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EL FALLIDO PEREGRINAJE DE BENEDICTO XVI

El Papa llega a Tierra Santa en medio de polémica
Pese a sus discursos de paz, el jefe de la Iglesia Católica no logró la reconciliación con las comunidades judía y musulmana.
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EL FALLIDO PEREGRINAJE DE BENEDICTO XVI

Benedicto XVI no pasará a la historia como un Papa viajero y carismático. Esas dos características solo las tuvo su predecesor, el gran Juan Pablo II, a quien le bastaba sonreír y hacer la señal de la cruz en forma paternal, cálida y cercana,  para ganarse el favor de los miles de fieles que acudían extasiados a las misas que organizaba en sus constantes viajes.

 

Hasta ahora, eso le ha importado poco al actual Pontífice, quien, con esa frialdad bárvara y tosquedad germana, prefiere concentrarse más en el trabajo intelectual que necesita –urgentemente– la Iglesia Católica para sobrellevar los nuevos desafíos del siglo XXI.

 

Uno de ellos es el diálogo interreligioso entre el cristianismo, el judaísmo y el islam. Un  tema que adquiere vital importancia en momentos en que el mundo globalizado ha visto el retroceso del mundo de la fe en Occidente y el auge de antiguas religiones que se elevan como potencias espirituales en Oriente.

 

No hay otro lugar en el mundo donde converja esta "guerra santa" que Medio Oriente, al que se ha dirigido Benedicto XVI estos días en una gira plagada de críticas dentro y fuera de la esfera católica.

 

Ha sido un viaje difícil a Jordania, Israel y los territorios palestinos, pero no porque la relación entre las tres grandes religiones monoteístas haya estado resquebrajada desde siempre, al contrario, Juan Pablo II las dejó en una "luna de miel" de cooperación, respeto y entendimiento como nunca antes en su historia.

 

Sin embargo, desde que Benedicto XVI llegó al poder en el Vaticano  han habido malos entendidos, gestos y declaraciones desafortunadas que han herido la susceptibilidad de judíos y musulmanes hacia un Papa al que consideran demasiado conservador y provocador.

 

 

Este es el mismo Pontífice que en su época de gran inquisidor señaló que solo la Iglesia Católica podía garantizar la vida eterna y la salvación, en desmedro de los otros credos. Que lo haya dicho como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe era entendible pero, ahora, como cabeza máxima del catolicismo, sus palabras pueden tornarse excluyentes.

 

Benedicto XVI sabe que es un personaje que no concita unidad a pesar de ser un "gigante del pensamiento", como una vez lo calificó el rabino de Roma, Ricardo di Segni. Ahora necesitaba más que una idea filosófica o teológica para decirle a aquellos con los que difiere que no era su enemigo...qué mejor forma de hacerlo que con el contacto directo en una peregrinación –que no es su fuerte–

 

UN ESQUIVA DISCULPA

 

El primer punto de su viaje a Tierra Santa fue Jordania, país árabe que es uno de los más moderados de la región y en donde visitó por segunda vez –la primera fue en Turquía–una mezquita.

 

Allí, el Papa criticó a los que "sostienen que la religión es inevitablemente una causa de división entre los miembros de las distintas tradiciones religiosas". El jefe de la Iglesia Católica subrayó que "el verdadero catalizador de tensiones y divisiones, incluso de violencia en la sociedad es muchas veces la manipulación ideológica de la religión".

 

Sus palabras fueron significativas pues confirmó que la Iglesia Católica ha aprendido de su pasado –sangriento por las Cruzadas– y puede aconsejar a una región donde el fundamentalismo islámico aumenta a pasos acelerados y hace uso de técnicas de lucha que pueden rayar en terrorismo.

 

El Papa recorrió el área religiosa sin sacarse los zapatos –símbolo de impureza para el mundo musulmán– gracias a unas esteras especiales extendidas sobre el pavimento y se detuvo en un momento de reflexión, pero sin rezar, ante el Mirhab, donde los fieles rezan orientados hacia la Meca.

 

El hecho de que no orara demuestra también que el teólogo que lleva dentro de sí no ha claudicado ante la "mentalidad contaminada de relativismo de que todas las religiones tienen el mismo valor". Son sus palabras en Dominus Iesus, 2000.

 

Lo que sí hizo, pues no le quedaba de otra, fue escuchar las veladas críticas del príncipe Ghazni bin Mohammed, primo del rey Abdalá II, quien en tono amable, pero firme, dijo que "nadie puede decir o hacer algo que afecte al Profeta Mahoma", quién está en el Paraíso a la derecha de Dios.

