Y dijo Dios: "Ahora hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Tendrá poder sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y en toda la tierra. Reinará sobre los animales terrestres, y sobre todos los animales que se arrastran en el suelo" (Génesis 1,26)
No ha habido en la historia de la humanidad palabras más influyentes que las del libro del Génesis para explicar el origen del hombre, y más ampliamente, el origen de todas las especies. Por miles de años, la explicación heredada de la tradición judía logró imponerse a otros relatos más complicados y fantasiosos provenientes de los ancestrales Egipto, Persia, o Grecia.
Según la Biblia, Dios creó al mundo en seis días y al sétimo descansó. Adán fue el primer varón y de su costilla nació Eva, la mujer que habría de darle vástagos que se multiplicarían y poblarían la tierra. Aquella era una verdad sagrada, universal, infalible, que nunca, nunca, podía ser cuestionada por nadie, sin correr el riesgo de ser tildado de hereje.
Sin embargo, hubo un hombre que, sin proponérselo, cuestionó al mismo Dios con la simple técnica de la observación científica y que cambió por completo, con sus investigaciones, la manera de entender nuestros orígenes.
Su nombre era Charles Darwin, de quien este mes se cumplen 200 años de su nacimiento y 150 años de la publicación de su obra cumbre: "El origen de las especies". GENE@CCION lo recuerda en estas líneas y también a otro personaje, Alfred Rusell Wallace, quien influyó en gran medida en la elaboración de la Teoría de la Evolución, unos de los paradigmas más grandes del pensamiento científico moderno.
UN JOVEN MEDIOCRE
Nacido el 12 de febrero de 1809 en Sherwsbury, en el seno de una familia muy devota, el Charles Darwin joven nunca dio muestras de ser el genio que llegaría a convertirse en el futuro.
Fue un lector voraz de novelas románticas -en auge en pleno siglo XIX- y tuvo por aficiones el backgammon y el billar. En la escuela fue un estudiante mediocre y lo único que le llamaba la atención fue coleccionar insectos, sobretodo escarabajos. "No te preocupas más que de las cacerías, de los perros y de cazar ratas, y serás una desgracia para ti y para toda su familia", dijo una vez su progenitor. Se equivocó.
Empujado por su padre, y en memoria de su abuelo, estudió medicina en Escocia pero a los dos años dejó la carrera. Supo que no era lo suyo cuando salió despavorido de una operación sin anestesia que se le practicó a un niño que no dejaba de gritar y sangrar. "Que salvajada más grande", debió pensar.
Intentó estudiar Derecho pero esto de las leyes le aburrió tanto que prefirió cambiarse a la facultad de Teología en la universidad de Cambridge y convertirse en ministro de la Iglesia de Inglaterra, que servía a Dios y a la reina Victoria.
Charles, quien siempre fue muy devoto, creía que su vida debía pertenecerle a Dios pero le ganó más su amor a la naturaleza por lo que decidió asistir a clases del botánico y entomólogo John Henslow.
Gracias a Henslow, Darwin tuvo a los 22 años la oportunidad de integrarse como naturalista sin paga a la expedición comandada por el capitán Robert Fitzroy a bordo del famoso "HMS Beagle" que le cambiaría la vida.
La misión del barco era levantar mapas topográficos en distintos lugares de Sudamérica y algunas islas del océano Pacífico por lo que partió el 27 de diciembre en el puerto de Davenport.
Habrían de pasar cinco años en altamar en los que Darwin visitó lugares tan remotos como las islas Azores y Cabo Verde, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica.
Según Darwin, así comenzó su "segunda vida" dedicada a la investigación y la ciencia. En plenos océanos y con la exploración de lugares tan remotos como las islas Galápagos, el joven Charles comenzó a cuestionar la explicación divina del origen de la vida y se preguntó: ¿eran, acaso, los seres humanos, otra clase de animal?
A su regreso a Inglaterra se puso a trabajar en un diario del viaje que publicó en 1839, el mismo año de su boda con su prima Emma Wedgwood, con la que tendría 10 hijos.
Pasaron 20 años, antes de que Darwin venciera sus prejuicios, y el de la sociedad que lo rodeaba -tan estancada por el esencialismo y la teología natural-, y publicara su obra maestra: El origen de la especies.
Pese a lo que cree la mayoría, el libro no menciona la palabra "evolución" aunque si está la "idea". Según expertos, Darwin señala que toda la vida en la Tierra evolucionó durante millones de años a partir de unos pocos ancestros comunes y que mediante un mecanismo de selección natural se llegó a las especies que hoy pueblan el planeta.
OTROS PIONEROS
En honor a la verdad, Darwin no fue el pionero del evolucionismo. Él se nutrió de estudios anteriores y de contemporáneos que enriquecieron su teoría y la perfeccionaron. Allí tenemos por ejemplo a su propio abuelo, Erasmus, quien en su libro Zoonomía -publicado entre 1794 y 1796- sugirió algunas inquietudes sobre un ancestro común al escribir si "será muy atrevido preguntarse si todos los animales de sangre caliente han surgido de un único filamento".
También están los libros "Un ensayo sobre el principio de la población", de Thomas R. Malthus, y el diario de Alexander von Humboldt, los que marcaron su vida. Pero fue el articulo "Sobre la ley que ha regido la aparición de especies nuevas", de Alfred Russel Wallace, publicado en una revista en 1855, el que es objeto de mayor controversia.
Un grupo de científicos acusó recientemente a Darwin de haber plagiado a Wallace, quien señaló que "la vida no se creaba sin cesar, sino que se desarrollaban poco a poco formas nuevas de las viejas". ¡Cuatro años antes que lo hiciera Darwin!
"El hecho de que Wallace haya quedado en el anonimato es el resultado directo de la conducta ilegal de Darwin al suprimir la verdad de que Wallace fue el autor de la teoría de la evolución", señaló David Hallmark, miembro de la Fundación Wallace en Indonesia.
Así como Darwin, Wallace también fue un apasionado coleccionista de animales y viajó a lugares tan exóticos como Nueva Guinea, Java, Borneo, Flipinas, Malasia y se aventuró en el Amazonas.
La historia dice que Wallace remitió sus investigaciones a Darwin para su revisión y que cuando él las leyó se encontró con lo que calificó del "mejor resumen inimaginable" de las ideas que él mismo llevaba gestando trabajosamente desde hacía más de 20 años.
Darwin presentó estas ideas ante la Sociedad linneana de Londres en 1859 y puso de codescubridor a Wallace, quien pese a todo quedó en el olvido de la comunidad científica, por tratarse de un joven sin dinero y con poca experiencia y prestigio.
Hoy por hoy, los científicos hablan de una Teoría de la Evolución de Darwin y de Wallace y es justo reconocer el papel de ambos, como una simbiosis, en la construcción de una biología que ya no necesita causas sobrenaturales y se convierte así en una ciencia madura.
Ellos desmitificaron a Dios, y eso no lo hace cualquiera.