PERÚ, PAÍS DE LOCOS

No hay nada que hacer, el Perú es un país que no dejará, nada permite afirmar lo contrario, de sorprendernos. No hay día de la semana que alguna noticia propalada por doquier a través de los diferentes soportes de comunicación, arrostre al ciudadano de a pie el incipiente nivel cívico y político que hemos alcanzado. “Esto es de locos”, sin lugar a dudas, respondería cualquiera de nuestros compatriotas ante la interrogante que alguien le lanzaría a fin de encontrar una explicación ante hechos que, aunque brotando inconexamente, dejan mucho que desear.

Cómo no va a ser de locura el hecho de que se pierdan unos audios claves del tristemente célebre caso de la empresa chuponeadora BTR y que, a fin de llenar el vacío así creado por manos oscuras, se de crédito sin más ni más a la palabra de una las personas involucradas directamente en la ejecución de estos actos delictivos. La falta de profesionalismo y responsabilidad, y por qué no decir incluso negligencia del Poder Judicial o del Ministerio Público, pretende ser cubierta de cualquier forma por afirmaciones lanzadas desde no sabemos dónde...

Al igual que lo que respecta a la imagen del Tribunal Constitucional... Ayer elevado legítimamente por muchos al sitial de institución clave para el Estado de Derecho cuando de dirimir en torno al tema del precio del cemento importado se trató; hoy vilipendiada por algunos de los mismos que hace poco la defendieron, ahora que su fallo concierne la presencia del Arzobispado de Lima en el directorio de la Pontificia Universidad Católica del Perú. ¿De locos verdad? Cómo no denominar de otra forma la actitud que consiste en solicitar ancho para unos y angosto para otros. 

Lo mismo con lo que sucede con el tan esperado Metropolitano. La llamada solución a muchos de los problemas de transporte que conoce nuestra ciudad capital. Luis Castañeda Lossio, dirigiéndose a los vecinos limeños, sostuvo hace unas semanas, rompiendo con su casi sepulcral mutismo, que para el pasado 15 de abril los trabajos estarían felizmente concluidos. Luego de varios días desde aquella fecha, como dice el dicho popular, “no se oye padre”... A no ser una que otra promesa que busque tapar con el dedo el escándalo que a todas luces significa esta obra vial. ¿De locos verdad?

Claro que sí, otro calificativo no puede recibir estas predisposiciones a nivel social que equivalen a dispararse un tiro a uno mismo. A nombre de una mal entendida colaboración eficaz, no se puede dañar en forma permanente el sano ejercicio de la justicia. En nombre del deseo de convertir a una universidad en un estado dentro de otro, no se podía distorsionar el espíritu del testamento de quien promovió la creación de esta casa de estudios. Y tampoco hay razón alguna para justificar las innumerables idas y venidas en la ejecución de la gran obra que es el Metropolitano... Dejemos atrás pues la locura.