 

Benedicto XVI pagó así, cabizbajo, su ligereza en un discurso que dio en setiembre del 2006 en la universidad de Ratisbona (Alemania) en el que citó a  un emperador cristiano del siglo XIV (Manuel II de Constantinopla) quien dijo que Mahoma solo había traído violencia al mundo.

 

Las declaraciones del Pontífice provocaron protestas en muchos países musulmanes y resquebrajaron la relación entre el Islam y la Iglesia Católica. Hasta hoy, el Papa nunca ha pedido disculpas –¿será por aquello de su infalibilidad? – y solo ha manifestado su "pesar" por las reacciones provocadas por su cita malhadada.

 

La omisión nuevamente de una disculpa pública en Jordania ha dejado todavía abierta la herida con el Islam, aunque algunos creen que solo es cuestión de tiempo para reconstruir la relación.

 

RECOBRAR LA AMISTAD JUDÍA

 

Otra de las papas calientes que ha tenido que enfrentar Benedicto XVI en su viaje a Tierra Santa, es salvar la delicada amistad entre católicos y judíos que fue inaugurada por Juan Pablo II en la década de los noventa.

 

El Pontífice llegó el pasado lunes en medio de fuertes medidas de seguridad y lo primero que dijo al pisar el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv fue que el antisemitismo es totalmente inaceptable y que debe ser combatido donde sea que se encuentre.

 

Entre la comitiva de las autoridades israelíes presentes para recibir al Papa no faltó quien en tono de broma dijera: "¿Y qué pasa si el odio a los judíos viene de la misma Iglesia Católica?, ¿Estará dispuesto a combatirlo el sucesor de San Pedro, un judío de nacimiento, dentro de las paredes del Vaticano?".

 

Para muchos judíos Benedicto XVI no es exactamente un modelo de lucha antisemita y su visita a Israel ha sido una falta de respeto a la historia y al sufrimiento del pueblo hebreo.

 

Para comenzar, su origen alemán y el hecho de que haya pertenecido a las Juventudes Hitlerianas provocan animadversión entre los sobrevivientes del Holocausto. Además, durante toda su vida religiosa ha mostrado su admiración por la figura de Pío XII, a quien se acusa de haber permanecido en silencio ante la masacre de millones de judíos en Europa.

 

En octubre del 2008, grupos judíos se molestaron cuando Benedicto XVI se pronunció a favor de acelerar el proceso para convertir al papa Pío XII en santo, en una medida que demuestra su falta de tacto en asuntos espinosos interreligiosos. Debido a las protestas el proceso se encuentra –sin confirmación oficial– paralizado.

 

El Pontífice de 82 años visitó  la llama eterna del monumento al Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén, y con voz y manos temblorosas, habló con elocuencia de aquellos que murieron.

 

"Apenas puedo imaginar la expectativa gozosa de sus padres cuando esperaban ansiosos el nacimiento de estos hijos. ¿Qué nombre le daremos a este niño? ¿Qué será de él o de ella? Quién podría imaginar que serían condenados a un destino tan lamentable", dijo. "Mientras estamos aquí en silencio, su lamento todavía resuena en nuestros corazones".

 

El Papa también recordó que "el antisemitismo continúa alzando su repugnante cabeza en muchas partes del mundo". "Es totalmente inaceptable. Debemos hacer todos los esfuerzos para luchar contra él adonde se encuentre", dijo en frente de sobrevivientes del Shoa.

 

Aunque no lo dijeron, es casi seguro que en las mentes de aquellos sobrevivientes estuviera  el recuerdo de Richard Williamson, un obispo británico que ha puesto en duda la muerte de seis millones de judíos en manos de los nazis y dijo que las cámaras de gas no existieron.

 

En enero del 2009 el Papa levantó la excomunión al religioso en aras de incentivar la reconciliación dentro de la Iglesia Católica, pero sin percatarse que ello ponía en peligro la amistad con la comunidad judía, "nuestros hermanos mayores" y con quien tenemos un origen común.

 

La sombra de Williamson no se ha impuesto en la vista a Israel, pero ciertamente, así como con la comunidad musulmana, impide hablar de un éxito total en una gira que fue concebida para igualar el peregrinaje de Juan Pablo II en el 2000, por el jubileo.

 

La meta ha quedado muy alta para Benedicto XVI, quien pese a los cuatro años en el trono de San Pedro todavía muestra torpeza en sus acciones y una indecisión peligrosa en sus políticas que no hacen vislumbrar un ambiente optimista en el mundo católico.

 

No ha habido gestos de arrepentimiento, ni disculpas públicas, como en su momento lo hizo Juan Pablo II frente al Muro de los Lamentos. Una lástima si tenemos en cuenta que ésta pudo haber sido la última vez que Benedicto XVI haya estado en la mismísima tierra de Dios, aquella en donde Jesús predicaba el amor... y el perdón para el prójimo.
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