QUIMPERSA

Don Rogelio era un hombre luchador y esa misma cualidad se la quiso contagiar a sus hijos. Temprano por la mañana levantaba a sus tres pequeños niños y se los llevaba  a su “chamba” para que se enteren como su padre se esforzaba para llevar el pan diario a su casa. Así entre químicos y olores raros, los tres hermanos observaban como los líquidos salían transformados en productos envasados listos para la venta.

Cuando el pequeño Jorge Luis tenía ocho años de edad, las visitas al laboratorio donde laboraba su padre ya no eran promovidas por su progenitor; ahora el niño se levantaba muy temprano, tomaba el puntual desayuno que mamá María Esperanza había preparado y estaba listo para una nueva aventura con papá.

Es que Jorge Luis, a diferencia de sus hermanos, tenía una sensación muy especial cuando veía cómo los químicos y tantos otros líquidos cambiaban de color y se transformaban. Cuando terminó sus estudios secundarios en 1974 en el Colegio Nacional Roque Sáenz Peña del Callao, el adolescente soltó una frase que causó el orgullo de don Rogelio: “Papá, quiero ser ingeniero químico”.

Posteriormente, ingresó a la Escuela Técnica del Callao, pero sus pretensiones académicas quedaron inconformes. Por eso se preparó y a base de estudios logró aprobar el examen de admisión de la Universidad Nacional de Ingeniería donde siguió la carrera que desde pequeño se le impregnó en sus curiosas pupilas.

Con la ingeniería química en sus dominios se animó a fundar un negocio propio. Cuatro compañeros de estudios apoyaron su iniciativa y hace más de 20 años que dirige la empresa Quimpersa, la cual, se especializa en la producción de artículos de limpieza. Entusiasmado con sus logros, siguió capacitándose para convertirse en un especialista en tecnología de análisis químicos y en el desarrollo de químicos industriales.

Actualmente es director general del Centro Latinoamericano de Capacitación Empresarial, institución que le permite capacitar diariamente a jóvenes a los cuales también les inculca valores y les transmite sus vivencias. “Hay que ser agradecido con los padres. Cuando yo trabajaba en una imprenta que era de mi tío, cobraba cuatro soles a la semana. Dos se los daba a mi madre y dos se quedaban para mí”, comenta el ingeniero López Zumaeta.

Luego de tantos años de trayectoria profesional es usual que la gente le pase la voz por la calle, incluso en provincias, y es que muchos se han beneficiado con sus cursos para promover sus ingresos propios.

Se pone su mandil blanco, se acomoda bien sus lentes y a diario, en solo una hora, enseña a crear productos de limpieza a cerca de 20 personas y los más impetuosos han sabido aprovechar sus enseñanzas.

Una señora, que fue su alumna, es la principal abastecedora de productos de limpieza del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. “En este negocio hay que ser constante y espontáneo. No hay que ser conformista”, expresa.

A raíz de la vasta competencia que existe en nuestro país con la venta de perfumes ambientales, barnices, ceras y otros artículos de limpieza que a diario la publicidad nos ofrece, el ingeniero Jorge Luis López recomienda que se debe tener mucho cuidado al comprar el producto ya que algunos no son elaborados de la manera correcta.

Por ejemplo, cuando se compra un perfumador de ambiente para baños, al usarlo tiene que durar por lo menos ocho o diez horas, pero hay algunos productos que están mal elaborados y las medidas y el reposo indicado de los químicos no son exactos y por ello solo duran dos horas.

Este chalaco de corazón alienta a todos aquellos que se animen a invertir en su propia empresa pues con apenas S/. 200, fácilmente puedes empezar a abastecerte de toda una serie de artículos de limpieza, y a  lo mejor, es la oportunidad que hace tiempo estabas buscando para empezar a mejorar tu estatus económico.

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