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REVISTA

LA MASACRE DE TIANANMEN

20 años después, China quiere dejar en el olvido la tragedia
Generacción recuerda la más grande movilización del pueblo chino a favor de la democracia.
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LA MASACRE DE TIANANMEN

La plaza de Tiananmen es tal vez el mayor símbolo de la China moderna, esa que se forjó a inicios del siglo XX tras el desmoronamiento de un milenario imperio y la invasión genocida japonesa.

 

Fue en ese mismo lugar donde en 1949 Mao Zedong proclamó la República Popular China, que sería el país soñado de cientos de millones de campesinos que consideraron al comunismo como una salida para su miseria.

 

Y fue en esta misma plaza en 1989 en el que miles de estudiantes universitarios fueron reprimidos por el Ejército Popular por el simple –pero trascendental– hecho de pedir mayor libertad.

 

Tiananmen ya no era más el símbolo del ansiado "cambio" y la "esperanza". Era la representación de la "represión" gubernamental, el establishment enroscado, que a punta de tanques y balas acallaba las voces que exigían el fin de la corrupción y la llegada de la democracia.

 

Hoy, 20 años después de aquellas manifestaciones que pusieron, por primera vez, en peligro la continuidad del poderoso Partido Comunista Chino (PCCh) recordamos la masacre que costó la vida de cientos de personas.

 

EMPIEZA EL CAOS

 

Era 1989 y la China de entonces no era la misma que es hoy. El gigante asiático empezaba a sentir los efectos de las reformas económicas y políticas que implantó desde 1978 Deng Xiaoping.

 

Deng, visionario y responsable de la actual grandeza china de estos días, había roto con el aislacionismo internacional de Mao y veía con buenos ojos algunas bondades de la economía de mercado predominante en Occidente.

 

Millones se beneficiaron con el sostenido crecimiento económico, en especial, los campesinos de las zonas rurales distribuidas en todo el país, quienes aumentaron sus ingresos de forma considerable.

 

Sin embargo, los obreros industriales de las ciudades vieron como la inflación y el desempleo amenazaba sus estilos de vida y comenzaron a organizar manifestaciones.

 

A este grupo se unieron los estudiantes universitarios y los intelectuales que pedían no solo reformas económicas, sino también políticas como se estaban dando en Europa del Este y con mayor fuerza en la Unión Soviética.

 

Su héroe máximo era el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, quien representaba la cara más humana de un socialismo que hasta ese entonces se había vuelto totalitario.

 

"Gorbi", como lo llamaban alrededor del mundo los jóvenes, creía que el socialismo había perdido el encanto de antaño y que solo a través de una liberalización política podía restablecerse su conexión con las masas proletarias.

 

Los rusos, los rumanos, los alemanes, la nueva generación detrás de la Cortina de Hierro estaban encantados con el glásnost y la perestroika, y ahora los chinos se sumaban a esta ola democratizadora.

 

CATÁRSIS COLECTIVA

 

El acontecimiento que encendió la mecha de las protestas fue la muerte, por enfermedad, del ex Secretario General del Partido Comunista de China, Hu Yaobang, quien había sido expulsado del gobierno por Deng en febrero de 1987.

 

Hu era visto como un liberal que se mostró blandengue ante las protestas de los estudiantes, por lo que una masa enfurecida de jóvenes fue tomando poco a poco posición en la Plaza de Tiananmen a comienzos de abril.

 

En un principio, los manifestantes pidieron la reivindicación del papel de Yaobang que consideraban un "héroe del pueblo" pero después fueron agregando una serie de demandas al liderazgo del PCCh que convirtió las protestas en una suerte de catarsis colectiva.

 

Los jóvenes chinos exigían al gobierno, ahora, la implementación de un sistema político más abierto y el fin de la corrupción. 

 

Deng –quien había renunciado a su puesto en 1987 pero que continuaba gobernando China entre bambalinas– dijo que el país podía permitirse la descentralización económica, pero la libertad política era "otra cuestión".

 

El 13 de mayo, algunos estudiantes iniciaron una huelga de hambre en la plaza de Tiananmen, donde Deng tenía previsto recibir a Gorbachov dos días después. Asimismo, pusieron una reproducción de la Estatua de la Libertad: Una provocación definitiva.

