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LA EUFORIA POR EL PRESIDENTE DE TAIWAN MA

Gener@cción estuvo en Taiwán, la joya del Asia
Martes 20 de mayo, los fuertes rayos del sol y la brisa marina que viene desde el Pacífico despiertan desde muy temprano a los más de 23 millones de taiwaneses, que saben que no es un día cualquiera.
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LA EUFORIA POR EL PRESIDENTE DE TAIWAN MA

Taipei.- La alarma ha interrumpido mi sueño a las 5 y 30 de la mañana y lo primero que hago es asomarme por la ventana de mi habitación del hotel Sheraton de la ciudad de Taipei, para averiguar que es ese extraño ruido que viene de afuera.

 

Para mi sorpresa es un enjambre de cientos de pequeñas motos que se adueñan de la avenida Cheng Hsiao East. En un perfecto orden y sincronización al estilo oriental, estos pequeños vehículos, en su mayoría negros, transportan a trabajadores a sus centros de labores. "En Taiwán la mayoría de la gente se moviliza en motocicletas por ser más ligeras, rápidas y de fácil estacionamiento; incluso hay más motos que automóviles", recuerdo que me advirtió un amigo en Lima.

 

Lo que no me advirtió era que los taiwaneses no creían en los feriados o días festivos. El 20 de mayo juraba su cargo el nuevo presidente del país, Ma Ying-jeou y yo, que arrastro el pensamiento latinoamericano, creí ingenuamente que era asueto. "Acá lo más importante es el trabajo aunque ello no resta la emoción de la gente por el nuevo gobierno", me comentó un colega taiwanés.

 

Al bajar al hall veo con asombro que la tradicional calma del Sheraton ha dado paso a una bulliciosa multitud que, entre gritos, alista sus equipos de vídeo y fotografía. Se trata de decenas de periodistas proveniente de los cinco continentes que vienen a cubrir la asunción del presidente Ma. Estadounidenses, británicos, israelíes, peruanos, nicaragüenses, paraguayos, y argentinos –que no se pierden una nunca-, etc, han tomado el lujoso hotel como un cuartel general que me recuerda a la ONU.

 

La nota curiosa la pone un funcionario del gobierno que reparte por anticipado el discurso que dará en unas horas el nuevo mandatario. "Es una exclusiva para la prensa", dice emocionado, aunque se le olvidó el "pequeño" detalle que estaba …. en chino mandarín. La anécdota provoca risas entre las delegaciones, aunque por allí escucho un  par de malas palabras en inglés que son irrepetibles para esta crónica.

 

FIESTA EN ESTADIO

El discurso de Ma se iba a dar en el polideportivo Taipei Arena, el coliseo más moderno del país y con una capacidad para 15 mil personas. Al llegar al lugar dos cosas me llaman poderosamente la atención. Primero, que el escenario escogido es más pequeño de lo que imaginaba. Y segundo, que la decoración y el show organizado distan mucho de la típica posesión de mando que habitualmente se ve en Latinoamérica. Esto era una fiesta en todo el sentido de la palabra.

 

Trece espectáculos, desde marionetas hasta ópera y danza china animan a la enardecida multitud que reclama con gritos a su presidente. "Ma, Ma, Ma", se escucha en las tres horas previas a la llegada del mandatario, y que fueron necesarias para llenar con lentitud y en perfecto orden las graderías y los palcos oficiales.

 

POMPA IMPERIAL

Para un país que lucha por su reconocimiento oficial en la arena internacional, las pocas delegaciones oficiales que asisten son tratadas con una pompa imperial. Allí tenemos, entonces, países como Honduras, Guatemala. Nicaragua, El Salvador y Paraguay que reconocen a Taiwán –o la República de China, su nombre oficial– y no a la China continental o comunista.

 

El presidente salvadoreño Tony Saca llega al estadio y es aclamado como una estrella de rock. "Hermano Saca, bienvenido", exclama la presentadora del show con una terrible pronunciación del castellano. Lo que vale es la intención, me digo entre sonrisas.

 

Pocos minutos después llega por fin Ma. En un impecable traje negro, acompañado de su esposa y con esa sonrisa ganadora que lo ha hecho famoso en la isla, hace su entrada por la parte posterior y sin dar tiempo a que los animadores lo presenten. Según la prensa taiwanesa el nuevo gobernante odia las formalidades del mundo político y le costará adaptarse al protocolo que conlleva su investidura.

 

Motivado por los vítores de la multitud, Ma saca de entre sus bolsillos el discurso presidencial, el primero que dará a la Nación, y se dirige al estrado. No parece estar nervioso y si lo está lo disimula muy bien.

 

UNA NUEVA ERA

Aunque la posesión del presidente taiwanés podría tener un tono local, el discurso de Ma es quizás el que más expectativas ha causado en los últimos años en la región del sudeste asiático, ya en tensión por los afanes nucleares de Corea del Norte.

Ma habla de una "nueva era" en la que Taiwán debe afrontar los desafíos de la globalización, recuperar competitividad económica y limpiar su sistema político de la corrupción. También habla de fortalecer la democracia, pero lo más importante habla de alcanzar la paz y la prosperidad con China continental.

 

China considera a Taiwán como una "provincia rebelde", parte de su territorio, y que algún día, de forma pacífica o militar, volverá a sus fueros. Pero lo cierto es que desde 1949, cuando las tropas nacionalistas de Chian Kai Shek llegaron a la isla tras ser derrotados en el continente por los comunistas de Mao Zedong, el país se maneja de manera autónoma, política y económicamente. Y Ma no quiere perder eso.

 

"Hago un llamado para que cesen todas las hostilidades y nos reconciliemos… pues los pueblos a ambos lados del estrecho pertenecen al mismo grupo étnico", proclama. "Y esta paz debe llegar en base a los ideales de la no unificación, no independencia y no uso de la fuerza militar", agrega.

 

"Mantener el estatus quo será mi prioridad", manifiesta el presidente, quien sabe que ello significa también una mejora en la cooperación económica. En los últimos ocho años del gobierno pro-independentista de Chen Shui-bian, la isla ha experimentado un estancamiento económico y por ende una merma en los ingresos de la población. Sin el dinero y los negocios de hace unos años, Taiwán ve como se ha estancado mientras los chinos se convierten en una potencia mundial.

 

"Ma quiere paz, eso es seguro", me susurra al oído un colega israelí del diario Maariv, "pero también busca esto", y me enseña un artículo de The China Post que asegura que los chinos están listos para desembolsar US$ 3,000 millones en inversiones en la isla.

Veo al presidente y me pregunto si este hombre tan carismático no está arriesgando demasiado en su intento de acercamiento con China. "Al final –pienso con un escalofrío que recorre mi cuerpo– por naturaleza, el pez grande siempre se quiere comer al más chico".

 

De repente, el griterío de la gente me saca de mi estado de abstracción. El presidente ha terminado de hablar y la multitud corea su nombre. Yo me aúno al espasmo colectivo y grito "¡Ma, Ma, Ma!".

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