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EE UU A VISTA DE TIRO

Corea del Norte alista lanzamiento de cohete de larga distancia.
"Taepodong2" es capaz de llegar a Alaska, lo que supone la mayor amenaza a la seguridad de la potencia mundial
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EE UU A VISTA DE TIRO

A finales de octubre del año pasado, Joe Biden, candidato a la vicepresidencia de EE UU profetizó, cual Nostradamus, que el liderazgo de Barack Obama sería puesto a prueba en una gran crisis mundial como la que pasó John F. Kennedy con los misiles soviéticos en Cuba en 1962.

 

Han pasado poco más de 70 días desde su llegada a la Casa Blanca y Obama ya enfrenta lo que algunos analistas consideran como la mayor amenaza para la seguridad de Estados Unidos, fuera, claro está, del extremismo islámico de Al Qaeda.

 

Hasta el cierre de esta edición, Corea del Norte colocó en una lanzadera especial un cohete que transporta un satélite de comunicaciones y que será puesto en órbita en los primeros días de abril.

 

El anuncio ha despertado temores en los países vecinos, como Corea del Sur y Japón, y en especial, de EE UU que ha advertido que el "satélite" es una excusa para probar el misil de larga distancia "Taepodong2", con un alcance de 6,000 kilómetros y que podría llegar al oeste de Alaska.

 

De tener éxito, el régimen norcoreano pondría, por primera vez en la historia, a EE UU a "vista de tiro" de un país enemigo y dejaría atrás la protección que le aseguraban por más de dos siglos los océanos Pacífico y Atlántico.

 

 

Solo en dos ocasiones ese blindaje natural fue vulnerado. La primera, con el bombardeo japonés a la base de Pearl Harbour en 1941, y la segunda, con los ataques terroristas del 11-S en Nueva York y Washington en el 2001.

 

Cosa curiosa, en ambas oportunidades la muerte de miles de estadounidense llegó por el cielo, a través de aviones de guerra o civiles comerciales. Esta vez, Obama sabe que los norcoreanos querrán repetir la historia y ha puesto en alerta roja a los departamentos de Estado y de Defensa.

 

"El lanzamiento del cohete es una grave provocación de Corea del Norte que no pasará desapercibida para Washington y que tendrá serias consecuencias", declaró recientemente Hillary Clinton, la actual jefa de la diplomacia estadounidense en una vista a México.

 

UN NUEVO ENFOQUE

 

Sus palabras, fuertes y con un aire amenazador, podrían hacer recordar las épocas de los halcones en la Casa Blanca durante el ochenio de George W. Bush. Sin embargo, la nueva administración demócrata busca un nuevo enfoque respecto al problema norcoreano en el que predomine la política de la zanahoria y el garrote.

 

Desde esta visión geoestratégica no sirve de nada la confrontación directa y sin respiro con el régimen comunista de Kim Jong Il que predominó en la era Bush.

 

En sus primeros años, Corea del Norte quedó relegado como un país "paria y apestado" por su apoyo al terrorismo internacional y su inclusión en el tristemente célebre "eje del mal", junto a Iraq e Irán.

 

Obama ha dicho que quiere hablar con cualquier país del mundo, sin previas condiciones, para resolver las diferencias y, en el caso de Corea del Norte, ofrecer jugosos incentivos –la zanahoria– a cambio de que renuncien a su programa nuclear.

 

El diálogo no quiere decir que se dejará de lado la vía militar –el garrote–, sino que puede usarse como "última carta" para cambiar una realidad adversa y que va en contra de los intereses de la visión imperial de la Casa Blanca.

 

 

Desde su llegada al poder, Obama ha iniciado una revisión geopolítica más ambiciosa que la de su predecesor, quien tras el 11-S se concentró, única y exclusivamente, en la lucha contra el terrorismo, sin tener en cuenta la nueva realidad que dejaba el fin de la Guerra Fría a inicios de la década de los noventa.

 

El primer mandatario afroamericano de EE UU, en cambio, incluye hoy por hoy nuevos ítems, claves en el siglo XXI, como la lucha contra el calentamiento global y la dependencia petrolera, las búsqueda de energías alternativas y la contención de nuevas potencias como Rusia y China que puedan poner en peligro el mundo unipolar.

 

Obama ha cambiado la histórica atención de la política exterior norteamericana –heredada de Franklin D. Roosevelt  de Europa y Medio Oriente hacia Asia. Es decir, la visión del mundo que tiene la Casa Blanca dejó de ser transatlántica para ser transpacífica.

 

La nueva administración se ha dado cuenta de que las principales fuerzas económicas, sociales y militares que movilizarán al mundo en el futuro cercano se darán en el continente asiático y la cuenca del Pacífico, impulsado por el desarrollo de China, Rusia y la estabilidad de Japón.

 

Fantasma del siglo XX

 

Sin embargo, este desarrollo es amenazado por un fantasma del siglo XX: Corea del Norte. Un país pequeño ubicado al norte de la península coreana, con 23 millones de habitantes y bajo el control tiránico de Kim Jong Il y su camarilla de asesinos.

