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YEMEN, TERCER FRENTE DE GUERRA

EE UU reformula su estrategia contra el terrorismo
Frustrado atentado contra avión rumbo a Detroit, obligaría al presidente Obama a tomar medidas más drásticas para acabar con Al Qaeda.
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YEMEN, TERCER FRENTE DE GUERRA

Peligrosos vientos de guerra empiezan a soplar entre Washington, la capital estadounidense, y Saná, su par yemení. Si la idea de un conflicto militar abierto era hasta hace un mes imposible, hoy esta posibilidad es la más barajada entre el liderazgo político de ambas partes.

Y es que el frustrado atentado del joven nigeriano Umar Faruk Abdul Mutallab, quien intentó volar un avión en pleno vuelo de la compañía Northwest el día de Navidad, ha obligado a un cambio en la política geoestratégica de Estados Unidos hacia Medio Oriente.

La aeronave, que partió de Ámsterdam (Holanda), se salvó por poco cuando llegaba hacia la ciudad norteamericana de Detroit y un grupo de tripulantes y pasajeros impidió que Mutallab detonara explosivos que había adosado a su ropa interior. 

Los 80 gramos de pentantita hubieran sido suficientes para abrir un boquete en el casco del avión y matar a más de 300 personas a bordo, en lo que hubiera sido el segundo mayor ataque en aerolíneas comerciales de EE UU, después del 11-S.

Según informes de Inteligencia, Mutallab estaba ligado a la red terrorista Al Qaeda y había recibido el detonador –capaz de burlar las medidas de seguridad aeroportuarias- en Yemen, un lejano país de la península Arábiga al que los medios occidentales no habían prestado atención nunca.

“Es hora de dejar atrás las vacilaciones y tener mano dura con Yemen que se ha convertido en una nueva guarida para Al Qaeda”, dijo el ex vicepresidente Dick Cheney a la cadena CNN, una postura que es compartida por toda la oposición republicana y por no pocos demócratas conservadores.

“¡Guerra a la vista!”, “Estados Unidos prepara nueva invasión”, han sido algunos de los comentarios más formulados en los últimos días en la prensa norteamericana, que cita a renombrados políticos y analistas a favor de una nueva aventura militar estadounidense.

La idea aún es rechazada por la mayoría de la población, que no guarda buenos recuerdos de Iraq, ni de Afganistán, pero no impediría que el statu quo de Washington pueda iniciar una ofensiva militar en aras de la seguridad nacional.

Para hablar siquiera de una guerra sería bueno analizar algunos elementos de esta crisis que conforme pasan los días va aumentando al punto que varios países entre ellos EE UU, Alemania, Francia, Reino Unido y Japón han anunciado el cierre de sus embajadas en Yemen.

YEMEN, UN ESTADO FALLIDO

La República Árabe del Yemen ha estado fuera de la atención mediática por mucho tiempo y el drama que vive su población es desconocido.

Ubicada en la Península Arábiga, es el país más pobre del Medio Oriente y con un PBI per capita de apenas  US$ 749. La mayoría de sus 24 millones de habitantes vive con menos de un dólar al día y la desnutrición crónica es común en niños menores de cinco años. 

Durante los años de la Guerra Fría vivió un cruento conflicto civil que enfrentó a republicanos, apoyados por Egipto –que lideraba el nacionalismo panrabe a través de Nasser- y monárquicos auspiciados por Arabia Saudita.

La conflagración provocó la división del país en dos: La República del Yemen del Norte, con Saná como capital, llamada a menudo “La República de los jeques”, y la República Democrática y Popular de Yemen del Sur, denominada la “Cuba del Medio Oriente”.

A principios de la década de los noventa el país se unificó mientras los dirigentes marxistas perdieron definitivamente la guerra de secesión en 1994, lo que provocó que los políticos del norte reforzaran su poder en todo el territorio.

En 1991, el gobierno central se opuso a la guerra contra Saddam Hussein, y ocasionó la ira de Arabia Saudita y Kuwait, que expulsaron a más de un millón de trabajadores yemeníes que vivían en sus territorios, y que precipitaron una espantosa crisis económica cuyas consecuencias se viven hoy.

El presidente Ali Abdallah Saleh es el “hombre fuerte” del país que gobierna con mano de hierro desde 1978. Aunque en sus inicios fue un furibundo nacionalista antioccidental, con el paso de los años y tras el 11-S cambió su política y se acercó a Estados Unidos.

Este cambio ha sido visto por la población como una maniobra de supervivencia de un hombre déspota y corrupto que teme perder el poder, pero que le sigue el juego a los intereses de Washington.

En los últimos años, Yemen se ha visto sumergido en una fuerte división al punto que el gobierno enfrenta un movimiento separatista en el sur –que reniega de la reunificación de 1990- y una revuelta zaydista en el norte.

La comunidad zaydita es una rama de los musulmanes chiítas en las abruptas regiones del norte de Saada, Amran y Hajjah. Los motivos de su lucha aún no están claros y hay quienes creen que buscan restablecer un antiguo imanato que surgió en el año 888 de nuestra era.

Otros, en cambio, creen que lo único que buscan los líderes tribales de la zona es llamar la atención del gobierno para la construcción de carreteras, escuelas y hospitales.  

El conflicto ha adquirido una dimensión regional tras la denuncia de las autoridades yemeníes de que Irán apoya a los rebeldes, mientras que los rebeldes acusan a Arabia Saudita y EE UU de apoyar al gobierno de Yemen.

La Casa Blanca ha avalado hasta ahora la política antiterrorista del gobierno, pero tras el aumento de la influencia de Al Qaeda, el presidente Addallah empieza a perder el favor de Estados Unidos.

