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REVISTA

ADIÓS MERCEDES SOSA

América Latina pierde a su más grande voz
"La Negra", como le gustaba ser llamada, fue una gigante de la música mundial cuya voz poderosa y apasionada representó a los desposeídos. Con su muerte se inicia su leyenda.
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ADIÓS MERCEDES SOSA

América Latina ha quedado, literalmente, huérfana. Perdió a la madre, la guía, la revolucionaria, la idealista, que con aquella voz grave y potente nos invitaba a soñar con ese continente unido y más justo, que hasta ahora esperamos.

Mercedes Sosa, la ‘Negra’ como le decían sus amigos, tucumana de nacimiento pero ciudadana universal, murió el pasado 4 de octubre a los 74 años tras pasar dos días en coma por una complicación hepática y cardo-respiratoria.

La ‘Negra ‘perdió esta última batalla –quizá creyó que era mejor bajar la guardia ante la fría muerte, en vez de verse impotente de cantar– pero dio inició así a su leyenda que estará escrita con letras de oro en la historia de la música mundial.

Sosa fue emblema de América del Sur, su intérprete más prestigiosa, su vocera más paradigmática y en sus más de 40 años de vida artística fue nuestra voz de la conciencia. Una de las mejores que llevó el mensaje reivindicativo de nuestra hispanidad y de nuestro indigenismo en la música.

Para los argentinos fue la mejor cantante popular del siglo XX después de Carlos Gardel y algunos la igualan a tótems como Ella Fitzgerald, Edith Piaf, Gal Costa o Aretha Franklin. La ‘Negra’, nunca se vio así.  “Esas son pelotudeses”, dijo una vez con ese estilo sarcástico que la caracterizaba.

Sencilla, solidaria y muy humana, Mercedes nunca le dio importancia a su propia figura en la música internacional. Ella sonreía avergonzada cuando algún advenedizo la llamaba “diva”, sin saber lo más mínimo de su historia.

“A mí solo déjenme cantar, por favor”, repetía siempre, sorprendida por cómo la vida la había hecho cambiar de opinión. De pequeña siempre cantaba, pero odiaba que su padre la expusiera siempre en cada fiesta familiar.

“De jovencita era delgadita, pero los novios que tenía se me iban al empezar a cantar. Los chicos no querían estar con una persona que es distinta, y yo me sentía terrible”, dijo en una entrevista hace unos años.

RENOVACIÓN DEL FOLCLORE

Distinta y expuesta, Sosa dejó atrás los tabúes adolescentes y empezó en la música a los 15 años cuando ganó un concurso radiofónico con su interpretación de la zamba “Triste estoy” y que daría inicio a una renovación del folclore argentino que sería conocido como “Movimiento del Nuevo Cancionero”.

En esa renovación participó Oscar Matus, su primer esposo, y el gran poeta Armando Tejada, entre otros. Para 1965 tenía ya dos discos en su haber –“La voz de zafra” y “Canciones con Fundamento”- que habían pasado desapercibidos, pero fue en ese año que su vida cambió para siempre. 

Jorge Cafrune la invitó a subir a un escenario de Cosquín, en Córdoba, y la ‘Negra’ se comió al público con esa voz grave, ese poncho que envolvía sus curvas de mujer, y ese cabello azabache, al estilo indio mapuche.

Lo demás cayó por su propio peso. Poco después grabó un disco de Ernesto Sábato y Eduardo Falú y en 1967 realizaba su primera gira internacional por Estados Unidos y Europa.

Siguieron los discos “Yo no canto por cantar” (1966), “Para cantarle a mi gente” (1967), “Hasta la victoria” (1972), y “Traigo un pueblo en mi voz” (1973). Todos con fuertes mensajes colectivos, sociales y reivindicativos.

Era la época de la teología de la liberación, del sueño revolucionario por un mundo mejor y de la adoración a los barbudos de La Habana. Mercedes no fue la excepción y, como tanto otros artistas e intelectuales, se dejó seducir por ideas progresistas e izquierdistas y hasta se afilió al Partido Comunista argentino.

En los años setenta, la ‘Negra’ ya era una líder juvenil que se rehusaba hablar del “tonto amor de parejas” y se decantaba mejor por la tierra, la justicia y la denuncia de la pobreza, el dolor y la tortura que veía en las dictaduras de la región.

