Jueves 25 de abril 2024 | Contáctenos
Finalmente el sicario colombiano Trujillo Ospina, presunto asesino de la empresaria Myriam Fefer, llegó al Perú custodiado por más de una treintena de policías de la Interpol, para ir a dar directamente a una celda aislada del penal Castro Castro. Con su arribo a tierras peruanas, se espera que este tristemente célebre personaje permita con su confesión esclarecer uno de los crímenes más abominables y mediatizados que se hayan podido perpetrar en los últimos años en nuestra ciudad capital. Relanzando así un proceso que debido a su ausencia se encontraba estancado.
Los reflectores se centran nuevamente en los hermanos Eva y Ariel Bracamonte Fefer. Prueba de ello es que por lo pronto no hay medio de comunicación que no haya hecho eco de la extradición de este delincuente de talla internacional. De manera que hoy, para mal de la moral del país y para bien de no pocos que aprovecharán sin duda del rio revuelto que este trágico hecho suscita, el caso Fefer se convierte ya en la materia prima de muchas rotativas que cansadas de la comidilla política local, le sacarán el jugo al mínimo detalle de este escabroso crimen.
Sin embargo, más allá de este inevitable show mediático, es necesario enfatizar que la hora de la verdad ha llegado tanto para Eva Bracamonte y su ex pareja Liliana Castro Manarelli, recluidas hasta el día de hoy en el penal Santa Mónica. Sin olvidar también al mediatizado Ariel, hijo de la empresaria victimizada y hermano de la principal sospechosa. Ya que la suerte y la libertad de estos tres personajes dependerá en gran medida de lo que diga Trujillo Ospina, quien tendrá que reafirmar o negar delante de un juez peruano lo que sostuvo en tierras argentinas.
La opinión pública peruana está en vilo. Pues a pesar de que todo parece inculpar a Eva Bracamente como la autora intelectual de este horrendo asesinato, muchos en silencio se resisten a creer que ella, la mismísima hija, planificó, contrató y abrió la puerta de la casa a Trujillo Ospina a fin de que cumpliese a cabalidad con su protervo encargo: eliminar a su propia madre. Llegando a aferrarse a la esperanza de saber que cada palabra dicha por el asesino colombiano deberá ser comprobada para poder tener validez como prueba decisiva en este penoso caso.
A estas alturas no está demás decir que todo es posible. Todo. Incluso el hecho de que Trujillo Ospina podría, al sindicar a Eva Bracamonte, buscar encubrir a terceros; siendo esta acción parte del trabajo que le encomendaron en su momento. O que no revele nada que sea verdaderamente relevante, haciendo que el caso se vuelva a entrampar en un laberinto de suposiciones. Como podemos ver, la prensa tiene el caso Fefer para rato, mas no por ello debemos convertir a este drama humano en el circo mediático favorito del público.