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REVISTA

GOLPE DE ESTADO EN HONDURAS

Militares y Congreso unidos contra Manuel Zelaya
Realización de una consulta ilegal provoca grave crisis política en el país centroamericano y pone en riesgo la salud democrática de la región.
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GOLPE DE ESTADO EN HONDURAS

La mañana del domingo 28 de junio, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, acababa de despertarse cuando, entre sueños cortados y bostezos, escuchó un gran alboroto y disparos que venían de la puerta principal de la casa presidencial en Tegucigalpa.

 

Su primera reacción fue ponerse una bata para protegerse del frío madrugador y correr al cuarto de su hija que solamente atinaba a gritar desesperadamente. Juntos intentaron llegar a una puerta de escape y lo que encontraron fue una escena de espanto.

 

Decenas de soldados, cubiertos con pasamontañas y armados hasta los dientes, ingresaron a la fuerza al palacio de gobierno y redujeron en cuestión de minutos a su guardia personal, mientras les apuntaban a la cabeza y al pecho.

 

"Era un drama terrible a las cinco y media de la mañana. Habían soldados en todos lados, cuando uno de ellos se me acercó y me dijo: Mel Zelaya desde este momento deja de ser presidente de la República", narró el depuesto gobernante.

 

Fue así como, humillado -sin calcetines y ropa interior-, Zelaya dejó las riendas de un país que tomó en enero del 2006 con la promesa de dar a Honduras paz y prosperidad, lo que nunca cumplió.

 

En medio de empujones y gritos, Zelaya fue trasladado a una base militar a las afueras de Tegucigalpa y enviado al aeropuerto costarricense de Juan Santamaría al que llegó una hora después en calidad de "huésped".

 

El presidente costarricense Oscar Arias reveló que se quedó sin habla por unos segundos al saber que tenía a su colega -y amigo personal- en el aeropuerto, denunciando haber sido víctima de un golpe de Estado.

 

"Bastaba verlo en pijama y despeinado para saber que era cierto", dijo Arias a la prensa. "Sin embargo, me era imposible creer que esto pasara en Latinoamérica. ¡En pleno siglo XXI!", manifestó.

 

La misma indignación que sintió Arias fue propagándose por todo el mundo, en especial, en América Latina que despertó el domingo con las imágenes de Tegucigalpa en manos de los militares.

 

Las escenas ya son conocidas para nuestra región. Miles de soldados fueron enviados a los principales edificios públicos, medios de comunicación, y se cortó la electricidad. Además, miembros del Ejército secuestraron por unas horas a los embajadores de Venezuela, Nicaragua, Cuba y a la canciller Patricia Rodas, a quien decidieron, después de 36 horas de angustiosa espera, mandarla al exilio a México.

 

RAIZ DE LA CRISIS

 

Los acontecimientos, ciertamente, han causado la indignación mundial pero algunos todavía no terminan por entender qué motivó el resurgimiento de un fantasma que creían desparecido o ya superado.

 

La crisis se remonta a unos meses atrás cuando Zelaya anunció su interés de realizar un referéndum el pasado domingo, en el que se consultaría a los hondureños si estaban de acuerdo en votar en las elecciones de noviembre por la instalación de una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución.

   

Tanto la oposición, como el propio partido de Zelaya -el Liberal-, como la Iglesia Católica, los gremios empresariales, y el Tribunal Supremo de Justicia -máximo ente judicial del país- consideraron que la consulta era ilegal y que atentaba contra la misma Carta Magna.

 

Incluso, los militares se mostraron contrarios al referéndum y se negaron a distribuir el material electoral en concordancia a un pedido expreso de la justicia. A Zelaya no le quedó más remedio que destituir al jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Romeo Vásquez, y aceptó la renuncia del secretario de Defensa, Ángel Edmundo Orellana.

 

La destitución de Vázquez fue dejada sin efecto por el Tribunal Supremo de Justicia lo que supuso una importante derrota política del presidente, que también se quedó sin piso frente a los militares, pese a ser, por ley, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.

 

Zelaya fue a su cama el sábado con la voluntad de realizar de todas maneras la consulta al día siguiente en medio de la informalidad, pero su suerte estaba echada. Unas horas después, el Tribunal Supremo autorizó la detención del presidente en defensa del "imperio de la Constitución", argumentando que la decisión fue adoptada frente a "la desobediencia del Poder Ejecutivo de suspender toda actividad relacionada con la consulta".

 

CONTROVERTIDA CONVERSIÓN

 

La pregunta que surge aquí es por qué tanto afán para reformar la Constitución, por el lado de Zelaya, y por qué esa animadversión -¿o diría pánico?- a un cambio de la Carta Magna, por la restante clase política.

 

El depuesto Presidente ha asegurado que la actual Constitución, que data de 1982 cuando los militares le entregaron el poder a los civiles, excluye a las mayorías y solamente sirve a los intereses de la oligarquía. "Lo más importante es devolver al pueblo su papel soberano", dijo recientemente.

 

Mientras tanto, sus detractores lo acusan de querer modificar la ley máxima de la República para instaurar la reelección, como ya lo han hecho sus amigos y aliados políticos Hugo Chávez o Evo Morales.

