"Siempre quise ser policía, eso lo tenía muy claro, pero cierta vez comprendí que los niños necesitan muchos de nosotros para superar sus males", expresa Ricardo de nariz roja, y a quien todos hace tiempo conocen como "Kekito", su nombre de artista payaso.
Nació en el Rímac, un barrio querendón y tradicional. Heredó la chispa de la calle y cuando ingresó a
Tiene 27 años como payaso, ya alcanzó el grado de superior y está próximo a dejar la institución policial donde ha dejado huella como un buen suboficial, un emprendedor, una persona honesta que trabaja en zonas pobres y ricas.
Kekito forma parte del escuadrón de la risa de la comisaría de La Victoria y cuando se trata de brindar un show a sus colegas, se coloca el maquillaje, sale al escenario y deja la sensación de violencia que genera la ciudad capital.
Los oficiales se carcajean y aplauden y disipan su tensión al compás de sus ocurrencias. Nadie desenfunda nada mientras camina, y toma el escenario con su chispa de payaso.
"Tengo una empresa que se dedica a animar fiestas infantiles, cumpleaños y otros eventos", cuenta Kekito. Con ese trabajo también obtiene ingresos y sostiene a sus cuatro hijos Samuel, Brayan, Jefferson, Dayana, y a su esposa, Hortensia Cárdenas, mujer trabajadora.
En resumen, una familia feliz que nunca para de reír a pesar de la crisis. En sus días de franco, él no vigila bancos ni financieras. Prefiere pintarse y cambiar de identidad. Vivir la vida, como él mismo dice.
Cuenta que buscaba su nombre artístico y un amigo, Richard, le sugirió el de Kekito y desde aquel entonces todos lo llaman de esta forma para buscar sus servicios. No es un pequeñito ni nada menos, mide un metro
Así es su historia, y desde su barrio Caja de Agua en San Juan de Lurigancho, emprende su lucha diaria con Producciones Kekito, canta rancheras y baila para los exigentes. Agasaja a todos como un ejemplar suboficial.
Fotos y textos: Cesar Revilla - Luis Lagos