En unas declaraciones inusuales, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo que la inestabilidad de Yemen es una “amenaza global” y que el gobierno de Saná debe tomar cartas en el asunto o corre el riesgo de perder el apoyo de occidente.

El apoyo solo de Washington dará al país fondos por US$ 130 millones en el 2010, una cifra importante en un país con menos del 1% de tierra cultivable, con una sociedad arcaica y tribal, y que se quedará sin agua y petróleo en menos de 20 años.   

AL QAEDA, MÁS FUERTE QUE NUNCA

Si alguien pensó que la organización terrorista fundada por Osama Bin Laden había sido debilitada tras ocho años de guerra antiterrorista, se equivocó. “La red” (Al Qaida, en árabe), ha sabido resurgir de las cenizas y del acoso militar estadounidense.

Sus principales líderes han sido asesinados en operaciones especiales pero inmediatamente han sido reemplazados con éxito gracias a una organización que les permite movilizarse y actuar en diferentes países a través de células pequeñas, flexibles y autónomas.

Bin Laden no es la cabeza política ni militar de Al Qaeda. Es solo su líder ideológico, un extremista con la visión más primitiva y violenta del Islam, que ha logrado escapar con vida al cerco que le tienden los servicios secretos estadounidenses.

Nadie sabe a ciencia cierta en dónde está, pero hay la sospecha de que se esconde en cuevas excavadas en las rocas de las montañas en la frontera afgano-paquistaní y que, pese a la presión militar, es capaz de mantenerse en contacto con el mundo exterior con la mejor tecnología en comunicaciones.    

Es a través de Internet y celulares satelitales que Osama trasmite mensajes a sus seguidores que se han multiplicado en el sudeste asiático y África.

En Iraq, los extremistas están en franca retirada, pero nadie puede asegurar que sea para siempre, mientras en Afganistán la alianza Al Qaeda-Talibán ha ganado posiciones en el centro y sur del país, pese a la ofensiva de EE UU y sus aliados de la OTAN.

En el caso yemení, los extremistas islámicos han encontrado un perfecto refugio aprovechando el caos que hay en ese país. La CIA ha identificado decenas de campamentos de Al Qaeda, mientras el gobierno de Saná informó recientemente de la muerte de 60 milicianos en operaciones antiterroristas.

El peor temor de Washington es que Yemen se convierta en lo que alguna vez fue Afganistán y reciba incluso a mercenarios extranjeros para recibir entrenamiento, algo que ha descartado el ministro de Relaciones Exteriores yemení, Abu Nakr al-Kurbi.

“Nuestro país no aceptará nuca la presencia de elementos terroristas extranjeros y estará en guardia contra cualquiera que trate de socavar la seguridad y la estabilidad”, señaló el canciller.

Un despacho de la agencia de noticias oficial SABA informó que el líder de la milicia islamista radical de Somalia “Shebab”, jeque Mukhtar Robow Abu Mansour, anunció un plan para que cientos de combatientes “crucen el mar” en apoyo de “nuestros hermanos musulmanes” de Al Qaeda. 

SERVICIOS SECRETOS, ESTA VEZ SÍ

Después del fiasco de Iraq, en donde los servicios secretos estadounidenses fallaron garrafalmente sobre las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, la Casa Blanca intenta completar una reestructuración del sistema de seguridad nacional.

Por ejemplo, el gobierno de Obama busca recuperar el prestigio de la emblemática CIA a través de mejores trabajos de espionaje con el aumento del número de agentes y sin los controvertidos métodos de la era Bush.

Atrás quedaron, entonces, las torturas a prisioneros sospechosos de terrorismo en Guantánamo y otras dependencias carcelarias, que provocaron la protesta de organizaciones defensoras de los derechos humanos.

La CIA ha estado siguiendo por buen tiempo el caso yemení y según reportes de la prensa estadounidense, Washington ya ha abierto un “tercer frente” en su guerra contra el terrorismo.

El diario The New York Times reveló que la Agencia Central de Inteligencia envió hace un año a varios de sus mejores hombres con experiencia antiterrorista al país asiático. Comandos de élite que tienen como objetivo principal entrenar a las fuerzas de seguridad locales, entre militares, policías y guardacostas.

La versión del Times fue corroborada por el senador independiente Jpseph Lieberman, quien preside la comisión de Seguridad Interna del Senado y recientemente visitó Saná.

“Iraq, fue la guerra de ayer. Afganistán es la guerra de hoy. Si no actuamos preventivamente, Yemen será la guerra del mañana”, declaró el legislador al canal de noticias FOX. “EE UU tiene una creciente presencia ahí, y la debemos mantener con operaciones especiales, boinas verdes y servicios secretos”, agregó.

OBAMA, A LA PRUEBA DE SU LIDERAZGO

Dejamos para el último el papel del presidente Barack Obama, quien pasa por su primera gran prueba de fuego en materia de seguridad.

El mandatario, que había evitado hablar en su primer año de una “guerra contra el terrorismo” y que recibió duras críticas de su opositores por alejarse de la realidad, habla hoy de una ofensiva a gran escala contra Al Qaeda en la Península Arábiga.

El problema es que Obama no ha querido especificar a qué se refiere con una “gran ofensiva”. ¿Se trata de una invasión al estilo Bush o prefiere el lanzamiento de misiles a los campamentos de Al Qaeda al estilo Clinton?

Sus asesores están dándole todas las alternativas posibles, pero en general lo que se percibe es la gran indecisión que hay en la Casa Blanca, y que Obama ha hecho tan común en el poco tiempo que tiene en la presidencia.

El mandatario tiene poco tiempo antes de que su característica tranquilidad ejecutiva pase a ser una indiferencia pasiva, peligrosa para EE UU y el mundo.

Obama está a cargo ahora. Ya no existe el chivo expiatorio de Bush, le guste o no. Yemen está a la espera.

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