticano, que demostró, una vez más, su enorme influencia en la política italiana. Las malas mañas nunca se olvidan, dirían algunos.
 
Para empezar el gobierno del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, inició una ofensiva de intimidación contra las clínicas que aceptaran desconectar los aparatos a Eluana a los que acusaría de “asesinato” en caso de cumplir la orden judicial. Algunas cayeron en la trampa y se abstuvieron de actuar pero otras como “La Quiete”, en el noroeste del país, dieron luz verde y aceptaron cumplir el mandato judicial.
 
Al ver que no funcionó la primera estrategia, el gobierno elaboró un decreto ley de urgencia para suspender la orden judicial, que como era de esperarse no fue firmada por el respetado presidente Giorgio Napolitano. “Lo que Berlusconi no quiere entender es que, según la Constitución, una actuación de urgencia no puede ser emitida en oposición a una sentencia judicial dictada”, señaló el mandatario. “Que se hunda el mundo con tal de hacer justicia”, replicó el premier.
 
“Il Cavaliere”, como llaman a Berlusconi, argumentó que la misma Carta Magna confiere a la vida como un derecho fundamental del hombre y que como jefe de gobierno no quería tener sus manos manchadas de sangre de una mujer que “tenía células vivas en su cerebro” y que, hipotéticamente, podía tener hijos.
 
Para Berlusconi, y una gran mayoría de italianos, se han registrado casos de personas que despertaron de un coma profundo tras 20 años de postración. ¿Por qué no podría pasar lo mismo con Eluana?
 
Los puntos de vista del Primer Ministro son válidos hasta cierto punto, pero lo cierto es que su postura ocasionó un quiebre institucional en Italia, donde el poder Ejecutivo chocó directamente contra un dictamen del Poder Judicial. “Ha ignorado las reglas básicas de la separación de poderes y subvirtió la esencia del estado de derecho”, sostuvo Ezio Mauro, director del diario La República.

LIBERTAD DE ELEGIR

Pero el atrevimiento de Berlusconi no hubiera sido posible sin el respaldo del Vaticano, que desde un comienzo manifestó que solo Dios era el único capaz de decidir sobre la muerte de Eluana.
 
La Santa Sede, como Estado soberano debió haberse abstenido de un asunto interno de otro país, pero en cambió demostró que todavía tiene influencias por razones históricas y de identidad territorial con Italia.
 
El papa Benedicto XVI incluso llamó a imitar el ejemplo de su antecesor Juan Pablo II que “aceptó pacientemente el sufrimiento” en sus últimos días y horas como lo hizo también Jesús en la Cruz. Lo que no dijo el Pontífice fue que ambos tuvieron la libertad de elegir ese sufrimiento, motivados por su fe y sus ideas religiosas. Eluana ya había elegido: No vivir como un vegetal.
 
La posición del Vaticano ha encendido el debate sobre hasta dónde llegan sus límites para imponer sus fundamentos teológicos a las personas y a las políticas de un Estado –en general– cuya tendencia debe ser secular.
 
Para los practicantes católicos apostólicos romanos, Dios debe ser el único que debe tener la última palabra sobre la vida y la muerte de un ser humano, pero ¿ello debe imponerse a un musulmán, un judío, un budista, un agnóstico o un ateo? Ciertamente no.
 
La libertad es el eje fundamental de la sociedad Occidental que cambió para siempre tras la Revolución Francesa en el siglo XVIII. La iglesia Católica pareció olvidar que el tema de la fe y la religión quedan en el plano personal y que sus principios no se aplican a las colectividades, que piden el respeto a sus creencias y valores, cuales quiera que sean.
 
Beppino Englaro luchó siempre por hacer cumplir la voluntad de Eluana y se mantuvo firme hasta el final. “No hemos hecho nada más que darle voz a mi hija”, dijo la semana pasada con un rostro que reflejaba la impotencia y la indignación por la intromisión del gobierno y la Iglesia.
 
También hizo un llamado de atención por la “desnaturalización” de la muerte, es decir, los esfuerzos de la comunidad científica para alargar la vida y no dejar que culmine de forma “natural”, lo que hubiera hecho que Eluana haya dejado este mundo hace mucho. Paradójicamente, Benedicto XVI ha sido un crítico feroz de la manipulación de la vida humana en los laboratorios pero calla cuando se tratar de manipular la muerte. Allí sí hay milagros, sí hay obra de Dios.
 
Al momento de terminar este reportaje, Eluana cumplía el tercer día en la clínica “La Quiete” sin recibir alimentos ni agua, mientras el Senado discutía una nueva ley para volver a suministrarle nutrientes y mantenerla viva. Pero Eluana, que debía aguantar dos semanas, murió sorpresivamente.
 
Algunos hablan de “asesinato”, pero hay otros, muchos más, quienes creen que ella vio la oportunidad en su muda existencia para poder volar e irse.

Eres libre, por fin, Eluana de la cárcel de tu cuerpo marchito.

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