Hace unos días la prensa quedó consternada frente a la lamentable noticia que daba cuenta de un accidente de tránsito, cuya víctima fue una hermosa niña de seis años, que días antes había brillado en la pista de baile del Festival de Marinera en la ciudad de Trujillo, en La Libertad. Una sonrisa, unos ojos chispeantes y una edad para disfrutar, todo eso terminó la tarde de aquel funesto accidente.
Pasaron los días y las portadas relegaron la primicia a las páginas interiores de los diarios, y con esos mismos días todo se fue diluyendo. La relevancia y la importancia noticiosa se perdieron al no definirse su estado de salud, está en coma y no despierta. Nada específico para el interés periodístico.
Pero me pregunto cómo resurgiría la noticia si pasados los días y meses y años, como en el caso de Eluana, (la joven italiana que desató una batalla legal y moral en su país por el pedido de su padre de dejarla ir), sus padres agotados emocionalmente, exigirían la eutanasia para su pequeña. La ola de comentarios y polémicas estarían nuevamente en ebullición y saldrían los defensores de la vida y los defensores de la eutanasia.
En un difícil ejercicio de conciencia pensemos qué decisión tomaríamos: si luchar contra la ley, que considera la eutanasia como un homicidio culposo, y desconectar a nuestra hija, que posiblemente ya tenga doce años, o visitarla cada día y alimentar la fe de que despertará pronto.
RAMÓN SAMPEDRO, Y SU MAR ADENTRO
EUTANASIA ACTIVA
El caso más relevante de eutanasia en España lo protagonizó el gallego Ramón Sampedro, conocido mundialmente por la película "Mar Adentro", cuya trama cuenta su lucha por lograr la eutanasia. Con 25 años de edad Ramón sufre un accidente al lanzarse al agua desde una roca, intentando un exitoso clavado que terminó en una tetraplejia que lo postró hasta el día de su controversial muerte.
Sin más esperanza que la de un sobreviviente a medias, ya que movía la cabeza , hablaba, pero no podía desplazarse, ni atenderse el mismo, toma la difícil decisión de perseguir en una batalla legal su derecho a terminar con esa condición, con esa vida. Lo que Ramón pretendía realizarse tipifica como eutanasia activa, que consiste en provocar a petición del afectado la muerte mediante el suministro de sustancias mortíferas.
Tal vez esta clase de eutanasia sea la más controversial, y al mismo tiempo la más legítima, porque es el enfermo el que exige con toda racionalidad su final. El es la persona que padece diariamente y para la eternidad una invalidez, o los estragos de un cáncer incurable, o incluso la dolorosa agonía del SIDA, nadie pudo exponer a los jueces con más exactitud que Ramón lo insoportable que era la situación.
A pesar de ello no logró su cometido, y tuvo en un acto de infinita rebeldía que planificar paso a paso su muerte de tal manera que las personas que estaban dispuestas a ayudarlo no tuvieran consecuencias legales por ello.
La eutanasia es un delito, por lo tanto no hay médico que pueda ejecutarla sin una orden judicial que lo ampare. El juramento hipocrático reza: "Y no daré ninguna droga mortal a nadie, aunque me lo pidan, ni sugeriré un uso tal". En todos los códigos de deontología médica de la historia podemos ver reflejada la obligatoria misión de siempre curar y preservar la vida, aliviando el dolor de los enfermos y jamás inducir a la muerte.
Finalmente Ramón Sampedro fallece el 12 de enero de 1998, y su muerte es construida por pequeñas acciones que en sí mismas no constituían un delito, trasladarlo a un lugar especial, colocar una sustancia en un vaso, acercar un sorbete hacia él para que pueda beber, conectar una cámara de video para que registre por última vez su expresa necesidad de terminar con esa clase de vida. Al tomar el líquido con su mortal contenido, Ramón Sampedro se liberó de esa carga que fue durante años muy pesada. Amante de la vida sólo le quedaba soñar e imaginarse caminando y siendo todo lo libre que algún día fue.
CONTRAPUNTO
SYLVIE MENARD
UNA PERSPECTIVA DIFERENTE
La ciencia y la medicina son herramientas que en teoría están hechas para generar bienestar y alargar, en muchos casos, la existencia humana con la mejor calidad posible. Sylvie Menard es una mujer de sesenta años, oncóloga francesa que dirige el Departamento de Oncología Experimental del Instituto de Milán, en Italia.
Es madre de un hijo y también es una destacada profesional que fue durante muchos años partidaria de la eutanasia, hasta que el destino, siempre complejo, la llevó al otro lado de la orilla. Al descubrir el 26 de abril del 2005 que tenía un tumor incurable en la médula. Impactada y sin poder creerlo intentó negar la realidad, para luego emprender una búsqueda intensa en si misma y hallar nuevas respuestas a nuevas preguntas.
Aceptó el tratamiento de quimioterapia porque en su fuero más interno se despertó el deseo de permanecer viva, sin esperanza a encontrar la curación, se somete a él con la única intención de alargar todo lo que se pueda el tiempo con su hijo y su esposo.
En la evolución de su enfermedad han evolucionado también sus ideas y su visión del enfermo, ya no desde la posición del médico racional que muchas veces ampara situaciones extremas, sino del paciente que quiere desesperadamente aferrarse a una oportunidad, a pesar del dolor. «Cambió la conciencia de la vida misma. Cuando estás sano, piensas que eres inmortal. Cuando en cambio tu final ya no es virtual, la perspectiva se da la vuelta», expresa.
En la discusión sobre la eutanasia siempre sale a relucir la frase "muerte digna", que para muchos partidarios de ella es poner fin a una vida llena de sufrimientos e incapacidades, para los detractores de la eutanasia la "muerte digna" es el ocultamiento del verdadero hecho: un ser humano da muerte a otro conciente y libremente, independiente de las razones que lo motiven a hacerlo.
"También yo, antes, hablaba de "dignidad de la vida", una dignidad que me parecía mellada en ciertas condiciones de enfermedad. Como sano se piensa que pasar por que te laven o te den de comer es intolerable, "indigno". Cuando llega la enfermedad, se acepta hasta vivir en un pulmón de acero. Lo que se quiere es vivir. No hay nada de indigno en una vida totalmente dependiente de los demás. Es indigno más bien quien no logra ver en ello la dignidad", cuenta la doctora Menard.
Según su experiencia, de doctora y paciente al mismo tiempo, la verdadera lucha es contra el dolor, una lucha no por una muerte sino por no ser abandonados. Y para terminar la doctora Menard admite "Temo que la eutanasia pueda ser la lógica que avance si de muchos enfermos, cuando mueren, se dice sólo: "por fin".
CONSIDERACIONES FINALES
No hace mucho en nuestro país conocimos el caso de Victoria Tunque, una mujer huancavelicana que tras una negligencia médica, quedó en estado vegetativo permanente, su esposo se vio en la necesidad de pedir la eutanasia para ella porque sus posibilidades económicas le impedían costear los cuidados especiales que requería su esposa. En el Perú la figura de la eutanasia no está contemplada en la ley, y de producirse sería catalogada como un homicidio.
La disyuntiva que significa hablar de la eutanasia supone principios y valores religiosos que están sujetos a cómo nos formaron y cómo decidimos ver la vida. Nadie debería juzgar una u otra posición, insisto, hasta que no se experimente en carne propia el vendaval de emociones y realidades a las que uno se enfrenta cuando llega el momento de decidir o esperar.