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HONESTIDAD

Como en todas las ediciones de Gener@cción, nuestro Director Fundador Francisco Huanacune, nos ofrece su artículo editorial.
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HONESTIDAD

Si hay un valor que contará de aquí al día de las elecciones municipales y regionales de este año por una parte, y al de las presidenciales y congresales de abril de 2011 por la otra es, que duda cabe, la honestidad. Sondeos de opinión muestran que el recato, la decencia y la rectitud de comportamiento, algunas de las aristas de esta virtud, son premiadas con la aprobación de la ciudadanía. Una prueba: según la última encuesta de la Universidad de Lima, 34 por ciento de limeños consideran a la honestidad como la principal cualidad de un candidato a la alcaldía de nuestra ciudad capital.

Relegada a uno de los últimos lugares en nuestra escala de valores, ninguneada hasta el hartazgo, avasallada por una frase triste pero célebre que pretendió negar su pertinencia aduciendo que “en la política no hay que ser ingenuos”, la honestidad, cual ave fénix, ha cogido vuelo nuevamente y planea con vigor sobre nuestro firmamento. Y quienes creen pues que los antónimos de esta palabra, esos protervos antivalores como la corrupción y la impunidad, habían erosionado para siempre el basamento moral de nuestra patria, de plano se han equivocado.

El peruano promedio categóricamente se pronuncia y con coraje establece los límites entre la patria de la honestidad y los dominios donde reinan los intereses venales y las bajas pasiones. El eco del grito “no pasarán” resuena cada vez con más fuerza en nuestra sociedad. E indica el derrotero que nuestra clase política tendrá que seguir si lo que quiere es empatar con las aspiraciones de nuestro electorado. ¡Basta de medias tintas en el campo de la ética pública! Lo que hoy el ciudadano demanda con firmeza es la coherencia entre lo que se dice y se hace finalmente en este campo.

No hay otra alternativa. O ejecutamos lo que equivaldría a un acto de reparación histórica con la moral del país, o condenamos a nuestra patria a vivir sumida en medio del deshonor, producto de un descrédito bien ganado a causa de no haber deslindado y tomado distancia con acciones indignas llevadas a cabo por algunos sectores de nuestra clase política. Ha llegado pues el momento de escoger, y quien pretenda en estas horas mostrarse indiferente morderá el polvo de la derrota cuando el elector frente a su conciencia le niegue rotundamente su apoyo.

Desterremos para siempre de nuestra praxis política las vergonzantes acciones que no hace mucho relegaron a nuestro país al patético estatus de sociedad paria en la escena global. Cortemos de raíz los rezagos de inmoralidad y corrupción que desgraciadamente renuncian a su merecida muerte. No nos neguemos la posibilidad de ser mejores como comunidad de destino. El país exige hoy el imperio de la honestidad y todo lo bueno que viene con ella como son la transparencia, la compostura y la recta actitud de aquellos que desean para sí velar por el interés general.

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