 

Una parte importante de la población -sobretodo en la clase media y alta- ve a Zelaya como un "traidor" que renunció a sus ideales por los petrodólares venezolanos y la conveniencia de la revolución bolivariana.

 

Conocido terrateniente, Zelaya llegó al poder de la mano del conservador Partido Liberal, que detenta los hilos del poder económico y político en Honduras desde hace décadas.

 

En su primer año fue un entusiasta promotor del neoliberalismo, pero a medida que pasaba el tiempo y su mandato ingresaba a su fase final -debe dejar el cargo en enero del 2010- comenzó a coquetear con los sectores populares.

 

Fue como la conversión de San Pablo. Zelaya vio la luz en el populismo bolivariano y utilizó a los antiguos sectores izquierdistas hondureños para acercarse a Hugo Chávez, en un movimiento político insólito.

 

Poco a poco, Zelaya aplicó una estrategia ya vista en países neo socialistas -Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador- e hizo del populismo y la confrontación con los grupos de poder, los elementos claves para la construcción de una base social que pueda presionar por su permanencia en el poder.

 

Ahora Zelaya ya no era el "ricachón" de antes, sino "Mel", el amigo, el proletario, que buscaba la redistribución de la riqueza, y que incluso se entrevistaba con el ídolo de la izquierda latinoamericana prehistórica y retrógrada: Fidel Castro.

 

En los últimos meses, Zelaya gobernó bajó la sombra de Hugo Chávez y adhirió a su país a la ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América), pese al rechazo de la clase política en su mayoría.

 

Miembros del Partido Liberal lo acusaron de tener una ambición desmedida y de venderse por petróleo barato, por lo que le declararon la guerra. También lo acusaron de poner en peligro la seguridad del país al adherirlo a un "eje rojo" con Caracas, La Habana, La Paz, Managua y Quito que sólo busca la confrontación con EE UU.

 

El peligro de que Zelaya imite en un futuro otras malas mañas del chavismo como el ataque a la prensa o la nacionalización de empresas privadas, movilizó al Congreso a aceptar una supuesta renuncia del mandatario -que este ha desmentido- y nombrar a Roberto Micheletti como nuevo mandatario.

 

DIFERENCIAS DE OPINIONES

 

Pero, la forma como se hizo, ¿fue legal o ilegal?, ¿estamos hablando de un golpe de Estado o una sucesión constitucional?

 

Entre los más férreos defensores de la salida de Zelaya -con militares y tiroteos de por medio- está José Alfredo Saavedra, nuevo presidente del Congreso Nacional de Honduras. El legislador pidió a la prensa y a la comunidad internacional conocer, analizar y estudiar el contenido de la Constitución hondureña para entender lo ocurrido el pasado domingo.

 

"En nuestro país se tienen tres poderes del Estado legalmente constituidos y lo ocurrido es una sucesión constitucional. Si hubiese existido un golpe de Estado, los poderes hubieran sido disueltos y en Honduras hay normalidad en el Poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo", declaró Saavedra a la cadena CNN.

 

"Zelaya irrespetó la Constitución que tipifica como delito de 'traición a la patria' la violación de la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República que es obligatoria", agregó.

 

Para los defensores del polémico gobierno de Micheletti, la comunidad internacional debería, primero, ver los pobres antecedentes democráticos de los aliados de Zelaya como Venezuela, Bolivia y Cuba, antes que el caso hondureño.

 

El caso más saltante sería Cuba. Zelaya, quien ahora exige el respeto del estado de derecho y las libertades fundamentales, fue uno de los más entusiastas para el regreso de la isla a la OEA, pero nunca conversó de democracia con Raúl y Fidel Castro en su reciente visita a La Habana.

 

LEGALIDAD PESE A TODO

 

Otros, sin embargo, creen que el uso de la fuerza militar, la expulsión del país de Zelaya y de miembros de su gabinete, y la presentación de una "carta falsa" de renuncia en el Parlamento invalidan al nuevo gobierno de Micheletti.

 

Para la OEA, la ONU, el Grupo de Río, UNASUR y la totalidad de países americanos, Zelaya sigue siendo el presidente constitucional, elegido en elecciones libres por el pueblo y exigen su restitución.

 

Ese es un punto importante a su favor y aunque se discrepe de sus amistades, la aceptación de la salida de Zelaya podría crear un mal precedente en la región que vuelve a tener de protagonista a los militares.

 

Lo que vive Honduras estos días es una crisis del sistema presidencialista en donde el Poder Legislativo y Ejecutivo pugnan por dirimir un conflicto y en donde no hay válvulas de escape, ni ganadores.

 

Zelaya cometió una ilegalidad al plantear el referéndum, pero el Congreso actuó ilegalmente también al sacar a un presidente elegido por el pueblo, utilizando medios violentos, no vistos desde la década del setenta.

 

Lo único que queda es la negociación de ambas partes pero el panorama es desolador. Hasta el cierre de esta edición, Zelaya se alista para volver a Honduras, mientras Micheletti amenaza con arrestarlo si pisa territorio nacional. Se divisa violencia y muerte en el futuro cercano.
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