 

Los periodistas occidentales que iban a cubrir la visita del líder soviético, primer contacto oficial entre China y la URSS en 30 años, concentraron la atención mundial en la sentada.

 

El 20 de mayo, después de que un millón de chinos acudiera a Beijing para apoyar a los estudiantes, el gobierno impuso la ley marcial y los manifestantes levantaron barricadas para bloquear a los tanques.

 

El régimen comunista, acorralado por primera vez en su historia por su propia gente y en el punto más neurálgico de su poder, Beijing, no le quedó más remedio que disolver la protesta.

 

Las cámaras de televisión de los medios occidentales vieron con asombro cómo las tropas del Ejército se movilizaron para disolver las manifestaciones, mientras los jóvenes se colocaban como "escudos humanos" para evitar que se acercaran demasiado.

 

Un joven desafió a uno de los tanques obligándolo a retroceder. Su imagen, captada por Jeff Widener, un miembro de la agencia noticiosa Associated Press, dio la vuelta al mundo. ¡Había nacido un mito!

 

En 40 años de comunismo, la plaza de Tiananmen jamás había protagonizado una protesta tan multitudinaria. Durante la noche del 3 de junio los tanques se abalanzaron sobre la gente, y los efectivos del Ejército comenzaron a disparar sin previo aviso dando inicio a la carnicería.

 

"Comenzamos a evacuar la plaza cuando vimos una hilera de tanques que avanzaba hacia nosotros. Uno de los tanques aplastó a 11 estudiantes. Eso lo vi con mis propios ojos", declaró a la cadena británica BBC Zhang Boli, un ex líder estudiantil.

 

"El momento que nunca olvidaré es cuando escuché los primeros disparos. Recuerdo que miré al cielo y vi la trayectoria de las balas. Nos estaban disparando con balas de plomo", rememora Han Dong Fan, otro ex estudiante que recuerda la pesadilla que vivió.

 

El gobierno chino nunca dio una cifra oficial de los muertos de aquella trágica noche, pero la CIA los estima entre 400 y 800, mientras fuentes de la Cruz Roja Internacional hablan de 2,600.

 

Además, el miedo ganó las calles de la capital durante los días siguientes. Miles de estudiantes y activistas fueron detenidos, y otros escaparon y se exiliaron en países como EE.UU y Reino Unido.

 

Hasta nuestros días el gobierno chino sigue pensando en que esa noche actuó en el marco de la ley para poner fin a un movimiento contrarrevolucionario que era una amenaza para el Partido Comunista, y por ende, para el país en general.

 

"Si no hubiéramos actuado con mano firme, China hubiera caído como la URSS. Eso no lo íbamos a permitir jamás", dijo años después un anciano Deng Xiaoping, quien nunca mostró una pizca de arrepentimiento por tener las manos manchadas de sangre.  

 

TRAGEDIA EN EL OLVIDO

 

La paz –¿o la tensa calma? – vuelve a reinar hoy a lo ancho de la Plaza de Tiananmen, y lo que es peor es que las nuevas generaciones de jóvenes chinos no han oído hablar nunca de esa tragedia.

 

Las autoridades le han puesto un veto total en los medios de comunicación, las escuelas, los organismos públicos y hasta los funcionarios de menor rango les está prohibido referirse a Tiananmen como una "masacre". Para ellos fue un "incidente político".

 

Lo más increíble, es que pese a su apertura con el mundo, poco o casi nada se sabe de la opinión general del pueblo chino sobre la tragedia.

 

¿Han olvidado, acaso, los viejos cuando sus hijos o nietos salieron a exigir libertad y quedaron regados y ensangrentados en la plaza? ¿Han olvidado, acaso, que cientos, sino miles, continúan hoy encarcelados?

 

Difícil saber las respuestas de estas preguntas en una China capitalista, en lo económico, pero comunista y con todos sus defectos, en lo político.

 

Quizá habría que consolarse con las lecciones que da la misma historia sobre tragedias o masacres similares en ex potencias cuyos dirigentes se creían inmunes.

 

Tarde o temprano la verdad sale a la luz, tarde o temprano se hace justicia, tarde o temprano llega la libertad. Entonces, y solo después de un largo camino, se sabrá que la vida de esos jóvenes chinos no fue en vano.

 

Tiananmen perdurará.
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