 

En realidad no llamaría la atención de los estrategas de Washington si no fuera porque es uno de los países más herméticos del mundo, donde se rige un sistema comunista que admite solo pocos contactos con el exterior y que no conoce los derechos humanos.

 

Pese a su pobreza, Corea del Norte tiene uno de los ejércitos más grande del orbe, por el número de soldados, más de 1.5 millones, y con una alta probabilidad de que tenga una (o más) bombas atómicas, que ha amenazado con usar contra sus vecinos.

 

Desde 1953 cumple a regañadientes una tregua  –no un tratado formal de paz–  que puso un alto a un conflicto de tres años con la capitalista Corea del Sur, que estuvo apoyada por EE UU.

 

El paso del tiempo no ha aminorado las ansias norcoreanas de revancha, por lo que el Pentágono mantiene en la península coreana más de 28,000 soldados.

 

Esta suerte de "paz inconclusa" ha frenado la reconciliación del pueblo coreano en general que vio cómo a fines de los noventa la unión entre alemanes orientales y occidentales era posible tras años de división por el muro de Berlín.

 

Ni la caída de la URSS ni la adopción del "socialismo capitalista" de China afectaron a Corea del Norte que prefirió cerrar sus fronteras y callar a sus medios de comunicación para que la gente no se enterara de los movimientos de liberación ni las luchas por la democracia.

 

Este aislamiento ha dejado costes importantes. El principal, la muerte de millones de personas, en especial en el campo, que dejaron de recibir subsidios del exterior y aquellos que fueron víctimas de inclemente sequías.

 

La situación llegó a tal punto que a principios del 2000 el gobierno de Kim terminó por aceptar la negociación con EE UU a través de conversaciones a seis bandas que incluyeran también a Corea del Sur, China, Rusia y Japón.

 

Ocho años han pasado ya de eso, y las conversaciones que vieron un avance en el 2005 están de nuevo estancadas. Corea del Norte acusa a EE UU de incumplir sus ayudas (alimentos y combustible), mientras la Casa Blanca quiere que Pyongyang desmantele su programa nuclear de forma "definitiva y verificable".

 

Algo que Kim Jong Il no está dispuesto a hacer, por ahora. De allí, su interés de lanzar el misil de largo alcance. Se trata de medir la paciencia de Obama para lograr una mejor oferta en la mesa de negociaciones que en unos días puede volver a instalarse.

 

¿Cuánto más está dispuesto a ofrecer el novato presidente norteamericano?, es la pregunta del millón en los pasillos de la secretaría de Estado. Clinton, su máxima consejera en asuntos externos, ya dio indicios el mes pasado cuando señaló que EE UU está listo para "normalizar sus relaciones" con Corea del Norte "si abandona su programa nuclear".

 

La normalización supondría la reinserción total del país asiático en la comunidad internacional y con ello el fin del bloqueo económico y la aprobación en el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM) de millonarios préstamos que necesita Pyongyang para sanear su maltrecha economía.

 

El temor de Kim Jong Il radica en que si abandona su programa nuclear queda indefenso y a merced de que EE UU invada el país y se deshaga de él como lo hicieron con Sadam Hussein en Iraq.

 

Hay quienes dicen que el tirano norcoreano pulsa por un compromiso firmado del mismo puño y letra de Barack Obama para que no ataque a Corea del Norte, pero las posibilidades de que ello ocurra son difíciles, por no decir imposibles. Sería dejar cruzados de brazos al ejército más poderoso del planeta.

 

Por lo pronto, y mientras resuelven este embrollo, EE UU, Japón y Corea del Sur han desplegado buques de guerra hacia el Mar del Este  para interceptar el misil norcoreano en caso salga de la ruta señalada.

 

Corea del Norte ha informado que el cohete acelerador que transportará el "satélite" cruzará el cielo nipón y terminará por descender en las aguas internacionales del Pacífico. Sin embargo, de fallar el lanzamiento sus restos pueden caer en zonas pobladas de Japón o Rusia lo que supone un grave peligro la población de la zona.

 

La crisis servirá también para poner a prueba los sistemas de defensa antimisiles, tanto de EE UU como de Japón, que ha tomado más de 10 años en su implementación y que ha recibido muchas críticas por su efectividad.

 

Según la agencia Kyodo, las baterías "Patriot" cargadas con misiles PAC-3 han sido movilizadas a regiones del norte de Japón y estarán preparadas para respaldar a los buques antimisiles Aegis en caso de cualquier eventualidad.

 

Corea del Norte, por su parte, ha dicho que cualquier ataque a su cohete será un acto de guerra y ya ha movilizado a más de un millón de soldados bien equipados a la frontera con Corea del Sur que esperan sólo la orden de invasión.

 

Obama no la tiene fácil entonces. En estos días no sólo lidiará con la crisis económica que golpea EE UU, sino también con una maniobra militar norcoreana que puede hacer sonar los tambores de guerra en Asia y dejar expuesta la seguridad de las grandes ciudades del oeste norteamericano.

 

¿Saldrá victorioso como JFK? Que corran las apuestas.
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