Los postulados éticos y estéticos del “Nuevo Cancionero” tuvieron una influencia en lo que se conocería como “Nueva Canción Latinoamericana”, en el que Sosa rescató canciones de Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra. ¿Cómo olvidar acaso esa joya musical que es “Gracias a la vida” que Mercedes Sosa convirtió en un himno?

Para 1976, cuando las Fuerzas Armadas sacaron del poder a Isabelita Perón, la ‘Negra’ era vista ya como a una subversiva a la que se le prohibió cantar en lugares públicos. Fiel a sus convicciones no se dejó amilanar por la represión de los militares, a quienes guardaría siempre una desconfianza total.

Incluso, entre la gente de izquierda de su país era vista con desconfianza por no poner a Lenin en su pecho.

“Los montoneros decían que yo no era revolucionaria. Y no. Revolucionaria de matar a la gente, no. Yo creo que las revoluciones son de mucha gente, no de unos pocos que tienen armas. Hacer la revolución, hacer la guerra es fácil; programar la paz es difícil. Pagar la paz es difícil”, dijo.

PARTE AL EXILIO

En 1979, y tras recibir fuertes amenazas, Mercedes Sosa abandonó su querida Argentina y partió al exilio en Europa. París y Madrid serían sus hogares provisionales y los balcones desde donde vería con horror cómo los militares torturaban y mataban a miles de inocentes por sus ideas.

“Le tenían tanto miedo a la fuerza de las ideas, que los fondeaban al fondo del mar para callarlos. ¡Eran unos miserables!”, dijo a la prensa gala.

En la vida dura del exilio, la ‘Negra’ no se dio por vencida y aprendió nuevos ritmos, giros melódicos y estructuras armónicas muy demandantes, tanto en lo técnico como en lo emocional.

Sosa incluyó en su repertorio a grandes compositores que moldearan eso que llama nuestra identidad latinoamericana: Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, de Cuba; Chico Buarque y Milton Nascimento, de Brasil, entre otros.

En 1982 regresó a Argentina, tras el fin de la dictadura, y grabó un álbum en vivo durante los históricos recitales en el Teatro Opera que es considerado una joya musical y un documental único de los tiempos que se vivían en donde la democracia era una esperanza renacida.

Fue en los ochenta que la ‘Negra’ también abrazó el rock y afinó colaboraciones ya míticas con maestros como Charly García –“Carlitos”, su gran amigo y confidente con el que grabó en 1997 el disco “Alta Fidelidad”–, Fito Paez, Gustavo Santaolalla y León Gieco.

Con una generosidad que desbordaba, Mercedes acogió también en su seno a las nuevas generaciones de músicos y compositores de todos los estilos. “Lo mejor que podemos hacer los que tenemos algunos años sobre un escenario es brindarle espacio a los jóvenes que vienen de abajo a buscar su lugar”, decía todo el tiempo.

SUS ÚLTIMOS AÑOS

Los últimos años de su vida no fueron fáciles para la ‘Negra’. Sufrió una aguda depresión a finales de los noventa al punto que no quería comer, ni cantar, pero de la que se recuperó con el firme propósito de “unir a la gente”.

“Usted no sabe lo que es ser cantante y estar permanentemente sentada viendo televisión o acostada y no salir… pero ya estoy bien, estoy en carrera de nuevo”, afirmó después con optimismo la mujer que puso voz como nadie a “Alfonsina y el mar”. La gente la necesitaba, y ella quería continuar siendo su voz.

Su último trabajo discográfico se llama “Cantora” que recoge versiones pop de temas propios y clásicos del cancionero del rock argentino, grabado a dúo con artistas tan disímiles como Shakira, Calle 13, Gustavo Cerati, Jorge Drexler o Caetano Veloso.

Nunca pudo presentarlo, y según sus amigos, la ‘Negra’ sabía que sería el fin de su historia, el fin de su carrera. Pero, con esa sonrisa que llenaba ese rostro enorme, surcado de arrugas como un roble, y esa voz de soprano en retiro dijo: “Lo importante es que lo viví y lo disfruté”.

Así era Mercedes Sosa. Una eterna soñadora, una eterna revolucionaria, que vivirá por siempre en nuestros corazones.

Te queremos, ‘Negra’.

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